Y no es coña

Entre el ruido y el estruendo

De repente decenas de artistas denuncian a Jean Fabre por abusos reiterados. Sigue coleando, en otro estadio, lo de Lluís Pasqual y su dimisión del Teatre Lliure. Noto una cierta corriente de comprensión con los mencionados, poniendo por delante sus cualidades artísticas, de las que nadie duda, a no ser que se aplique aquella máxima que decía que una mala persona no puede ser un gran artista, cosa que como introduce valores morales, no es fácil convertir en algo reglado. El mundo ha cambiado, mucho, y hay que reconocer que los viejos modos de dirigir, los tonos excesivos, los comentarios ofensivos, el palo y la zanahoria es parte de la vieja cartilla que hoy debe ser visto como un error subsanable. 

En el caso de Pasqual, del que me siento más cercano, veo la lista de los que han firmado en su descargo, y me sorprende porque veo a algunos que podrían ser acusados de esa tensión en los ensayos que en momentos roza lo insufrible, que hasta podría ser considerado como una tortura sicológica. Otros callan, con prudencia. Firman amigos y conocidos, a los que admiro. Y comprendo. No se trata de incidir, peor tampoco de reducir el problema a una histeria de una actriz. No, conozco, y conocemos mucho, a un actor muy veterano, con muchas horas sobre el escenario del Teatro Arriaga que no firmó, porque no puede firmarlo, ya que se sintió fatal en un proceso de trabajo. 

No quisiera abundar porque en estos días ha aparecido una noticia sobre el sueldo de Lluís Pasqual en el Teatre Lliure y me ha escandalizado. Más de doscientos mil euros. Creo que es excesivo. Que es una barbaridad. Que está fuera del mercado. Que representa unas cantidades superiores a los presidentes de autonomías y del gobierno español. O francés. Y eso, descompensa toda relación. Sea Lluís, sea Juan, sea Antonia. Nadie de su teatro, de sus producciones, saca esa cantidad, asegurada, a partir de dineros públicos. No cuestiono nada en el mercado libre, cosa que no existe, pero en una institución pública, debe estar regulado de manera muy clara y concreta. 

Una vez hablaba de estos asuntos con un amigo director de una institución teatral pública de Madrid que había ganado entre unas cosas y otras cerca de doscientos mil euros y me comentó que, en la música, en la ópera se gana mucho más. Puede ser. Pero en la ópera se mueven otras cantidades que están sobrevaloradas. Al menos en algún circuito. Los sueldos de los directores de las unidades de producción del INAEM, son elevados, a mi entender, también fuera del mercado, ninguno de los actuales titulares ha ganado nunca en su vida anterior esas cantidades de ahora, pero, son más moderados que lo que se ha conocido ahora de Pasqual. 

Estoy por que se pague a todos los que concurren en el hecho teatral lo que se merecen, pero deberá existir una regla que lo coloque en lo posible, lo sostenible, lo normal. Y no puede ser que en las producciones comerciales se paguen unos precios escuetos, en todos los gremios, y en lo público se disparen, sin que exista una relación ni de calidad ni de eficacia. Ya no quiero pensar en el teatro independiente (si es que existe) o el alternativo, el que siembra la miseria en las salas alternativas, sin ayuda, a porcentaje, sin apenas públicos. 

Por eso, además del ruido, lo de Fabre, es muy duro. Durísimo. En la notica de la denuncia se ha colado también el dato de que recibe una subvención de un millón de euros al año, lo que nos vuelve a colocar en el debate de lo público y lo privado. La ética, los modos, las formas, lo que se puede considerar como experimentación y lo que roza el sadismo o el abuso. 

No es fácil tratar de estos asuntos. Se habla desde suposiciones, aunque los que tenemos una experiencia acumulada, para bien y para mal, creemos a los denunciantes. Eso no quiere decir que se deba convertir a los denunciados en monstruos, ni apestados, sino que se deben aclarar los hechos, las sensaciones y se debe hacer didáctica positiva. Los micro machismos, los micro síntomas homófobos, los estados creativos de locura y excesos sobre los artistas, se deben corregir. Y ya. Sin componendas. 

Y caiga quien caiga. 


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