Al Matadero
Voy mejorando. Por fin me he visto el bulto y la cicatriz de mi nuevo colega, el marcapasos. El bulto remitirá con el tiempo, la cicatriz se difuminará por los recovecos de una piel nívea. Respiro perfectamente, tengo molestias musculares que se irán retirando. Hasta finales de febrero de 2018, sigo con restricciones de todo tipo. Entre ellas conducir y nadar. Paradojas. Así que desde mi reposo obligado estoy atento a las anécdotas de nuestra vida particular, es decir teatral.
Me deja con muy mal cuerpo la campaña emprendida por Hacienda reclamando a Temporada Alta, Teatre Lliure y otras entidades teatrales catalanas, de manera retroactiva, el 21 % de IVA de las subvenciones recibidas. Lo han denunciado desde Catalunya, ¡qué casualidad!, pero de otros puntos del Estado español llegan denuncias y suspiros en el mismo sentido. No he tenido tiempo para detenerme a estudiar el asunto como se merece. Viene de lejos. Juraría que se había resuelto con amparo europeo, pero esto es muy cambiante, muy turbio para un poeta. Pero si es retrospectivo, y hablando de las cantidades que reciben algunas entidades, es un golpe mortal. Seguiremos con atención esta nueva agresión a la Cultura y en este caso al Teatro.
Acabo de editar una crítica de Manuel Sesma sobre una versión de la Casa de Bernarda Alba que ha visto recientemente en la Muestra Ibérica de Artes Escénicas de Extremadura celebrada en Cáceres, a la que no pude asistir por mis circunstancias sabidas, y de repente se me ha abierto una ventana en mi cerebro porque paseando por Madrid, cerca de mi casa, por suerte y alegría, paso por más de una docena de salas no comerciales, noto que la “liberación” de las obras de García Lorca y Valle-Inclán, están provocando un aluvión de adaptaciones y versiones. De momento García Lorca se lleva la palma, y esta obra, La casa de Bernarda Alba, por las razones que sean, quizás el de ser un reparto exclusivo de mujeres es el que he visto más frecuentada.
Esperemos que esta fiebre pase, que se respete con toda la libertad de creación la obra de la que se parte, que sea para hacer más grande a García Lorca y no una simple percha en los carteles y la venta. Ruego a todas las musas nos acompañen para que no lo convirtamos en un impulso de guionistas adanistas. Ojalá.
Tengo que decir con satisfacción que el sábado estuve en El Matadero de Madrid. Estaba todo lleno, a rebosar. La plaza, los actos programados en casi todas las dependencias, hasta el bar, probablemente uno de los más caros de Europa, estaba lleno. Con una excepción escandalosa: las dos instalaciones programadas en las salas de Teatro. Yo estuve un rato en cada uno de ellas, era de entrada gratuita, en un lugar dos personas, no sé si de la propia compañía, en la otra tres personas. No es posible, no tiene sentido, es un delirio del programador. No sirve para nada. Actos casi secretos, sin un buen sistema de comunicación. Dentro del bar una televisión con un anuncio interno de la programación de las artes vivas de mis entretelas, y es francamente lamentable, malo, como si anunciase una tienda de ropa o de suplementos.
Empiezo a creer que la impericia es fruto de un complejo de inferioridad, de una falta de criterios culturales y teatrales que se camuflan en una soberbia ignorante y que quieren decir que es el público o los públicos los que no saben. Ellos no conocen los públicos. Ni les interesa. Conocen a sus amigos y poco más. Mediocridad con celofán y euros. Un derroche. Las compañías “instaladas” cuestan mucho dinero y no sirven estos actos ni siquiera como incentivo para ir a ver sus espectáculos esta semana.
Es la situación más nefasta que he conocido nunca en la gestión cultural y teatral en el Estado Español. Quizás comparable con la desagradable experiencia de La Laboral en Xixón. Justamente provoca por el mismo Mateo Feijoo. Un recalcitrante reincidente. Lo digo en serio, muy en serio, ver esas dos salas, dos Naves como se recalca porque no le ha pasado por el arco del triunfo recuperar el nombre de los dramaturgos que tenían como anunció la alcaldesa, vacías, con algo que podría estar en cualquier otra dependencia del entorno, me enfada. Me lo tomo personalmente. Es decir es un desastre político, un acto de elitismo reaccionario. Pero oigan, El Matadero, ese espacio magnífico estaba a rebosar, daba gusto. Menos los Teatros con el presupuesto peor gastado de Europa.
Feliz semana.