Dramaturgias que escuchan el cuerpo. Estela Lloves
Actuar versus interpretar. Actuar, como danzar, mover(se), versus interpretar X, donde X, la incógnita del juego teatral, puede ser, por ejemplo: Hamlet. Podríamos considerar que actuar (danzar, mover(se)) y el arte de la actuación, el arte de la actriz, actor, bailarina, bailarín, consiste en la capacidad para jugar con la acción escénica. Frente a interpretar X, donde la acción escénica estará supeditada y justificada por X, el personaje y su relato.
Para mejor dilucidar la posible diferencia entre actuar e interpretar, también podemos tener en cuenta el concepto emancipador del arte, despegado de la imitación realista o de la sujeción a un significado, una historia o una ideología que lo justifique, me refiero al clarificador ensayo Against Interpretation (Contra la interpretación) (1966) de Susan Sontag.
Y la dramaturgia sería otra función que consiste en darle sentido al juego con las acciones escénicas. Llegar a la composición o partitura de acciones, que han ido apareciendo durante el proceso de exploración, investigación – creación.
La dramaturgia es una función que puede ser realizada por las propias actrices, actores, bailarinas, bailarines, de manera colaborativa y procesual, o bien asumida por una persona, a la que asignaríamos el rol de dramaturga.
La dramaturgia suele ejercerse en las tres fases del proceso de creación de una pieza: en la fase previa, durante la fase de desarrollo de los ensayos y en las fases finales en las que la pieza acaba por adquirir unos perfiles y una forma definida y concreta, sea esta más abierta o más cerrada.
En la fase previa a los ensayos solo existen unas vagas inquietudes, una necesidad de ponerse a crear una nueva pieza. En esa fase previa aparecen los materiales punto de partida: algún suceso, imágenes, algún objeto, una música, un gesto o una frase física o coreográfica, una frase verbal o un texto, alguna idea… De todos los estímulos iniciales, de todos los materiales punto de partida para una creación teatral y/o dancística, hay algunos que serán más adecuados, porque su naturaleza coincide con la del arte de la escena. Me refiero, aquí, a aquellas intuiciones y materiales de naturaleza visual, corpórea y cinética (que posean la capacidad de mutar o evolucionar), ya que la propia etimología de teatro nos advierte de su naturaleza visual, corpórea y cinética (también en lo auditivo). Esa preeminencia de la vista y el oído, los dos sentidos teóricos según Hegel, nos permite la emoción y el pensamiento para construir mitos (historias), hipótesis de mitos o navegar sobre las alas de la contemplación, bajo el fulgor trascendente de la inefable emoción estética.
En la fase de los ensayos, la investigación y la exploración de las acciones, que van apareciendo a partir de los estímulos iniciales y de los materiales punto de partida, la dramaturgia continúa su curso. Ahí la dramaturgia es ese otro juego de distancias para el análisis y la evaluación de todo aquello que va surgiendo en el proceso de ensayos. Por juego de distancias me refiero a la capacidad para estar dentro, en el calor ígneo de la creación, y, de repente, estar fuera, sin dejar de estar dentro, para escuchar integralmente y observar aquello que está surgiendo o que ya ha surgido (las acciones diversas) y calibrar su pertinencia respecto a un sentido perceptible (aunque en esta fase aún no resulte del todo explicable o justificable). Ese sentido siempre va a obedecer a criterios subjetivos del gusto que, en el fondo, no solo están ligados con tendencias, cánones o modas estéticas, sino también con los referentes artísticos y vitales asimilados y, más profundamente aún, con las necesidades e inquietudes existenciales, filosóficas, ideológicas y con la conjugación de los valores éticos.
Si la dramaturgia es ejercida por la propia creadora o creador, actriz, actor, bailarina, bailarín, ese juego de distancias resultará un vaivén muy productivo y enriquecedor: ahora me dejo llevar por la acción escénica, por aquello que el propio cuerpo me pide, una vez concentrada mi atención en la situación escénica y en los elementos diversos con los que estoy trabajando y relacionándome; ahora analizo su sentido y su relación con otras acciones, para cambiar algo, para añadir o quitar.
