Sin discurso ni recurso
Andan revueltas las aguas políticas de tal manera que los remolinos pueden afectar a nuestro futuro. Todo es relativo, sobre todo en estos tiempos del relativismo activo, el que inmoviliza y se disfraza. Parece que damos siempre por supuesto que lo conseguido en algún momento histórico, conseguido está, y que no se va a retroceder. Y por lo tanto no se puede, tampoco, revisar para mejorar y crecer de manera positiva. Es una actitud muy poco constructiva, ya que al dar por cerrado el caso, o el asunto, se impide cualquier idea de cambio. Lo que deja sin posibilidad de superar las posibles deficiencias del sistema o se mantiene en un estadio nebuloso, muy neoliberal, todo lo relacionado con la Cultura y, de manera muy expresa y evidente, a las Artes Escénicas.
¿Existe diferencia en la gestión de los asuntos culturales de un gobierno de izquierdas, de centro o de derechas? Ya sé que estos asuntos son entretenimiento de unos cuantos vagos que tenemos asegurado el cocido, la cama y hasta la calefacción, que lo importante es saber si nos han concedido la beca, la ayuda de Iberescena o salimos en el reparto de una serie televisiva mala, pésima, pero que nos ayuda a pagar la hipoteca. Es el día a día, lo miserable, lo tangible lo que nos preocupa y no sé si nos ocupa. Lo otro, es marear la perdiz. Las subvenciones, los circuitos, las contrataciones es lo mollar. Lo otro, es una pesadez. Si me contratan a mí, a mi espectáculo, a mi obra, entonces está todo bien. Y si no, nos quejamos en la barra del bar, hacemos un comunicado, nos apuntamos a alguna asociación y esperamos mejores resultados.
¿En quién delegamos las decisiones? ¿Quiénes deciden lo que va a suceder en nuestros escenarios? ¿En qué fundamentos se basan para fabricar reglamentos, convocatorias de subvenciones, decisiones estructurales y presupuestos? Se puede contestar de manera displicente, ácrata, bohemia, pero la verdad, lo cierto, lo que no cambia es que para que se levanten los telones de los teatros públicos, para que se contraten espectáculos, para que se potencien las escuelas de artes dramáticas, para que la cultura sea un bien democrático, hay unas elecciones, unos partidos o agrupaciones, unos políticos que acaban haciendo unas políticas o algo similar. Y el mirar desde la distancia estos movimientos, el creer que todo está resuelto es una actitud entreguista, una manera de que todo vaya funcionando dentro de una rutina y una incoherencia que solamente beneficia a unos pocos, muy pocos, y que repercuta en la salud cultural, democrática, profesional y de felicidad.
Sin discurso, no hay recurso posible que el de los que tienen el boletín oficial, el presupuesto y los medios de producción: las salas de teatro. El teatro comercial, el independiente, es subsidiario de esas decisiones. Por lo tanto, quizás sea un buen momento para recapacitar, para organizarse, para procurar propuestas que intenten cambiar lo existente, para mejorarlo, para consolidarlo, para hacerlo más eficaz y democrático. Y lo cierto, lo más sorprendente, lo que puede causar un caudal sospechoso es la dificultad de diferenciar la gestión cultural desde posturas de derechas, de extremo centro o de izquierdas. El PNV, sin ir más lejos, es de derecha nacionalista y neoliberal. Pues en términos generales, todo el sistema de producción, exhibición de las artes escénicas, está bastante bien organizado. Y ahora tienen, hasta escuela superior de arte dramático. O sea, pensemos un poco más.
En las unidades de producción del INAEM no se ha notado, ni por casualidad, el cambio del gobierno. Se sigue en sus constantes conservadoras de siempre. Y ponemos el foco en Madrid, con una Comunidad del PP y un ayuntamiento de la izquierda. Pues lo digo sin despeinarme, consciente, a las siete de la mañana: las programaciones del ayuntamiento, en general, son más reaccionarias que las de la Comunidad. No digamos ya el Matadero, un cajón roto. En los Teatros del Canal, desde hace dos o tres temporadas se pueden ver los espectáculos de teatro y danza más importantes, más avanzados de la producción europea. Por cierto, los públicos van a los musicales, ese territorio estigmatizado.
Sostengo que no se trata tanto de una casualidad, de una coyuntura, como de una realidad demasiado amarga: no existen miradas diferentes para la Cultura. No existen en los partidos políticos secciones que estudien la Cultura como un hecho vivo, como algo que cambia, que es fruto de la ciudadanía y no de esa élite sacralizada que ocupa las listas y los despachos. Para mí esa es una de las causas más obvias de este estancamiento. No existe discurso alguno. Dan ganas de llorar cuando alguien con cargo intenta plantear algo reformista para mañana. Siempre son cosas de ayer, siempre se parte de un inmovilismo reaccionario.
Buenos días, buena semana, disfruten los que vengan a MadFeria, saludos a los que están en Santiago a Mil, en Santiago Off y después encadenarán con el FIBA, el festival de Buenos Aires. Repito una frase contagiosa: “lo que existe es necesario”.