Críticas de espectáculos

Ñoña Inés / Tulipas / IV Muestra Ibérica de Artes Escénicas

Jornada para la humildad

En los festivales, ferias y muestras de artes escénicas suelen coincidir espectáculos que llegan precedidos de un prestigio y bondades artísticas fuera de lo común. Por lo general, son montajes de medio y gran formato que cuentan con presupuestos económicos generosos y están avalados tanto por sus trayectorias históricas como por una buena campaña de promoción. Y, en la mayoría de los casos, el resultado es más que digno, no defraudan, aunque pequen de presunción.

 

Por el contrario, también hay espectáculos que, bien por su formato pequeño o porque la trayectoria de la compañía sea todavía corta en el tiempo o porque ¡vaya usted a saber!, el caso es que apenas provocan atención dentro del conjunto del evento ferial. Pero, sin minusvalorar a aquellos ni pretender subir a los cielos a éstos, en la IV Muestra Ibérica de Artes Escénicas (MAE) que se celebra en Cáceres, el primer día se ha podido ver dos espectáculos que, cuando menos se pueden calificar de humildes y frescos tanto por las puestas en escena como por las temáticas de sentido transversal.

En este sentido, y sin que el orden implique mayor o menor calidad, es preciso mencionar a ‘Ñoña Inés’ de la compañía extremeña Cíclica Teatro, y ‘Tulipas’ de las valencianas Decopivolta Teatro, éstas representadas en calle y el primero en una sala no teatro habitual.

Con respecto a ‘Ñoña Inés’, de Nuqui Fernández y Jonathan González, la obra presenta un monólogo gracioso, chispeante y con enjundia con el tema de Doña Inés en la obra de ‘Don Juan Tenorio’ de Zorrilla como protagonista de un feminismo, si no reivindicativo, sí capaz de trastocar la historia original del romanticismo decimonónico a una relación amorosa más actual. Ése podría ser y es el planteamiento más profundo de la pieza que toma a Doña Inés como un juego o juguete escénico para realizar una parodia donde salen a relucir mil y una cuestiones transversales tomadas de la cotidianeidad.

En sentido estricto, la narrativa se apoya en un personaje femenino que se presenta disfrazado de una cereza enorme y que se predispone a ensayar para poder hacer un casting al que ha de llevar un disfraz –un grotesco hábito de monja reciclado con lo que tiene a mano-, ha de llevar aprendido un texto –la carta que recibe Doña Inés–, ha de improvisar, cantar y tocar un instrumento. El aparente caos expositivo del personaje neófito posee una fuerza arrolladora por parte de la actriz Nuqui Fernández que apenas tiene un respiro en los sesenta minutos que dura la función.

La puesta en escena aporta simpatía, gracia y versatilidad. La actriz juega con el móvil, con los disfraces, con los objetos, con el público al que atrapa desde que hace toma de presencia. La puesta en escena dialoga constantemente con el sentido de ser actriz, de dedicarse al teatro como profesional; pero no hay acritud ni reproches ni victimismo –tanto por ser mujer como por la profesión–, hay apuntes sutiles que va dejando caer a modo de apartes y que, además de cómicos, hacen tomar conciencia para reflexionar.

El sencillo, pero efectivo montaje escénico de esta ‘Ñoña Inés’ admite tanto espacio reducidos como otros de más envergadura. Y es que, con lo mínimos elementos sobresale la excelente actriz que saca partido de su físico, de su gracia innata, de su sonrisa permanente, de su simpática gestualidad, de la musicalidad de su voz, de su capacidad portentosa para abordar cualquier situación; saca partido de su aptitud para empatizar.

Con todo, podría pensarse que el espectáculo paródico podría ser una simple “payasada” en el sentido despectivo del término, pero no, tiene momentos donde la actriz demuestra sus dotes para recitar el clásico de Zorrilla con la mayor responsabilidad. Es decir, el montaje se abre a un público heterogéneo, desde el cultismo literario al más escéptico, desde centros educativos al cabaret. Con humidad, pero con una enorme energía escénica hay que brindar por una larga vida a esta “Ñoña Inés”.

El otro espectáculo que, sin excesivas pretensiones ha pasado por el primer día de MAE, destaca por su frescura, simpatía y comicidad, es ‘Tulipas’, una idea original de la compañía Decopivolta Teatre que se desarrolla en un espacio de calle acotado por tres caravanas de camping conformando una escenografía de teatro ambulante. Una caravana abierta por el lateral acoge una especie de escenario donde se ver el interior de una vivienda en la que existen dos lámparas con tulipas, obsesión de la inquilina Mari Carmen con un apellido vasco difícil de reproducir. No obstante, la puesta en escena que se realiza ante una grada provisional que forma parte de la escenografía ambulante, juega con la palabra y con el público en un cuerpo a cuerpo cómplice lleno de comicidad.

La dramaturgia muestra a una comunidad de vecinos –el público y las protagonistas- que se enfrenta a una junta vecinal donde se tratarán temas de “sumo interés”, entre otros unas reformas que implica la participación colectiva. Con esto, una entrometida y pizpireta vecina se autoproclama Presidenta por medio de una votación amañada a mano alzada. La reunión tiene varios puntos a tratar: la falta de comunicación –“nos hablamos poco” – el desconocimiento de unos y otros, la puerta del portal se queda abierta, y un asunto de decoración del portal. Vamos, una comunidad de vecinos muy común.

El juego escénico se plantea en una interacción constante entre la absorbente “presidenta” y el público. Como antagonista aparece una vecina, Victoria, hippie, excéntrica y artista diseñadora que está dentro de la lista de los moroso; pretende saldar su deuda con el trueque de varios cuadros en los que dibuja una tulipa relacionada con objetos un tanto surrealistas. Las situaciones se completan con acciones de gran comicidad: el diálogo con la técnica que maneja el sonido, el obsequio de las madalenas caseras, el baile, la propuesta de talleres en el portal para enseñar a los vecinos yoga, las votaciones con la participación del público… El espectáculo transmite ironía, gracia y complicidad.

Decopivolta Teatre, o Laila Soles y Mari Marcos, dirigidas por Jimena Cavalletti, realizan un espectáculo de calle, por aquello de la escenografía, pero también podría desarrollarse en otros espacios convencionales puesto que el juego escénico y la narrativa tiene más potencia que la mera escenografía. Quizá este montaje se podría desarrollar en otros espacios, que la compañía debería explorar. ‘Tulipas’ rebosa simpatía con un buen trabajo de las actrices que bien merecen más atención.

En definitiva, la primera jornada de esta IV edición de MAE de Cáceres, quizá hubiera transcurrido como un día de feria de teatro común entre la multitud de ferias de España, pero estos dos espectáculos comentados han significado algo singular. Tanto ‘Tulipas’ como ‘Ñoña Inés’ destacan por su humor, ironía y humildad.

Manuel Sesma Sanz


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