Más reciclaje
Desde que comencé mi vida laboral oficialmente remunerada, incluso desde antes, se me hace difícil recordar por cuantos trabajos he pasado. De niño mis deberes a cambio de una mesada eran cortar el pasto y regar el jardín. No lo hacía con mucho agrado, sobre todo sabiendo que míos amigos jugaban, pero la mesada me permitía comprarme algunos juguetes y revistas.
Ya en la universidad, la economía familiar estuvo un tanto famélica, por lo que me vi forzado a trabajar como fotógrafo de matrimonios, mesero, fabricando artículos de cuero, haciendo clases de matemáticas a escolares complicados, incluso les hice clases de una computación en ciernes a mis profesores. Por supuesto, como estudiante de arquitectura, tuve que hacer maquetas, planos, perspectivas, y cualquier cosa que me fogueara como futuro profesional.
Ya egresado y sin trabajo en lo que había estudiado, conseguí trabajo en una agencia de publicidad, con el rimbombante título de, creativo.
Fui instructor de Alas Delta y también de Parapente, administré una gasolinera, tuve un pequeño negocio de distribución de frutas y verduras. Por supuesto trabajé como arquitecto de empleado en oficinas establecidas, incluso lo hice con 2 premios nacionales de arquitectura y como arquitecto independiente he diseñado y también construido, de todo un poco.
Los últimos años estuve dedicado a la arquitectura inmobiliaria y primero por el estallido social que se dio en Chile y ahora por la pandemia, desde hace demasiados meses ya, dejé de ser arquitecto remunerado.
Nunca se me ha caído la corona como para efectuar el trabajo que sea y cuando debí ir al mercado agrícola a las 5 de la mañana, compartí e hice muy buenas amistades con El Laucha, El Jhony, El rey del poroto verde, y un sinfín de personajes de gran valía.
Tengo la suerte de vivir en un lugar con suficiente espacio y estoy fabricando muebles con madera reciclada que obtengo al recolectar pallets en desuso de los barrios industriales. Nuevamente me estoy re encontrando con lo sencillo de la vida. Me he cruzado con gente que recolecta papeles, metales y cualquier cosa que pueda ser vendida en el mercado del reciclaje. Desde personas muy educadas y bien vestidas conduciendo autos muy limpios, a otros más desaseados a bordo de camionetas a punto de desmoronarse. Sin prejuicios me he encontrado con la esencia de las personas y no con esas apariencias ridículas que en más de alguna ocasión todos tratamos de proyectar.
Por otro lado, al trabajar las maderas, gradualmente voy descubriendo sus vetas, sus colores, incluso sus aromas.
Aquí estamos cerca de que comience el invierno y los fríos ya se hacen notar, por lo que los recortes de madera los voy quemando para temperar el taller improvisado que hicimos con mi pareja utilizando lo que tuviésemos a mano. Mucho plástico y poca aislación.
También me he re encontrado con ella. Los 2 somos arquitectos y estamos disfrutando al diseñar no solo la funcionalidad, sino también decidir las formas los colores, las proporciones, las texturas… Estamos compartiendo nuestra pasión desde la simplicidad. De cierta manera estamos reciclando nuestras vidas.
Con este escrito no pretendo inmolarme como un mártir sufriendo por la situación imperante, sino dejar en evidencia que el volver a las cosas simples puede ser una experiencia muy gratificante. Por supuesto se debe tener la calma y por sobre todo, la compañía emocional necesaria como para buscar un rumbo diferente al habitual, eso, hasta que la tarjeta de crédito reviente o el nuevo rumbo comience a rentar, y si no resulta, otra puerta se abrirá.