¿Teatro virtual?
¿Se puede hacer teatro por Internet? ¿El resultado es teatro? ¿Es una nueva vía o una limitación? La irrupción de Internet ha revolucionado completamente nuestras vidas y todo lo que nos rodea: los medios de comunicación, el comercio, las relaciones institucionales, el ocio, los encuentros… todo.
Ahora alcanza al teatro en estos tiempos de Covid19. Porque por lo pronto todo contacto físico es un riesgo. Esto nos demuestra que la escena es un espacio de relación, entre actores, bailarines, cantantes, músicos, cirqueros y el público. Acercamiento físico de quienes respiran el mismo aire, exhalan residuos y confunden su aliento, con una deleitosa cercanía y precavida distancia. Contacto y comunicación, ley de las artes vivientes.
Pero ahora en muchos casos se propone un teatro a distancia para compensar nuestra imposibilidad de asistir a una sala o a un festival. Y para eso el uso de Internet es indispensable.
¿Se puede, es posible, es teatro?
Me explico. El espectáculo viviente es en tres dimensiones, pero si alcanza cierta magia, roza la cuarta dimensión, viaje que incluye al público que presencia el prodigio único. Pero con las salas cerradas por efectos del Covid19 se busca con ahínco otras formas de presentación, aunque las tres dimensiones se reduzcan a dos, y el contacto sea frío y distante. Van algunos ejemplos de esta búsqueda.
La edición 52 del Festival de Teatro de Manizales en Colombia, que se celebró del 5 al 12 de octubre de este año, fue casi por completo digital y abierto al mundo a través de Internet. Las plataformas usadas fueron sonoras y visuales y trataron de darle un impulso a esta reunión que de otra manera habría sido suprimida. De manera muy generosa para las compañías y el público, su director, Octavio Arbeláez, apostó por un festival abierto al mundo con la experimentación de una teatralidad digital para los espectáculos presentados.
Pero me asalta la duda, ¿se puede gozar de una obra únicamente bajo su registro en vídeo, difundida en las pantallas? Para el eterno buscador de fórmulas de trabajo que es Arbeláez no hay duda, se tienen que buscar nuevos caminos para el teatro a través de nuevas tecnologías. Y la respuesta que ha recibido su propuesta rebasa con mucha sus expectativas iniciales, ya que por lo menos en las cifras fue un éxito.
Sin embargo, y no quiero presentarme como un aguafiestas, yo prefiero el teatro en carne y hueso, la fiesta en Manizales, los desfiles callejeros y las fiestas nocturnas. Porque ¡qué deseos de estar en las montañas colombianas gozando a toda hora de un festival en carne y hueso en las calles de Manizales!
Otro festival que se organizó como experiencia digital fue el Cervantino de Guanajuato en México. Una reunión que normalmente dura 20 días ahora fue reducida a 5 días, y a través de las plataformas de Internet. Del miércoles 14 al Domingo 18 de octubre, se presentó la programación local e internacional en la que destacó la participación de La Fura dels Baus. Aquí el reto fue mayor porque la trasmisión se hizo desde diferentes localidades. Aunque por lo menos desde París fue difícil acceder a algunas de las propuestas (todas gratuitas), pues otro de los problemas de Internet es que fácilmente se saturan sus canales, en especial cuando todos queremos acceder al sitio a una hora específica. El resultado fue muy interesante, pero de efectos diferentes, sin el olor y volumen de los espectáculos en el espacio escénico y sin el ambiente de fiesta que caracteriza a este festival.
Otra aventura que trata de encontrar un camino para el teatro en tiempo de pandemia es el que realiza la compañía ‘Tercera Llamada’ de México, que a través de la ahora ultra conocida plataforma Zoom presenta una experiencia muy peculiar para el público en la obra Vuelve otra vez de Benjamín Cann dirigida por Quetzalli Cortés. Una mujer habla con sus antiguas parejas por videoconferencia. Y usted público sigue esas peripecias desde la pantalla de su artefacto electrónico.
Un director que participa en esta nueva experimentación que propone ‘Tercera Llamada’ es Alberto Lomnitz con la obra María Cristina me quiere gobernar; Lomnitz que al principio estaba contra esta fórmula de teatro por Internet, se convenció de lo contrario gracias a esta experiencia:
Me di cuenta de dos cosas: primero, que si es o no teatro, no importa, lo relevante es que se nos abrió una manera de seguir haciendo ficciones, y estar en contacto con el público a pesar de la distancia; segundo, a los que hemos entrado en estos nuevos lenguajes digitales nos ha permitido probar otras cosas, no creo que tengamos que elegir entre el teatro tradicional y esto.
Hemos descubierto posibilidades nuevas, otra manera de contar historias. Hay dos ventajas que son obvias, fundamentales: podemos estar en contacto directo con personas a distancia y estamos más cerca de la gente; si prenden la cámara, los veo directamente o si usan el chat sé su reacción.
Sin embargo, la urgencia de teatro a través de otros caminos, puede significar un peligro para la presencia del público en las salas. Un público de por sí ya va poco al cine o al teatro debido a la incursión de plataformas como Netflix, Amazon o Disney que programan series y películas al por mayor, en el momento en que usted quiera, cuando usted lo necesite; ahora, con estas modalidades de teatro a distancia, bien pueden aniquilar el espectáculo viviente.
Las risas de los otros me ayudan a reír, el silencio de la sala me lleva a otras reflexiones, el coqueteo de los actores con el público me hace sentir que estoy presente y activo, aquí y ahora en un momento único.
Arcaico y vital el teatro es tres dimensiones, es el Camino de la flor del Kabuki japonés, es la realización en los templos del Teatro Balinés con su delirante acompañamiento musical, es rito y presencia; no es como en la celebración de las misas católicas por televisión en donde dicen que la bendición tiene validez. Yo no lo creo, prefiero que el agua bendita me moje la cara y me ayude a despertar.
París octubre 2020