La improvisación implica esa escucha-observación respecto a las energías internas y externas, las sensaciones, las emociones, las imágenes que aparecen, los impulsos de movimiento físico y anímico (corporal y vocal). Se trata de una atención plena, semejante a la de la meditación Vipassana, por ejemplo, en la cual existe una ecuanimidad respecto a aquello que surge. Aunque en el proceso de creación teatral, más que la quietud meditativa típica, se dan distintos movimientos del cuerpo y de la mente, que tienden a manifestarse con libertad, dentro de un control y una atención que forman parte del propio entrenamiento actoral. Hay un cultivo que hibrida técnicas al interiorizarlas y que adoptan ser el sostén de esos movimientos libres que nacen en las improvisaciones y durante el periodo de ensayos.
De lo informe e injustificable, a través de la dramaturgia que observa y escucha las necesidades e impulsos del cuerpo, sus gustos y anhelos, va fraguándose algo nuevo y único.
En la última fase la función de la dramaturgia se vuelve más extrema. Empezamos a calibrar el alcance de la partitura de acciones, a sopesar su estructura, a explorar la propia lógica de la forma y la duración de las acciones y su agrupación en secuencias o segmentos, las transiciones entre esos segmentos, el inicio, el final. La puesta en cuestión de lo realizado, la experimentación sobre las variaciones sutiles que pueden aparecer al repetir y actuar la pieza, etc. La dramaturgia se vuelve más consciente en la fase final, cuando procuramos la concreción de la pieza.
Dentro del festival Catro Pezas del Teatro Ensalle de Vigo, pude asistir a una de esas piezas únicas, especiales, alejada de las tendencias en boga y de los modelos más transitados. Me refiero a SEMPREVIVA. A RAÍZ DA CASA de Estela Lloves (Cía. Arraiana), que se estrenó el fin de semana del 16, 17 y 18 de noviembre de 2018.
Arraiana, el nombre de la compañía, es, en cierto sentido, una declaración en si misma: fronteriza, en los límites.
Sempreviva. A raíz da casa bien pudiera ser un ejemplo de lo que he intentado explicar: una pieza en la que, más que interpretar X, nos encontramos con alguien que actúa y que nos presenta unas acciones escénicas, cuya composición parece haber cuajado gracias a un proceso abierto de auto-observación y escucha: una dramaturgia meditativa.
Sempreviva. A raíz da casa es un solo de Estela Lloves, con la mirada externa y la colaboración de Mónica Valenciano y Geni Iglesias. Música de Hada Benedito e iluminación de Antón Forguerón y Thomas Toutain. Su creación fue auspiciada por el programa Residencias Paraíso de Galicia, el Teatro Ensalle de Vigo y Zeller Kultur, Radolfzell de Alemania y recibió una ayuda de la AGADIC de la Xunta de Galicia.
Los programas de residencia son incubadoras que facilitan el alumbramiento de criaturas diferentes a los estándares más comerciales. Nadie podría prever ni imaginar lo que Estela Lloves comparte con nosotras/os en esta pieza. Nadie podría imaginar una pieza así. Esto no pasa con toda la danza contemporánea ni con todo el teatro, que la mayoría de las veces nos resultan previsibles o, como mínimo, responden a la idea preconcebida que tenemos del teatro y de la danza o de la coreógrafa, dramaturga o directora X. Las residencias ofrecen el espacio y el tiempo para la experimentación, para la búsqueda, para perderse y encontrar nuevos caminos. Porque, además, esos espacios casi siempre suelen ofrecer el acompañamiento y el diálogo con otras/os artistas, en sintonía con la creadora.
¡Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien en el teatro! Y eso pese a que, en esta última pieza de Estela Lloves, también hay momentos muy crudos, que remiten a asuntos jodidos. Por ejemplo, la inmisericorde espada de Damocles de la utilidad, que amenaza e intenta aniquilar a las personas que quieren y necesitan no solo hacer teatro o danza, sino hacer su teatro y su danza, al margen de las convenciones y de las modas, al margen de lo comercial o de lo más programable en los teatros y auditorios. La utilidad, el utilitarismo vinculado al dinero y al consumo.
