Suenan los tambores
Las competencias en la gestión de la Cultura en España es compleja. La diversidad institucional entre las instituciones generales, las autonómicas, las forales y las municipales generan espacios fronterizos en las competencias de cada una de ellas, que se solucionan como se puede, con algún quiebro sibilino y con las complicidades de las otras mirando hacia otro lado. Las comunidades autonómicas se responsabilizan del apoyo a la creación, fundamentalmente con programas de subvenciones a los creadores. Coordinan los circuitos autonómicos y crean programas específicos de circuitaje y gira. El gobierno central plantea apoyar indirectamente la creación a través de órdenes para fomentar las giras artísticas y la producción de espectáculos con una definición y desarrollo cogido como mínimo con pinzas. Las diputaciones no tienen el mismo peso en todas las comunidades autónomas. En la Comunidad Autónoma Vasca y en la Navarra, las diputaciones son las recaudadoras de los impuestos y financiadoras de sus gobiernos autonómicos y, lógicamente de los ayuntamientos de cada territorio.
En el resto del Estado español las diputaciones tienen un peso específico menor. Entre las diputaciones hay una amplia gama de intervenciones distintas; desde gestión directa de espacios y festivales, gestión de becas de formación, hasta la pura financiación de los ayuntamientos, acaso la más generalizada. Pero no podemos olvidar que la base administrativa de la Cultura en España, la administración que cuenta con la red de exhibición más potente tanto en espacios como en eventos, certámenes y festivales es la administración local. En el momento que los creadores reciben los apoyos desde los gobiernos correspondientes deben acudir, en un noventa por ciento de las ocasiones, a los espacios o festivales municipales para que sus espectáculos lleguen al público. Y hablo de lo público, lo privado tiene otro recorrido de corte más comercial, en general. Es decir, los municipios sujetan y sostienen la creación en España en el sentido de facilitar que en una gran medida los espectáculos lleguen al público, y que los artistas puedan trabajar continuada y regularmente, alejándose de la beneficencia y pudiendo vivir con dignidad de su trabajo artístico.
En el “Estado de Excepción de los aplausos” que estamos soportando, motivado por la aparición del coronavirus, se ha puesto en funcionamiento una gran maquinaria publicitaria, de pensamiento único, castradora de derechos y libertades con el buenismo de los aplausos a todo aquel que pase por la calle a las 8 PM. Este buenismo ha generado una nueva institución, la denominada “Gestapo de balcón”, denunciadora de todo aquel que se mueva fuera de la hora indicada. Lo que en el cole llamábamos los “chivatos” de la clase. Tras estas aportaciones, y otras… los ciudadanos nos hemos quedado en casa con mejor o peor humor. ¿Qué hemos hecho durante este período? ¿Qué seguimos haciendo? ¿A qué actividades hemos recurrido con más frecuencia durante este periodo? Y es aquí donde percibo los aspectos más positivos y optimistas de cara al futuro.
Hemos comido como si no hubiera un mañana y hemos bebido sin el miedo de los controles de alcoholemia. Hemos hecho tablas gimnásticas con mayor o menor acierto. Hemos aplaudido a las 8, y valorado eso que dicen “lo mejor del Ser Humano”. Hemos visto las noticias y las secciones de “buenos” y también las de los “malos” ciudadanos, las de los insolidarios y egoístas. Las redes sociales han echado humo, y los chistes han circulado sin parar. Pero en gran medida, en una gran proporción hemos consumido productos culturales de todo tipo: recuperando lecturas pendientes, escuchando música durante horas, viendo series, películas y documentales. Entretenimiento, cultura, información, formación, opinión… ¡qué más da! ¿Qué haríamos si en la próxima pandemia no queda ni un artista disponible, si no existieran canciones nuevas, si no se hubieran filmado documentales, si todas las series de televisión ya estuvieran vistas en la pandemia anterior, si se hubieran quemado los libros…? Pues cuidado, no permitamos que quemen los libros, peor, que lo quemen todo.
A diferencia que en la crisis de 2008, el sector está más atento, más preparado, más organizado, más beligerante porque en el 2008 las consecuencias fueron tremebundas, duraderas y demoledoras. De hecho, todavía no se ha llegado a los niveles presupuestarios que había antes de 2008. Y llega un coronavirus, a modo de tsunami económico que arrasará con los presupuestos públicos y dejará además los teatros y los auditorios cerrados. Esta crisis del coronavirus es más letal que cualquier otra crisis anterior. Se le ha ocurrido a alguna mente pensante que la forma de cargarse definitivamente este sector, que tanto molesta, es castrándolo, clausurando sus recursos, atándolo de pies y manos, impidiendo que pueda defenderse, quitándole sus butacas, confinándolo al ostracismo, sencillamente cerrándolo. La clase política, lo escribí en el artículo anterior, compromete su palabra, promete implicación y apoyo especial a la Cultura, pone cara de responsabilidad y consciencia de lo grave de la situación. Los políticos hacen todos esos gestos públicos, declaraciones y entrevistas. Y exactamente cuando se apagan la luces, cuando se apagan las cámaras, cuando se cierran los micrófonos… se apresuran a encargar la devolución de los dineros de la Cultura y a diseñar los próximos presupuestos culturales a la baja. A condenar a la profesión artística a una beneficencia (todavía por ver), al ostracismo, a la desaparición y clausura.
Suenan los tambores, y suenan los tambores con fuerza. Y sonarán más porque hay mucho en juego. Tenemos un futuro amenazado, existe un peligro real de supervivencia, se ha creado un estadio propicio para la desaparición y aniquilación del sector cultural en vivo de un país. No somos ni Alemania, ni Francia, ni Bélgica, ni Suiza, ni Holanda… no son realidades comparables, ni inversiones de dineros públicos similares. Tema para otro artículo. Hay que consolidar las medidas de apoyo, hay que conseguir compromisos concretos y reales con referencia a todas las medidas presentadas en las últimas semanas. Hay que trabajar con Sanidad para buscar maneras eficaces de protegerse y que permitan la apertura de los espacios a full. Hay que consolidar las redes de distribución de las artes en vivo. Habrá que recuperar la confianza del público. Hay que hacer muchas cosas. Por ahora, sólo suenan los tambores…