Todas las dudas; la duda
Las dudas, la duda, puede ser un motor creativo, investigador, que coloque a los sujetos en estado de alerta creativa constante, pero cuando la duda se hace estructura se puede convertir en un lastre. Maldigo todas las dudas que la mala fe, la incapacidad de gestión, las luchas partidistas, la utilización de la pandemia del coronavirus como ariete político han ocasionado. No es de recibo que en una orden ministerial se mencione detalladamente todos los sectores afectados por las restricciones y no sean capaces de poner ni una línea, ni un adjetivo, sobre la Cultura en vivo, es decir las artes escénicas y musicales. Marcan el porcentaje de aforo en los lugares para el culto religioso, pero nada sobre donde los cultos e incultos, encuentran una forma de identificarse, de sentirse vivos y participativos de un acto único. El teatro, la danza, la música interpretada allí, en ese instante.
Esta actitud despreciativa es la que duele de verdad. Y posiblemente yo no esté de acuerdo con muchos de los lloriqueos, de los ofendiditos, de los oportunistas que aprovechan esta situación para hacer una apología del teatro como entretenimiento mercantil, pero no es de recibo que un comunicado del Ministerio de Cultura y Deporte diga que no se alteran los aforos de los teatros, cuando nadie tiene autoridad en los teatros para eso, ni para lo contrario. El INAEM puede hacer lo que quiera con sus unidades de producción y sus teatros, pero existen otros teatros de titularidad de la Comunidad de Madrid, y una inmensa mayoría de los ayuntamientos, que es la norma de todo el reino de España, que no saben a qué atenerse de manera clara. Y lo que es peor, tanta duda, tanta falta de claridad influye, digan lo que digan los optimistas, en la presencia de los públicos, que es, al menos en teoría, la otra parte esencial y para quien se hace, precisamente, la creación en artes escénicas. Y lo digo con conocimiento de causa, ya que con excepción de un día que hubo una confusión, he ido todos los días de la semana pasada al teatro y sé lo que estaba lleno, lo que estaba a medias y lo que estaba sufriendo demasiado.
Pero tengo algunas dudas que me encantaría plantear aquí. Estaba programado en el Teatro Valle-Inclán, perteneciente al CDN, la celebración del Salón Internacional del Libro Teatral que organiza la AAT. Pues bien, hace una semana o algo más recibimos un comunicado diciendo que se aplazaba, debido a la situación planteada por la pandemia. Un disgusto más, pero leyendo mejor el comunicado este aplazamiento es una decisión del servicio de prevención de riesgos laborales del INAEM. Esto es oficial, es decir, una decisión que pertenece a un ámbito ¿sindical? Por lo que la duda razonable es, ¿quién manda en el INAEM? ¿Quién manda en los teatros del INAEM? Si celebrar un acto de estas características puede ser un riesgo laboral, ¿qué hubiera pasado con expositores, participantes y público? Es más, y aquí lamento escribir sin tiempo de comprobar, en las salas del CDN, los servicios de portería y acomodación lo realizan unas personas con un uniforme de una empresa privada, ¿a qué corresponde esta situación? ¿Es un suplemento o es una sustitución de los titulares de siempre a los que no se les ve? Cosas de la falta de transparencia.
Uno tiene dudas y más dudas. Y ahora por una serie de casualidades y de declaraciones, la duda grande la provoca las declaraciones de los irresponsables de la presente edición del FIT de Cádiz, ya se sabe, hay una dirección nombrada a dedo, recomendada (o impuesta) por el INAEM, de una pareja, cosa que es muy reconfortante para la conciliación familiar, y que el ayuntamiento de Cádiz debe entender que eso es lo correcto porque en su formación política es la norma. Pero no es normal, no. Como no es normal que tengan tanta desfachatez en el lenguaje empleado para presentar una edición que cuenta con un presupuesto igual que el año anterior, que ha suspendido muchos de los actos académicos y de convivencia, lo que es un ahorro de dinero bastante notable, que presenta una programación cosida con alfileres, pero que tienen la cara dura de hablar de “resurgir” como si estuviera muerto, diciendo que Cádiz es un ciudad ideal para un festival, cuando lleva más de tres décadas con ello, es decir que la duda es si Fernando Cerón, responsable de su nombramiento, está de acuerdo con esta operación de derribo de la memoria de los años anteriores de un festival que era una de las pocas puertas de entrada del teatro iberoamericano a la península y por el que han pasado la inmensa mayoría de quienes hoy son figuras internacionales y cuando llegaron por primera vez al FIT eran promesas, descubrimientos del equipo de dirección.
Faltarle el respeto a una entidad de estas características es un acto de demolición cultural. Lo hace un ayuntamiento y un alcalde, el de Cádiz, que jamás fue a ver una representación del FIT, claro, coincidía a veces con partido del Cádiz, y eso es sagrado. Incumplen todas las supuestas reglas por ellos marcadas, no ha sido convocatoria pública, ni lo será, o si se hace, me temo, estará amañada, porque los que ahora dicen todas esas barbaridades fruto de su desconocimiento, les han vendido cosas tan bonitas como compararse con Girona, Barcelona, Madrid, sin contar que deberían compararse con Manizales, Bogotá, Porto, Santiago de Chile o Buenos Aires. Ahí esta la diferencia y es cuando las dudas se convierten en la duda que desemboca en ira.