Y no es coña

Preguntemos a los usuarios sobre los horarios

La caída del estado de alarma, además de provocar una nueva bronca política de esas que están cargadas de mentiras y odio, pone de nuevo a los responsables autonómicos de cultura y sanidad al frente de todas las variables posibles para que las artes escénicas puedan volver a una cierta normalidad, al menos en cuanto a los horarios de las representaciones que se programen. Mientras los aforos siguen restringidos con porcentajes diversos, por lo que según avancen los datos y las vacunaciones, se supone que irán aumentando hasta lograr el cien por cien que anuncia Broadway para principios de octubre que reabrirá.

 

Algo que ha resultado paradójico para todos los gestores de teatros y para la inmensa mayoría de los que acudimos y además intentamos armar argumentos para el mejor desarrollo de las programaciones es la respuesta de los públicos ante los cambios horarios, en alguna ocasión de una ruptura auténticamente remarcable, lo que podía servir para volver a pensar los horarios en los que se ofrecen las ofertas en los teatros cuando la vida no se llamaba pandemia, y que esperemos que en unos meses se parezca bastante. En Madrid, los diversos toques de queda hicieron adelantar los horarios, asunto que se tomó en un principio con reticencias cuando no miedo, pero que por lo visto no ha producido merma manifiesta en la ocupación de los aforos ofertados, sino, quizás, lo contrario. He hablado con profesionales del periodismo, con aficionados recalcitrantes que han manifestado que les iba muy bien ir al teatro a las 17,00 horas, porque les dejaba después la tarde-noche libre para sus relaciones personales. 

El que las funciones comenzaran entre las 19,00 horas a las 20,00 como máximo descubrió la posibilidad de salir de los teatros en horarios que permitan las citas posteriores familiares o de amistad, incluso la de acudir a restaurantes y bares sin agobios. Pero el caso más extraordinario, de los conocidos por mí, sucedió en el Teatro Central de Sevilla, que tiene una de las programaciones más importantes de todo el Estado español, y que colocó las funciones de los sábados a las 12,00, es decir, al mediodía, y resultó un éxito. No notó ninguna caída de público y algunos ciudadanos con niños manifestaron que era un horario magnífico para ellos. Estoy todavía en Beja, en su FITA, que arrancó su primera semana con programación restringida para su primer sábado debido a que se debía cerrar toda actividad a las 13,00 horas y el segundo con horario más abierto, pero que en previsión de las decisiones gubernamentales, programó obras las 17,30 en días laborales y a las 20,00 horas cuando lo habitual era a las 21,30, y la respuesta de los públicos fue la habitual, quizás en algunas poblaciones que no habían abierto todavía sus actividades el cambio de horario pudo causar despistes y desajustes, pero en Beja, no se notó, casi diría que lo contrario, hubo satisfacción.

Todo ello me lleva a una reflexión que me viene de antiguo y es que no sería ocioso realizar un estudio sencillo, pero profundo, sobre los horarios que se ofrecen en nuestros teatros públicos, privados, salas independientes, alternativas y hacerlo utilizando herramientas que están a nuestro alcance. Probablemente dictar un horario para todo el Estado, y en todos los meses del año, no sea oportuno, pero ante los sucedidos estos meses, ¿no sería apropiado hacer una encuesta a pie de teatro a los asistentes actuales preguntándole sus preferencias horarias? La inmensa mayoría de los teatros tienen contacto directo por redes o correos electrónicos con sus socios y fieles asistentes a sus programaciones y se les podía hacer esa pegunta de manera directa. Todo ello realizado con una propuesta previa bien construida técnicamente, sabiendo lo que se pregunta para sacar conclusiones fiables.

Desde la RED se podía tomar la iniciativa con la colaboración de la SGAE e incluso el INAEM y los gobiernos autonómicos que tienen sus espacios de exhibición. El objetivo es situarse en el año 2022, con una sociedad pos pandémica, y saber si ajustando los horarios haríamos más fácil, en todos los puntos de exhibición con sus particularidades, la posibilidad de incorporación de nuevos espectadores o recuperar algunos que se perdieron y satisfacer a los fieles.

Y es que creo que llegó un día, hace treinta o cuarenta años en que nos proclamamos europeos y variamos nuestras costumbres horarias, que eran funciones dobles a las 18,30 y a las 22,30, para uniformarlas en una franja que iba de las 20,00 al infinito, porque yo he relatado cómo en un radio de apenas treinta kilómetros en Euskadi, teatros que programaban conjuntamente, los horarios iban de las 21,00 a las 22,30. Y en todos los casos sus responsables de programación decían que era el mejor horario para “su público”. Y la paradoja es que existía en muchas ocasiones movimiento de espectadores de un lugar a otro.

Los horarios los ponen los profesionales, los gestores, generalmente por rutina ya que hay espectadores suficientes, que acuden a los impulsos más comerciales de manera masiva o con más problemas si es danza, por ejemplo, sin ponerse a pensar si se pudiera ajustar los horarios a las necesidades actuales de sus posibles espectadoras que pueden tener algún problema en esos horarios, incluso en esos días de programación, ya que esa es otra disfunción que se podía resolver con encuestas, y es que a lo mejor un jueves, va mejor, porque los viernes existen muchas reuniones familiares y de amistad.

Aunque exista la costumbre, la rutina, la constatación de que en muchos lugares ha sido siempre así, el realizar un estudio en la ola de lo señalado por los cambios provocados por la pandemia, solamente puede servir para consolidar los horarios que funcionen y sean los más señalados por los usuarios o variar en circunstancias concretas. Los datos ayudarán a hacer más eficiente la gestión. Y si un cambio consigue un porcentaje mínimo de más espectadores, será un logro.


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