Y no es coña

La Copa de Europa

Debería renunciar a escribir sobre lo que voy a escribir ya que siempre que escribo sobre lo que estoy escribiendo acabo escribiendo de lo que no quiero, ni me interesa nada escribir. Bien es sabido que mantengo una sorda lucha interna, solitaria en lo externo, ya que nada es más querido en tiempos confusos que mantener el orden y la conservación de los valores del pasado en los escenarios y las programaciones, con el teatro clásico español hecho sin punto de vista actual. Es decir, cuando se hace de manera museística que arrastra toda ideología reaccionaria, machista, trentina de esos dramaturgos, algunos excelsos en sus formas, pero muy de su tiempo, es decir machistas, violentos, nacionalistas y ultracatólicos. Ya lo he dicho. Y tendría que callarme.

 

Bien, pues acaba de decir la actual directora general del INAEM que el próximo director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico será Lluís Homar, un actor de esos que siempre causan sensación. Puedo poco hablar de su labor de director, ya que he visto cosas dudosas, y de su época como director del Teatre Lliure, yo no tenía ni conciencia, pues mi distanciamiento de lo que sucedía entonces en Barcelona era bastante notable.

Se le concede cien días y sus respectivas noches, pero sus primeras declaraciones son para ponerse a la defensiva. Asegura que no conoce casi nada del Teatro del Siglo de Oro español, dice, con un sueldo de ochenta mil euros al año, que viene a aprender, lo que entra dentro de lo que un castizo diría, “tiene un morro que se lo pisa”, además puede dirigir un espectáculo y actuar en otro, fuera de ese sueldo, claro está, lo que es bastante goloso para cualquiera, y para acabar con la tomadura de pelo, dice que quiere poner a la CNTC a la altura de la Comédie-Française o de la Royal Shakespeare, y remata, “quiero ganar la Copa de Europa”. 

Me apuesto mi teléfono a que en la Comédie los que la dirigen han hecho Racine, Molière, desde que gateaban, y en la Royal Shakespeare, el acomodador del último piso recita desde la secundaria trozos del Rey Lear a partir de la tercera pinta en el pub. Es decir, estamos ante un nombramiento que nos hace saltar todos los resortes de confianza. No es un emergente, es un actor consagrado, ha hecho mucha televisión y cine, en los escenarios es incuestionable, pero, de verdad, ¿es este el perfil adecuado para una entidad de esta trascendencia para el idioma español y el teatro de capa, espada y honor?

Repito, el INAEM debería ser cuestionado, revisado, repensado, dotarle de unos nuevos objetivos, pero claro, acaba de firmar un contrato a dos meses de unas elecciones para cinco años y su prórroga. Es decir, con los otros nombramientos que vienen ahora, dejan las unidades de producción estancadas en el modelo actual. Para bien o para mal. Con unas estructuras bastante obsoletas, a mi entender, que no están pensadas para la creación artística y cultural de manera eficaz, sino para mantener unas plantillas dimensionadas desde la lucha sindical, no desde la objetividad operativa. 

Sigo escribiendo de lo que no quería escribir.

Vuelvo al nombramiento y sus declaraciones, en las que deja a las claras que no tiene un proyecto claro, que habla de Molière y Shakespeare, pero no menciona a ningún autor del siglo de oro, que deja caer que quiere llegar hasta el siglo diecinueve, ¿y por qué no al veinte? Y con un aplomo caucásico dice que su programación irá “perfilándose sobre la marcha”. O sea, que no hay nada de nada. Y todo lo demás que dice, sobre coproducciones con el Piccolo y el Barbican, con perdón, me suenan a ocurrencias del momento, globos sondas dejados caer para epatar a la prensa local. 

Es decir, desde que está Helena Pimenta al frente de esa Compañía he tenido el honor de que nunca, jamás, se me ha invitado a ningún estreno ni representación en ningún lugar. Conocí el Pavón, cuando fue Kamikaze, no he entrado al Teatro de la Comedia que tantos millones ha costado al erario. Con Lluís Homar, al que conozco antes que a Helena, me puede pasar algo parecido. No creo que mi cutis se resienta, ya mi capacidad de asombro y de indignación la tengo saturada. Le comenté a Fernando Cerón hace unos meses, esta circunstancia de mi exclusión sistemática de esa compañía de todos, más algunas otras cosas, y como si oyera llover. 

Me parece que este nombramiento no ha sido una elección técnica, cultural, de futuro suficientemente viable. Ojalá que, como siempre, esté totalmente equivocado. Los dineros públicos mal empleados nos afectan a todos. Los caprichos en estas instituciones hacen más hondas las grietas entre una política integral, activa y coherente y unas programaciones de escaparate y boato con aires mercantilistas. 

Y de la Copa de Europa, de fútbol, naturalmente, hablamos luego. 


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