Sud Aca Opina

Posición crítica

Hace unos días me tocó ir a ver una obra de teatro. Fui invitado por una persona a la cual aprecio mucho y quien ha estado ligado casi toda su vida a las tablas. Con semejante experiencia avalándolo, de seguro la obra debía ser espectacular.

Aproveché de llevar a mi esposa, así después de terminada la obra, podríamos tener una interesante conversación relacionada con la experiencia artística vivida. Sí, porque el buen teatro no solo se presencia, se vive, se comenta y se revive.

Como pocas veces fui puntual. Desde la entrada se escuchaba música en vivo, lo que siempre le da un plus a cualquier representación y desde la tercera fila de nuestros asientos teníamos una ubicación privilegiada para la experiencia sublime que vendría.

Empezamos bien.

3 mujeres y un hombre con alas de ángel formaban el elenco. Las alas seguramente eran para darle una cierta ambigüedad de género porque según los carteles a los costados de la boletería y algunas conversaciones ligeras antes de entrar, teóricamente la obra tenía una mirada de mujer sobre su problemática en este mundo siempre machista.

El inicio como dije fue con música, cantos y también baile.

La mujer que más bailaba era un tanto tiesa de ritmo.

Después una de ellas cantó varios boleros y valses peruanos, que según entendí por la supuesta construcción del argumento, debían apoyarlo en su desarrollo pero no me quedó tan claro cuál era el argumento o el hilo conductor. Sin ser espectacular, la mujer cantaba de manera correcta.

Y la tercera era la encargada de mostrar el conflicto, ese que nunca quedó muy claro cuál era.

A mitad de la obra, quien me había invitado me susurra al oído «perdona no sabía que era así».

Ese comentario confirmó lo que yo pensaba pero no podía manifestar abiertamente para no pasar como un ignorante incapaz de apreciar el buen arte. De ahí en adelante ya pude bostezar libremente. Con respetuosa moderación pero no intelectualmente reprimido.

Como ni el argumento, del cual insisto, nunca pude encontrarle la intención, ni el canto, ni el baile, ni el drama, ni nada, logró captar mi interés, me entretuve buscando errores o descoordinaciones. Al no encontrar nada tuve que cambiar mi switch al modo hibernación.

Terminado el espectáculo que afortunadamente no duró demasiado, hubo aplausos políticamente correctos y llegaron los comentarios obligados. Ninguno despiadado, ninguno positivo.

¿Cuáles fueron entonces los errores?

Creo firmemente que al elenco no le faltó ensayo, le faltó una auto crítica constructiva a partir de la cual sin duda el producto final se hubiese potenciado.

La crítica suele considerarse casi como un ataque personal a quienes están detrás de toda creación cuando en realidad es buscar, encontrar y exponer las falencias, fortalezas y potencialidades.

Claro está que me refiero a una crítica no necesariamente profesional pero al menos sincera.

En todo proceso creativo debería existir primero la auto crítica para no exponerse desnudos ante la crítica ajena, las más de las veces despiadada cuando el producto final no llena las expectativas de quien critica.

Nunca nada podrá llegar a ser perfecto por cuanto siempre será perfectible.

Incluso me atrevo a decir que las obras consideradas como clásicos imperecederos del arte mundial, de estar vivos sus creadores, alguna hebra le encontrarían como para mejorarlas.

El deber de todo creador debería ser el de no caer en la auto complacencia y estar dispuesto a criticarse en pos de mejorar, después escuchar todas las críticas que de seguro vendrán una vez que su obra se tenga que defender por si sola y meditarlas antes de negarse a ellas o aceptarlas a pie juntillas.

No refugiarse en el ego y escuchar, escuchar, escuchar para después actuar.


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