Toda la fe
Creer firmemente en un dogma incuestionable hasta ponerlo como faro guía de todo accionar, creer en un dios sin la necesidad científica de comprobar su existencia.
Todos y cada uno de nosotros somos dioses con la capacidad de crear, pero lamentablemente ante cualquier decisión vital, nos debatimos en la bipolaridad de también ser un demonio capaz de destruir.
Si partimos de la base de que el demonio es un ángel caído en desgracia, en el origen solo puede existir dios, y no me refiero a ninguna divinidad especifica.
Somos capaces de crear sonidos hechos música, imágenes transformadas en cuadros, tallar la piedra hasta extraer el sobrante que permita apreciar la escultura que siempre estuvo ahí, transformar sentimientos en literatura, crear arte escénico, y cualquier expresión donde nuestro sentir adquiera una forma material, pero también somos capaces de destruir. Destruir no solo cosas físicas sino también una relación entre personas.
No pretendo exponer los extremos de esta bipolaridad porque cada uno sabe en su fuero interno de lo nefasto que esto puede llegar a ser.
Todos nacemos dioses capaces de hacer de un trozo de papel un avión supersónico o mejor aún, una nave intergaláctica. Podemos pintar arboles morados con frutos azules regados por nubes amarillas de lluvia cálida. Podemos tararear los sonidos de la naturaleza perfectos para nosotros, aunque no guarden mucha relación con la realidad. Todos nacemos dioses creadores, pero al poco andar, la infinita imaginación de un niño es censurada por la crítica y el castigo a la equivocación, haciendo del gran maestro que es el error un crimen.
Las hojas de papel vuelven a ser entonces solo hojas de papel donde sacar las cuentas de nuestras deudas. Los árboles se secan hasta colorearse de café y no dar ningún fruto. Las melodías no flotan libres en nuestro ideario, sino que son envasadas por lo que el mercado nos dice que debemos escuchar.
El dios inicial comienza a ser dominado por el demonio destructor, el que empieza por destruir la inocencia, sigue con la fraternidad, después sepulta muchos de los valores positivos para enfocarnos en el egoísmo del solo ser uno y termina por hacernos somatizar todas nuestras supuestas carencias que en el fondo no lo son tanto.
Gradualmente nos van despojando de nuestra fe en nosotros mismos para hacernos creer que las soluciones están en otro lugar.
Como dioses somos capaces de crear, de hacer, y cuando gradualmente vamos perdiendo la fe en nosotros mismos, también perdemos la capacidad de hacer para solo estar.
Hasta donde sabemos a ciencia cierta, solo tenemos una vida finita para llegar a ser todo aquello que podemos llegar a ser. No podemos perder el tiempo dejando que nuestro otro yo destructor, ese demonio latente, se apodere de nuestra divinidad.
Fe es la palabra clave, el tener fe en nosotros mismos como el mayor de todos los dogmas, la mayor de las verdades reveladas incuestionables.
Esto de manera alguna es un pensamiento herético pues afirmo que el dia en que nosotros dejemos de existir, dios también lo hara pues ya no existirá nuestra consciencia para validarlo.
La divinidad es personal y se puede ver en la maravilla de la naturaleza<, en el nacimiento de un hijo, en la esperanza irrenunciable de la humanidad en si misma, en todos y cada uno de nosotros.
Todos y cada uno de nosotros somos dioses llamados a crear sin auto limitarnos.
Si obramos de buena fe, el error no puede existir, solo la posibilidad de hacerlo mejor cada vez al aprender de nuestros propios procesos.