Críticas de espectáculos

Dentro de la Tierra / Paco Bezerra / CDN

Los secretos de los tomates

 

Dentro de la tierra, Premio Nacional de Literatura Dramática 2009, estrenada en 2011 en Puerto Rico y en 2016 en Göttingen en el Deutsche Theater, es la sexta obra de Paco Bezerra montada por su cómplice teatral Luis Luque con quien desde hace 7 años forma un tándem artístico. Una obra compleja, enraizada en el sur, la Andalucía natal, de Paco Bezerra, la más autobiográfica, en la que lo personal, lo social y lo político interfieren y a la que el autor y el director confieren una dimensión atemporal y universal.Un thriller rural con un misterioso invernadero cubierto de plástico que, cual un nido de víboras, segrega veneno generando y alimentando los prejuicios y los conflictos familiares y sociales que Paco Bezerra enfoca en la mente, la vida y la búsqueda de la verdad de Indalecio, protagonista de la obra.

Paco Bezerra coloca su obra en «la huerta de Europa», la provincia de Almería donde nació y donde, desde los años 60, se ha desarrollado el cultivo intensivo de verdura, en este caso de tomates.

Indalecio, el protagonista proyección del autor, revisita desde el presente el opresivo ambiente familiar, amenazante, lleno de secretos y de prejuicios, en un viaje similar al sueño, en el que la realidad, recuerdos e imaginación se fusionan en el proceso de la escritura.

De una forma casi cinematográfica, a través de 18 breves escenas, Paco Bezerra enfoca momentos claves de la infancia y adolescencia de Indalecio con su familia, compuesta del padre enfermo, autoritario, dueño de varios invernaderos y sus tres hijos. El hijo mayor, Ángel tiene una extraña enfermedad en la piel y lleva siempre un traje protector blanco semejante al de un astronauta, José Antonio, el hijo mediano que trabaja con su padre en los invernaderos, e Indalecio, el hijo menor, soñador, artista, que vive en su mundo personal.

Tanto Ángel como Indalecio se destacan por su diferencia con el entorno: uno por su misteriosa enfermedad que le aleja de los otros y el otro por su inquietud, su temperamento imaginativo e independiente.

En este microcosmos del sistema capitalista con el objetivo de enriquecerse a toda costa y la explotación de trabajadores inmigrantes, aparecen tres mujeres: Mercedes, amiga de Indalecio, Farida, una joven inmigrante marroquí, trabajadora sin papeles del invernadero, que trapichea con el hachís y de la que se enamora Indalecio y Quinta, curandera que representa el mundo de las creencias y la magia.

En este ambiente opresivo, amenazante, Indalecio se enfrenta a una porción, una serie de preguntas y tabúes. ¿Qué ocurre realmente en el invernadero donde su padre y su hermano experimentan una nueva variedad de tomate que les haga ricos? ¿Porqué está prohibido entrar en el invernadero? ¿Qué se oculta bajo el plástico? ¿Qué ha producido la misteriosa enfermedad de su hermano Ángel y la aparición de insectos gigantes? ¿Porque desapareció Farida?

Hay algo podrido en el invernadero familiar. Cual Hamlet indagando sobre estos enigmas, el incómodo Indalecio se convierte en una amenaza para su familia.

A semejanza del peligroso viaje de Indalecio su búsqueda de la verdad, Paco Bezerra emprende en Dentro de la tierra un viaje a la historia de su infancia, como si atravesará su sueño para acceder a la realidad.

Aborda el tema, recurrente en varias obras suyas, del diferente en el  entorno familiar y en el ámbito social, del inmigrante y también las problemáticas características de nuestra sociedad y del mundo rural con su religión, sus supersticiones, la xenofobia, la explotación de trabajadores, la cultura intensiva y la contaminación medioambiental.

Luis Luque trata esta historia como un poema onírico con una estética del sueño en que conviven y se combinan los elementos de la realidad, los fantásticos, recuerdos, magia y rituales ancestrales.