Me lo pasé bien, me reí y flipé mucho con esta Sempreviva. A raíz da casa de Estela Lloves porque pude sentir su libertad como creadora, como artista y, al mismo tiempo, esa raíz honda, no solo con lo humano, con lo existencial, sino también con el momento sociopolítico y sociocultural que estamos viviendo:
«A pantalla grande, máis grande, máis grande aínda. A pantalla grande» / «Onde queres sentar: aquí ou aquí?» / «Ti sabes quen es? Quen es?» / «Pero que fas? Imos ver unha cousa: ti que queres, eh? Fala, fala, fala, non teñas medo.» / «Se non perderas tanto o tempo. Na vida hai que facer algo, hai que ser algo. Facer algo útil, que sirva.»
(La pantalla grande, más grande, más grande aún. La pantalla grande. / ¿Dónde te quieres sentar: aquí o aquí? / ¿Tú sabes quién eres? ¿Quién eres? / ¿Pero qué haces? Vamos a ver una cosa: ¿tú qué quieres, eh? Habla, habla, habla, no tengas miedo. / Si no perdieses tanto el tiempo. En la vida hay que hacer algo, hay que ser algo. Hacer algo útil, que sirva.)
Un juego en el que la performance vocal, gestual y dancística desmigajan la lógica trillada del discurso teatral, incluso del discurso alternativo teatral (siempre bien hilado o roto a través de los recursos retóricos típicos de la poesía literaria). Estela Lloves estrella con nosotras/os y contra nosotras/os el concepto de texto, destejiéndolo en repeticiones, en canto, en gromeló (lengua inventada), en juegos fonéticos, en danzas vocales insospechadas, en viajes alucinógenos a la raíz misma de las palabras, tan desgastadas por el utilitarismo de los textos bien hilados, tan desgastadas por la propia sintaxis.
Estela Lloves va a la raíz de la expresión y permanece en la médula del sonido, en la médula de las entonaciones, como movimientos que nos pueden transportar a esos lugares donde las palabras y los gestos, las miradas y los cuerpos, alcanzan significaciones intensas. Por ejemplo, las relaciones, nunca inocuas, entre TI (tú) y EU (yo), cuando juega a repetir el TI (tú), la segunda persona que funda el drama, y el EU (yo). El EU (yo) se convierte casi en un ladrido EuEuEuEu y el TI (tú) se convierte casi en una flecha TiTiTiTiiiiiiii… «EU A TI TE, EU A TI TE…» (Yo a ti te, yo a ti te) y en el silencio sigue la expresión: «Eu a ti te…» (Yo a ti te) y nosotras/os podemos acompañar la acción del silencio, como un eco de lo antedicho, como una prolongación energética del gesto y de la mirada…
Sí, Estela Lloves, con su bata de trabajo y su cabello recogido, con una raya roja pintada desde el entrecejo hasta el pecho, marcando las dos mitades del cuerpo, una raya de maestra de rituales mágicos, hace un trabajo con la modulación de las energías que el cuerpo, la voz, la intención, la mirada y algo que viene de la raíz misma, produce.
Se trata de una danza o musicalización de la energía que se despliega desde el saludo inicial, en la entrada de la sala, hasta los desbordamientos en algunos clímax vocales y dancísticos.
Ese modelaje de las energías envolviéndonos se muestra claro, por ejemplo, en la secuencia del gromeló (lengua inventada que puede parecerse en la forma a cualquier otra lengua real: el ruso, pongamos por caso). Con el gromeló al público, Estela, hace un viaje expresivo y emocional que nos lleva, sin necesidad de significar con locuciones los actos de habla ilocutivos por los que transita.
La Siempreviva es una planta resistente a las dificultades que le puedan impedir crecer, tiene flores hermafroditas. A parte de las múltiples propiedades curativas de esta planta, según la leyenda, es protectora del hogar contra los rayos, el fuego y los malos hechizos. La Wikipedia no se equivoca mucho con la descripción de la última pieza de Estela Lloves.
P.S. – Sobre la obra de Estela Lloves, en esta misma sección de Artezblai, también puede leerse:
“Danza y poéticas postdramáticas”, publicado el 5 de abril de 2013. Sobre su pieza Doce apertas para cre(c)er (2013).