Encuentros en la cuarta mesa
Tengo la sensación de que el paisaje que vislumbro desde la ventana de mi hotel en Donostia me lleva irremediablemente a las obviedades. La belleza empuja a utilizar la razón como transparente instrumento de codificación. Desde un marco incomparable, lo que uno genera es comparable con lo vivido en otras épocas, otros tiempos, otras circunstancias, otros lugares, otras esperanzas y otros momentos políticos. Escribo desde Donostia, en su dFERIA, que cumple veinticinco años, los que hemos vivido uno a uno. Y al contemplar la inmutabilidad de la isla en la Concha, recordamos los bajos del Ayuntamiento como sede central de aquellos primeros años en donde la energía interna caldeaba todos los cuerpos, las ideas y condicionaba las decisiones.
Por eso la obviedad es que hemos evolucionado, que las condiciones objetivas en las que se realiza son infinitamente mejores, teatros mejores, más lugares pensados para la actividad cultural, una estructura engrasada que ayuda a que todo funcione de manera más eficaz y un ambiente social y ciudadano más propenso a la recepción de todas las propuestas artísticas aquí concentradas.
Es una feria, parece un festival, hay mucha actividad y es una plataforma para el encuentro de profesionales de ambos lados del océano, lo que es algo que va creciendo año tras año, es una estrategia que va logrando sus objetivos. Doy fe de que están en Donostia la mayoría de los programadores, gestores, directores de instituciones de primer rango de Iberoamérica, a los que se unen, en goteo, importantes agentes europeos, además de los del Estado español y muchos de Euskadi que tienen la oportunidad de cruzarse. Con estos y con lo ofrecido en los escenarios.
Tengo que hacer un paréntesis. Crece mi animadversión a las fotos de grupo en bares y restaurantes. Sé, por experiencia, que los encuentros en la tercera fase de la cuarta mesa pueden ser definitivos. Es una mala, malísima costumbre. Aunque se propongan lugares adecuados para estos encuentros, al final, todo, o casi todo, se soluciona, o eso parece, en una mesa, puede que sea casual, por ubicación no predeterminada, o buscada, en las barras y mesas donde ya se sirven las copas. Una aclaración: todos van a ver un promedio de cuatro espectáculos al día, por lo que relajarse en la noche es una buena manera de recuperar energías positivas.
Dicho lo cual, tendremos que mirar con detenimiento lo que se ofrece en los escenarios, que es el material que de verdad nos convoca a todos. El gancho, un motivo añadido, es que pueden ser vistos por algunas de las personas que pueden decidir sobre su futuro profesional inmediato, pero lo que debe atenderse es que estamos revisando la última producción de las artes escénicas vascas, o al menos parte de lo más importante, que se mezcla con espectáculos estatales de primer orden, dentro de la clase media alta y algunos trabajos iberoamericanos, bien elegidos. Hay competencia. Y hay material para los aficionados donostiarras que, por lógica, no pueden acudir a todo lo programado, pero han elegido en horario habitual, los espectáculos más atractivos para el gran público. O así parece.
Estamos ante un acontecimiento importante. Y permítanme una reflexión vieja, quizás demagógica, pero que sigue sin evolucionar. El coste de este evento sea el que sea, lo considero oportuno, adecuado. Pero habría que seleccionar bien los rubros. Todo sale de Cultura y se contabiliza en gastos teatrales, pero yo creo que una parte sustancial debería ser asumido por turismo, industria o algo similar, porque hay hoteles, restaurantes y otros servicios que reciben parte importante de su presupuesto. Directamente al material fundamental, los espectáculos, eso es incuestionable, sin condiciones, de Cultura, pero lo otro, dudo. Y no quiero hoy saber los porcentajes para que no me suba la tensión.
Es un placer reunirse en casa con amigos de fuera. Viejos y nuevos. En muchos países los cambios políticos están conllevando cambios en las direcciones de las instituciones. Siempre ha sido así. Y será, y estamos en proceso electoral aquí y eso siempre acaba con algunos movimientos de personas. Que exista dFERIA es un logro para Donostia, Euskadi y el Estado español. Y para los trabajadores de las artes escénicas, es una oportunidad más.