Thomas Ostermeier en México
Estamos ante a uno de los mejores directores escénicos europeos, un baluarte del teatro contemporáneo en Alemania. Thomas Ostermeier se presentó en el Festival Cervantino de Guanajuato en México con su versión de Hamlet. Pero antes ofreció una plática en la Cátedra Bergman de la UNAM Universidad Nacional Autónoma de México. Lo que dijo en esa ocasión fue muy interesante para el mundo teatrero que busca constantemente caminos para la creación.
La tradición es mucho más antitradicional de lo que pensamos, y también dijo… en un texto teatral se trata de encontrar la vida y no de analizar la literatura… Lo antitradicional alimentado por la tradición es un tema que me apasiona, así que me adentré en la teoría que da vigor al teatro de Ostermeier (quien dirige la Schaubüne de Berlín) y encontré este ensayo: ¿Para qué sirve el teatro? Que lleva el subtítulo: Un arte maltratado pero siempre poderoso y lo pueden encontrar en: https://ovejasmuertas.wordpress.com/2017/08/22/para-que-sirve-el-teatro-por-thomas-ostermeier/
Ahí Ostermeier presenta su punto de vista sobre los efectos de la avidez económica en la sociedad, y cómo este fenómeno afecta al teatro. Analiza las razones por las que el teatro institucional ha sido abandonado en pro de pequeñas compañías llamadas de Teatro Libre:
Con el pretexto de estimular a las organizaciones independientes, se busca enfrentar a los protagonistas de ese medio uno contra otro. Los promotores del teatro libre, también llamado off, claman que podrían hacer un uso mejor de las sumas destinadas a las instituciones públicas, lanzándose así, seguramente sin quererlo, a una apología de la tendencia vigente: les podemos ofrecer más arte por menos dinero. No resulta sorprendente que esa retórica fratricida encuentre un creciente eco en los consejos municipales y en los responsables de cultura. Pues el “teatro libre” presenta una doble ventaja: su atractivo nombre evoca juventud, la rebeldía y el romanticismo; a las vez que se presta a financiamiento de una extraordinaria flexibilidad. En efecto, nada impide a los responsables políticos anular sus subvenciones, o cambiar por otros artistas… como se hace con cualquier producto comercial.
Ostermeier inició su carrera con un singular proyecto: Fausto/Artaud en el que trata de encontrar un camino nuevo para el teatro basándose en una premisa de Artaud: la presencia indispensable del cuerpo en escena. En esta dicotomía encontramos sus raíces, por un lado un deseo imperioso de transformación y búsqueda constante del arte teatral, ligado a Artaud, y por el otro anclar sus raíces en una tradición que nos alimenta y vivifica, Fausto. De este modo denuncia en el ensayo citado…
En los últimos años, la creación teatral adoptó las teorías no siempre luminosas sobre la postdramaturgia y la “performance”. Extrañamente, las formas renovadoras aparecidas en la década de 1970 y 1980 continúan orientando el credo estético de muchos festivales, aunque en esa materia los imitadores están lejos de equipararse con sus modelos. Los ingredientes de esa chata vanguardia que pretende ser ejemplo del teatro moderno.
Las bases lógicas de ese teatro se apoya en la idea de que la acción dramática es de otra época; que el hombre no puede entenderse como dueño de sus acciones; que hay tantas verdades subjetivas como espectadores en la sala; que los acontecimientos representados en el escenario no expresan ninguna verdad válida para todos; que nuestra experiencia fragmentada del mundo sólo encuentra traducción en un teatro también fragmentado, donde los géneros se yuxtaponen: cuerpos, danza, fotos, vídeos, música, palabra… Esa fusión sensorial dice al espectador que jamás podrá descifrar ese mundo caótico, y que, por lo tanto, no tiene sentido buscar vínculos de causalidad o culpables (…) En un mundo dominado por la doctrina neoliberal, nada será tan grato a sus beneficiarios como esos supuestos: nadie es responsable de nada, y la complejidad del mundo hace que sea ilusoria cualquier tentativa de identificar sus mecanismos.
Por supuesto que Thomas Ostermeier encuentra ejemplos bien logrados de nuevas complejidades teatrales, como la del dramaturgo suizo Milo Rau que tiene un acercamiento al drama casi periodístico. El director alemán también señala que esta confusión de géneros se debe a la falta de integración de problemas actuales en la dramaturgia contemporánea que muchas veces olvida los conflictos de todos los días, incluso en el trabajo de los actores, para dar una versión estática-estética alejada de la realidad.
En México Ostermeier presentó su versión de Hamlet de Shakespeare, que pone el acento en la corrupción del reino de Dinamarca, una corrupción que alcanza sobre todo a los jóvenes. Pero otra de las obras que lo han convertido en uno de los mejores directores europeos en la puesta en escena de Un Enemigo del Pueblo, de Henrik Ibsen una obra en la que sin proponérselo el público participa… un retrato feroz de la sociedad que prefiere la autodestrucción antes que buscar la verdad y la justicia…
Para terminar recordemos otra idea de Ostermeier que da cuenta de sus raíces brechtianas: El teatro no es un sitio para iniciar una revolución, pero tenemos la misión de ser un espejo de la sociedad.
Enrique Atonal,
París octubre de 2019