Y no es coña

La vulnerabilidad

Tengo apenas síntomas, pero estoy aislado por haber dado positivo en el PCR que me hicieron tras dar negativo en una prueba de antígenos, pero mantener los síntomas de sospecha. Fiebre, tos, dolor de cabeza, cansancio. En poco días la fiebre ha remitido, la cabeza está despejada, no existen casi rasgos de tos, pero el cansancio se hace casi crónico. Y ese cansancio limita la capacidad de lectura, de escritura, de tomar decisiones, de coordinarse. Es la vulnerabilidad que se sustancia porque vivimos en estructuras muy débiles. Tanto ARTEZ, como Artezblai, como Yorick, subsisten con lo mínimo, y una sustracción temporal de uno de sus engranajes hace que funcione todo un poco peor.

 

Hasta el lunes 12 que me sentí mal, yo he ido en las últimas semanas y meses cada día al teatro en Madrid. A salas pequeñas, grandes coliseos, teatros medios y siempre me he sentido seguro. Mi rutina era conservadora. Salir de casa, si se podía llegar andando al teatro, en su defecto en transporte público en horarios donde no hay muchas aglomeraciones, saludar a las personas justas, al acabar volverse a casa andando para evitar cualquier circunstancia que pudiera alterar mi seguridad. Entrar en un bar no ha sido lo habitual. Donde más en el Teatro Español, un café, solitario y a ver la función.

El resto de mi vida era de la misma prudencia. Ir al mercado, a algún súper, siempre protegido, manteniendo distancias. En esas rutinas y sin poder determinar cuándo, ni cómo, ni con quién, he dado positivo. Ningún rastreador se ha puesto en contacto conmigo. Yo me dediqué a comunicarme con todas las personas que había estado en contacto los diez días anteriores.  Nadie ha dado síntomas. Todo parece en orden. Y sin embargo yo estoy aislado, esperando contactos con mi doctora, suspirando por conocer el protocolo que me puede liberar ya que, entre otras cosas, yo debería estar este viernes en Beja, para remontar ‘Quarteto da Alba’, que se debe presentar de nuevo en el Festival Iberoamericano de Teatro del Alentejo, FITA. 

Es decir, insisto, en estructuras precarias, creativas y voluntariosas, un positivo se convierte en algo muy negativo. Se interrumpe el circuito cerrado, es muy difícil encontrar las piezas que permitan poner en marcha todo de nuevo. Y se entra en la fatalidad. Nadie es culpable, nada es imposible. Todo se solucionará, pero de nuevo en las artes escénicas la vulnerabilidad asoma de manera directa. Cada semana tenemos noticias de suspensiones de funciones por el mismo motivo, un positivo o un contacto directo con un positivo. 

Espero no perder el ánimo del todo, superar este estado de aletargamiento, este cansancio intangible, estas ganas de salir de este encierro, aunque las energías aconsejen tumbarse y aprovechar los momentos de máxima potencia y el resto, apartarse de los puntos de máxima exigencia. Desconozco el protocolo. Hasta difiero con la manera de contar el principio del confinamiento, pero aquí estamos varados. Intentando que las repercusiones sean las mínimas. 

Perdonen el tono.

Salud.


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