1, 2, 3,… y 10
La mayoría de las veces en un momento de disgusto, aunque nos sintamos profundamente contrariados, si logramos respirar hondo, controlarnos y contar hasta diez, el desagrado ira gradualmente disminuyendo en intensidad a medida que nos acerquemos al final de la cuenta. Por supuesto no es una formula mágica como para sobrellevar cualquier situación negativa ni menos eliminarla por completo pero sin duda las puede aplacar hasta hacerlas soportables.
Quien más quien menos, llevados por un instinto irreflexivo, tendemos a reaccionar ante un estímulo negativo sin sopesar ni los pro ni los contra de nuestro actuar irreflexivo, casi como si se tratase de un acto de supervivencia.
Si un oso gris furioso, unos cuantos cientos de kilos más pesado que cualquier hombre, nos ataca en un bosque, no es mucho lo que podremos reflexionar antes de actuar. A correr se ha dicho porque el oso no entenderá razones y menos si acaba de terminar su tiempo de hibernación.
Pero seamos realistas, la posibilidad de cruzarnos con un peludo hambriento en el día a día de un ser urbano meridianamente normal, es mínima, en cambio, son infinitas las situaciones cotidianas en las que reaccionamos sin meditar, por lo general con resultados negativos.
Sin necesidad de estudiar a fondo el comportamiento humano como lo hacen los psicólogos, los psiquiatras u otros profesionales específicos, a nosotros, el común de los mortales, nos bastaría con mirar esas situaciones complejas desde cierta distancia no comprometida y analizarlas al alero de nuestros sentimientos.
Mmmmm, eso me suena a teatro.
Incluso en la pieza teatral más descabellada y aparentemente desconectada del verdadero actuar humano, lo que se representa en escena es exactamente eso; al hombre y sus reacciones, sus penas y alegrías, sus fracasos y sus logros, lo bueno y lo malo, el lado a y el lado b en un tiempo acotado.
¿Y qué mejor distancia que la de ser publico frente a los actores representando la vida?
El teatro es más que una simple entretención para distraer nuestra atención de los problemas del día a día, es reflexión en movimiento capaz de tocar niestras consciencias e inducirnos a pensar.
En un periodo de tiempo acotado, una buena obra de teatro nos puede pasear por una amplia gama de reacciones del ser humano y por lo tanto de las propias. Con la ventaja de la distancia protectora, podremos vernos reflejados en todos y cada uno de los actores, pudiendo así darnos cuenta de nuestros aciertos y de nuestros errores para potenciar los primeros y tratar de no repetir los segundos.
Si sabemos aprovechar la oportunidad formativa y no solo dejarnos deslumbrar por efectos especiales escénicos o emocionarnos sin razón por alguna lágrima forzada, podremos encontrarnos a nosotros mismos en toda representación de las artes escénicas.
Nosotros somos los actores de nuestra propia existencia en el escenario de la vida, claro que tenemos un inconveniente no menor, siempre tendremos que improvisar porque el guion no está ni estará jamás escrito a priori, lo iremos escribiendo gradualmente pero en base a experiencias pasadas.