Vida de microondas
¿Quién no recuerda el sonido de la tetera sobre el fuego en la cocina de la infancia?
Eran algunos minutos de espera antes de escuchar el pito de la tetera indicándonos que el agua ya estaba hirviendo, lista para un buen té o café. Ese tiempo, que nunca consideramos muerto, se aprovechaba para tostar pan, echarle mantequilla, mermelada o cualquier otra delicia, y también para compartir con el resto de la familia, lo que se haría durante la jornada por venir.
Hoy en día en cambio, con el bendito microondas, tan solo un minuto basta para calentar el agua en una taza, echarle café en polvo, tragárselo sin siquiera darse el tiempo de morder un pan, y salir corriendo a una vida apresurada por llegar a ninguna parte.
¿Qué mejor que un microondas para reducir tiempos y acelerar la vida?
Este electrodoméstico desarrollado por equivocación cuando se pretendía mejorar las prestaciones del radar, realmente no calienta el agua, sino que excita a las moléculas de agua para que se muevan y al chocar entre ellas, liberan la energía capaz de calentar al líquido. El microondas no aporta energía suplementaria como lo hace el arcaico fuego, es por esto que, aquello que rápido se calienta, rápido se enfría.
El microondas es un fiel reflejo de nuestra vida contemporánea, donde no importa el cómo, siempre y cuando sea lo más rápido posible.
El espectro de situaciones que se rigen por este principio de instantaneidad es casi total.
¿Queremos tomates en invierno? Invernaderos, iluminación y clima controlados, manipulación genética, hormonas, riego tecnificado, todo lo necesario como para que el tiempo no sea un factor decisivo. Se logran tener tomates en invierno, pero con gusto a nada.
¿Queremos amar y ser amados? Sí, pero de inmediato, sin ser capaces de darnos el tiempo para buscar nuestra media naranja ni entregar lo mejor de nosotros para generar una relación duradera. Se logra tener amor hoy, pero separación mañana, nuevo amor pasado mañana, nueva separación…
No tenemos tiempo para nada que no sea exprés, porque si nos relajamos y nos tomamos un tiempo para vivir, lo más probable es que alguien nos arrebate el puesto al cual tanto nos ha costado llegar.
La vida se ha transformado en una carrera sin meta porque cada vez en que creemos estar alcanzándola, esta se aleja obligándonos a correr más.
La vida de microondas es nuestra lamentable realidad contemporánea en la que no logramos tener más energía para vivir una existencia plena, sino que chocamos entre nosotros para gastarla en necesidades inventadas.
De vez en cuando, en un acto de rebelión, me levanto más temprano y hago hervir agua a la antigua, pero nadie me secunda y la campana del microondas siempre le gana al pito de la tetera, dando inicio a una nueva jornada de correr por llegar a ninguna parte.
Si tan solo no hubiese existido ese error involuntario y realmente se hubiese mejorado la tecnología del radar, quizás seriamos capaces de ubicarnos de mejor manera frente a los demás y frente a nosotros mismos, para así, aprovechar el tiempo no solo en vivir apenas, sino en convivir a plenitud.