Recuperar la mirada infantil a través de la danza. ‘Nina Ninette’ de Traspediante
Eso que llamamos realidad, muchas veces, viene mediada por las televisiones y los periódicos. La mirada con la que se construye ese relato de la actualidad noticiable nunca es inocente ni ingenua. Casi siempre es interesada y condicionante. La realidad acaba por ser un asunto complicado del que, en algunos momentos, incluso, necesitamos huir, por salud mental. Sí. El lujo de la desconexión. Esa realidad mediada en la que vivimos, pendientes de lo que nos cuentan los noticiarios, produce saturación.
Además, por si la desgracia de una pandemia fuese poco, asistimos a la retransmisión de masacres y guerras, como el conflicto Israel – Palestina, asistimos al conflicto con Marruecos y a cómo seres humanos, en estado de extrema vulnerabilidad, provenientes de África, intentan entrar en España para sobrevivir y nos asombramos ante la reacción inmisericorde y brutal de algunos españoles acomodados de ultraderecha. Todo esto filtrado a través de los medios de comunicación. Porque la realidad, eso que llamamos realidad, son los relatos que los medios de comunicación (empresas) construyen.
Contra el instinto depredador, el afán de poder de unos seres sobre otros, el clasismo, el racismo, el machismo, la homofobia, los intereses sin escrúpulos que machacan el planeta, contra toda esa serie de pulsiones peligrosas, quizás las artes son el único antídoto. Quizás.
Se supone que cuando llegamos a la edad adulta no nos basta con ocuparnos de asuntos serios y complicados, sino que también es necesario preocuparse. Parece que, si no nos preocupamos, si no mostramos preocupación, somos un poco irresponsables o frívolos. Sobre todo, con la que está cayendo.
De esta manera, la persona adulta acaba por matar a la niña o al niño que había sido. El relato de la realidad adulta aniquila la mirada desprejuiciada, despreocupada, libre e ingenua de la infancia. La capacidad para dejarnos llevar por el juego. La capacidad para asombrarnos. La capacidad para prestar atención a propuestas que no impliquen una conveniencia directa…
Sin embargo, la creación artística requiere de esa mirada para descubrir los tesoros inmateriales del arte.
El 25 de abril de 2021 acudí al Auditorio Municipal de Vigo para ver Nina Ninette de la compañía de danza contemporánea Traspediante y… tachán, tachán… sin previo aviso creo que recuperé la mirada del niño que, en su día, fui.
Había varios elementos que llamaban mi atención para acudir a ver un espectáculo que la programación de Vigocultura situaba como para “Público familiar”.
Efectivamente, formo parte de la familia del público asiduo a los teatros. De hecho, visito muchísimo más los teatros que mi casa familiar en Becerreá.
Por otra parte, se trata de una pieza inspirada estéticamente en el Ballet Triádico de Oskar Schlemmer, de la Bauhaus, cuando se cumple el centenario de esta vanguardista obra, estrenada en 1921. Colorido y geometría muñequizadoras, en la concepción del vestuario y la caracterización, realizadas aquí, para Nina Ninette, por el escenógrafo Diego Valeiras. Otro factor que me llevó al teatro fue el elenco, la dirección y autoría. La coreografía creada por el dúo formado por Marta Alonso Tejada, que interpreta a Nina Ninette, y Paula Quintas, que interpreta a la reina de las hadas. Las acompaña en el escenario la actriz de teatro físico, Carlota Mosquera, que interpreta a un ente fantástico de hechura bidimensional, casi como un dibujo animado, que es el extremo más abstracto en este juego de “muñequización” o “marionetización” de las actuantes. Un ente fantástico misterioso que no tiene cara humana, sino un círculo blanco, con borde plateado. Y, en el interior, dos círculos negros, que interpretamos como ojos; dos círculos rojos, que interpretamos como mofletes; un signo de exclamación en medio, que interpretamos como nariz y el punto de la exclamación como una boca pequeñita. Lo interpretamos así porque, como es sabido, los seres humanos siempre buscamos captar las semejanzas y tendemos a ver caras incluso donde no las hay, igual que tendemos a figurativizar cualquier trazo aleatorio que podamos ver: nubes en forma de perro, las manchas de humedad de una pared como una mujer que baila… Porque la mirada tiene lugar en el cerebro y nuestro cerebro busca entender cualquier fenómeno externo, asociándolo a figuras conocidas o reconocibles. La fantasía y la capacidad de fabulación, por supuesto, juegan un importante papel.
Tanto Nina Ninette como el Hada, al margen de los fantásticos vestidos y el extraordinario movimiento, cuentan con las caras reales de Marta y Paula, respectivamente. Por tanto, la simpatía y el buen rollo están garantizados, además de la tensión rítmica por contraste respecto al personaje fantástico de facciones geométricas más abstractas, con un movimiento más restringido y un tanto robotizado.
No obstante, este personaje, animado por Carlota, en sus apariciones y desapariciones, en su manera de esconderse y de vigilar intentando no ser visto, se nos antoja como un ser tímido y enternecedor, al mismo tiempo que es un enigma. Emociones y sensaciones encontradas muy estimulantes para relativizar miedos o aprehensiones ante lo desconocido.
De hecho, en este cuento fantástico danzado, con autoría y dirección de María Torres (Cía. Elefante Elegante), la dimensión alegórica del espacio, de la situación de juego y de los personajes, tiene que ver con la belleza de la valentía y de la curiosidad de una niña.
La escenografía de Gonçalo Guerreiro (Cía. Elefante Elegante) evoca un laberinto tan fantástico como lúdico, realizado con una combinación de espejos o láminas plateadas. Un espacio cuadrangular en el que el Hada planta unas flores plateadas luminosas. Nina Ninette entra, las descubre y, claro, se queda encantada y nosotras/os también.
El Hada, personaje alegórico de la fantasía y la imaginación, se caracteriza por unos movimientos y unos pasos donde prima la verticalidad y la ascensión, para ello utiliza el estilo del ballet. Nina Ninette, personaje alegórico de la infancia, la curiosidad y la valentía, se caracteriza por un movimiento más heterodoxo y conectado con el suelo, en un estilo más contemporáneo en el que, incluso, entra el clown y la acrobacia. El personaje geométrico bidimensional, alegoría, quizás, del arte en si mismo o del misterio, se caracteriza, como ya he señalado, por un movimiento también más segmentado y artificial.
La pieza, estrenada el 7 de marzo de 2021 en el Teatro Principal de Santiago de Compostela, es un cuento dancístico que sugiere más de lo que cuenta y eso es un auténtico placer, porque nos deja libertad para que también participemos en la creación con nuestra imaginación y nuestra capacidad para encantarnos.
El domingo 25 de abril, el teatro estaba lleno de madres, padres, niñas y niños, eso que llaman “público familiar”. Pero allí estábamos todas a una. Alegría, encantamiento y contento. ¡Ah, sí! Y unas ganas tremendas de ponernos a saltar en la cama y a hacer volteretas igual que Nina Ninette cuando llegase la hora de irse a dormir, justo antes de entrar en el sueño, ese otro lugar donde las preocupaciones deben desaparecer.
En resumen: espectáculos que sientan muy bien.
P.S. – Otros artículos relacionados:
“Bailar ahora. Marta Alonso Tejada”, publicado el 2 de noviembre de 2020.
“Corpo (a) terra”, publicado el 30 de agosto de 2020.
“FARTS. Las musas artistas y la dramaturgia horizontal”, publicado el 4 de noviembre de 2019.
“Danzar el alma. Colectivo Verticalia”, publicado el 7 de abril de 2019.