Un espacio simbólico y mental como si todo transcurriera en la escena del sueño de Indalecio.

El invernadero sobre el escenario se extiende hacia una parte del patio de butacas de forma que una parte del público, que rodea por tres lados el escenario, se encuentra bajo el plástico.

En el escenario en primer plano un pozo, en las partes laterales dos filas de pilas de tomates y en el fondo una mesa con una silla y una higuera, arrancada del suelo, con solo raíces y tronco, y suspendida en el aire, símbolo de los muertos dentro de la tierra y también del mundo fronterizo en el que Ángel con su traje protector blanco, personaje a la vez real y fantasmagórico, se queda frecuentemente junto a la higuera.

Juan Gómez Cornejo con su excelentísimo trabajo de iluminación dramatiza el escenario, delimita el espacio, enfoca las situaciones y los personajes, diseña en el suelo de arena formas que simulan rejas.

En su puesta en escena Luis Luque maneja con fluidez los diferentes planos de la realidad y sin insistir en el simbolismo crea imágenes evocadoras, como por ejemplo con la mesa en el fondo, donde ofician el padre con su hijo mediano iniciado al «misterio» de los tomates. Mesa que puede evocar el altar desde donde se ejerce el poder del padre o el ritual de la cata de tomates, y también el altar en el que Quinta exorciza a Indalecio con el ritual mágico de sacar el sol de su cabeza.

El pozo, lugar subterráneo, oscuro, misterioso, como la entrada en el (del) infierno, evoca el almacén donde Indalecio fue encerrado.

No hay escenas realistas de momentos de violencia o de sexo. Luis Luque las traduce en imágenes sugestivas. Como por ejemplo la secuencia en la que Indalecio y Farida hacen el amor.

La tensión, con momentos de suspense y de violentos enfrentamientos, crece constantemente en la dramaturgia escénica hasta la escena final en la que Indalecio sale del pozo, liberándose del plástico, y tumbado en la tierra, acaba su viaje sin finalmente haber encontrado la verdad.

Los protagonistas de su sueño quedan detrás de él, inmóviles, como en una foto de familia, guardando todavía sus zonas oscuras.

El reparto es muy adecuado a la complejidad de la obra y a su dimensión poética y onírica que exige una interpretación en la cuerda floja entre el realismo y lo fantástico.

Samy Khalil encarna a Indalecio, sensible, emotivo, rebelde. Chete Lera hace de padre, el hombre del poder en declive, violento, con un comportamiento autoritario en el que se perciben grietas y también chispas de humanidad.

Raúl Prieto recrea al hijo mediano, decidido, totalmente involucrado en el éxito de la empresa familiar. Impresionante está la presencia a menudo silenciosa de Jorge Calvo, como Ángel, semejante a un fantasma, a la vez integrado y apartado de lo que sucede.

También Mina El Hammani, Farida y Pepa Rus, Mercedes, dibujan sus personajes, matizando con finura sus emociones y sus sentimientos.

Y por último la gran Julieta Serrano que está asombrosa en su interpretación de Quinta, la curandera, ejerciendo su oficio mágico como una sacerdotisa de un rito ancestral.

Un espectáculo que tiene la gran calidad de crear un mundo mágico activando la imaginación del espectador.

Irène Sadowska

 

Dentro de la tierra de Paco Bezerra – Dirección: Luis Luque – Escenografía: Mónica Boromello – Iluminación: Juan Gómez-Cornejo – Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas – Música y espacio sonoro: Luís Miguel Boco – Con: Jorge Calvo – el hijo mayor, Mina El Hamani – Farida, Samy Khalil –Indalecio, Chete Lera – padre, Raúl Prieto – el hijo mediano, Pepa Rus – Mercedes, Julieta Serrano – La Quinta – Producción del Centro Dramático Nacional de Madrid, Teatro Valle Inclan del 11 de octubre al 19 de noviembre 2017

 


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