Sud Aca Opina

Mail

Acabo de recibir un mail que me induce a reflexionar.

Lo primero es preguntarme ¿por qué escribí mail y no correo electrónico?

No se trata del anuncio de un nuevo descubrimiento ni la exposición de una teoría revolucionaria. Tampoco son noticias catastróficas ni anuncios de acabo de mundo.

Está muy bien elaborado. De seguro tomó muchas horas hombre para llegar al resultado que hace un rato leí. Toca las teclas clave para haberme inducido a abrirlo y no eliminarlo inmediatamente.

El remitente, al menos es lo que se lee, es una prestigiosa institución internacional de ayuda humanitaria y quien lo escribe es una persona de nombre y apellido rimbombantes, no latino ni africano sino europeo y por lo tanto respetable.

Me anuncia que un complejo sistema computacional me eligió a mí, a mí, entre 320.000.000 de posibles candidatos, para ganar un interesante premio en dinero efectivo.

Por supuesto me brillaron los ojos. ¿A quién no, si la sola posibilidad de aminorar el stress económico en que la mayoría de nosotros se encuentra, es seductor?

Hace algunos años atrás quizás lo hubiese creído inmediatamente sin ningún tipo de cuestionamientos pero hoy día en que la conspiración y el engaño son tan normales como la vida misma, la duda se instala rápidamente.

Institución reconocida internacionalmente como positiva para la humanidad. Nombre y apellido supuestamente confiables. Una suma de dinero suficiente pero no excesiva como para creerlo. La confianza y la codicia, motores en la base del actuar humano, ya estaban funcionando, lo que evidentemente me llevó a leer el resto del correo donde se explicaba con detalle cual había sido el complejo procedimiento para mi elección hecho con una tecnología de última generación, absolutamente confiable.

Para aumentar mi grado de confianza que ya a esas alturas de la lectura se sobaba las manos pensando en el dinero a contar, se incluían unas fotos e historiales de los organizadores del concurso. De haber sido mujer, seguro me enamoraba de tan bellas personas.

Y como guinda de la torta; debía re enviar un correo con mis datos personales.

Cortocircuito inmediato.

Estuve a punto de caer en la trampa tantas veces hecha de diferentes formas pero con el mismo fondo. En mi país se conoce como «El cuento del tío», pariente cercano del juego «Pepito paga doble».

Lamentablemente nos vemos forzados a desconfiar antes que a confiar.

Incluso desconfiamos de la vida misma.

La confianza debería ser el motor y no la desconfianza como lastre.

Y la primera confianza de todas, la imprescindible, es la confianza que deberíamos tenernos a nosotros mismos en función de nuestras capacidades.

Si Mark Inglis, un neozelandés amputado de sus 2 piernas, logró subir los 8.848 metros del Everest para ver las limitaciones hacia abajo. Si John Bramblitt un Texano ciego es capaz de pintar imágenes de una belleza conmovedora. Si Beethoven creo parte de su mejor música estando ya sordo.

¿Por qué la mayoría de nosotros que aparentemente no tiene limitaciones extremas se auto limita?

Por desconfianza.

El arte nos seduce o nos produce rechazo pero no nos engaña. Debemos confiar en el por cuanto saca de nosotros mismos los sentimientos más puros sin que por esto sean necesariamente positivos. Si no confiamos en nosotros mismos y en el arte, nunca podremos conocernos y conocer el mundo a cabalidad para desarrollarnos de manera integral.

A confiar entonces pero sin dejarse engañar.

Por las dudas, igual voy a mandar un mail de respuesta.

¿En una de esas algo me gané?

En el peor de los casos, una gran desilusión.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba