Entre el ayer y la nada
Otro amigo de la gestión teatral acaba de ser detectado como positivo del fantasma que recorre el planeta. Estoy en Beja, en el FITA, y para acceder al lugar donde nos dan de comer, hay que hacerse un test, es decir, que se ponen todas las medidas de seguridad para que todo se desarrolle con la normalidad subyacente en un estado de incongruencia que parece ser el lugar en el que nos encontramos entre los datos, las estadísticas y las cifras en crudo. Un resultado de una PCR, pude cambiar el destino de una persona, una compañía, un festival o una comisión. Somos tan vulnerables que debemos armarnos de consignas protectoras simbólicas que no han probado su eficacia. La Cultura es Segura no protege de nada. Pero alivia. Y las instituciones que la lanzaron creen que han salvado a la Cultura, la cultura o la culturilla. Lo cierto es que les importa muy poco, porque estamos igual, aliviados por las vacunas, pero sin saber si esto tiene alguna posibilidad de encontrar una vía de solución en los próximos seis meses.
En estos momentos debería escribir sobre circunstancias colaterales, es decir, los protocolos para poder viajar una actriz, por ejemplo, desde Buenos Aires a Portugal, pasando por Barajas. Si no lo estuviera viviendo tan de cerca, me costaría entenderlo, pero parece ser que no es suficiente un contrato, una carta de las autoridades competentes certificando que el viaje es para actuar en un Festival de Teatro, la circunstancia de que llegue a España y no a Portugal, hace que se dispare un sistema de alarma secreto, y puede que se frustre el viaje, la actuación, la organización quede desequilibrada y ese largo etcétera que tanto conocemos. La excusa es la COVID-19, pero a mí cuesta creer que no se hable de negativo en PCR, sino de responsabilidades económicas, y otros tics de la xenofobia 2.0.
Y es que las noticias que nos llegan desde Iberoamérica nos ponen en un tiempo de susto. Colombia está al borde del enfrentamiento en las calles, con un gobierno desbocado y el ejército actuando de una manera sospechosa. Argentina no acaba de salir de su situación pandémica que parece instalarse en un abismo de difícil superación. Chile, que vacunó con rapidez, está en pésimas condiciones de nuevo, no hablemos de México donde la situación es casi indescifrable, con un Ecuador post electoral que vive convulsiones políticas y no acaba de hacer de la lucha contra la pandemia una actividad preferencial. Brasil, es el horror. Le supera India. Pero Brasil parece inmersa en un proceso de desintegración.
Todo ello, obviamente, influye y mucho en las creaciones culturales, en la vida de las compañías, de los teatros y salas. El coronavirus va a dejar territorios que eran fértiles teatralmente, convertidos en un erial, de secano, donde de nuevo deberán aparecer los gestos y la legendaria resistencia de las gentes de las artes escénicas. Perderemos años donde se lograron algunos avances objetivos que no se recuperarán en décadas. Es por todo ello que uno se encuentra entre el ayer y la nada, porque este presente, este hoy, al que intentamos dotarle de sentido, normalidad y proyección de futuro está más endeble que casi nunca. Sobrevivir, resiliencia, aguantar, resistir, agarrarse a los clavos ardiendo que se presenten, celebrar los momentos de conjunción de los astros y mantenerse cada cual en su idea, en su mundo, en su entrega, aunque es bastante comprensible que se vayan produciendo alejamientos, el no puedo más, buscarse alternativas de vida más allá de la vocación y la profesión que es tan selectiva sin conocerse de dónde salen los criterios para aplicar esa selección.
Cuesta mucho colocarse en la cresta del optimismo, hay que hacer muchos esfuerzos para no hacer un alegato emocional que constituya un monumento al desencanto, pero para intentar contagiar del contagio de compromiso en el que vivo en este FITA, solamente digo que vamos a tener que seguir trabajando como siempre, pero necesitaremos una ayuda de confianza en nosotros mismos, en nuestros pares, en algunas instituciones y en esos públicos que acuden a las salas. Y entonces uno recuerda que esto del Teatro existe porque esos seres, esos públicos, nos ven, escuchan y se comprometen con nuestras propuestas. Así que nos morderemos el labio, apretaremos bien los puños, nos sacrificaremos un poco más si es necesario y seremos más estudiosos, solidarios y comprometidos con las Artes Escénicas para hacerlas viables, posibles y artísticamente inconmensurables, aunque las autoridades no estén por la labor.