No debe ser fácil
Nadie dijo que fuera fácil y, por los datos, no debe ser nada fácil, nadar y guardar la ropa. Se han presentado las programaciones de varias instituciones teatrales de la capital del reino, otros teatros con producción propia de otros lugares de la península ibérica también lo han hecho, aunque su repercusión ha sido más local, están en marcha los grandes festivales estivales y podemos decir que todo va estupendamente, podemos mirar un poco los contenidos de esas programaciones y hasta podemos entrar en algunos debates sobrevenidos por estas circunstancias.
Sabida es mi postura ante la falta de ética en festivales y programaciones de titularidad pública, o semi. Detecto una deriva casi patológica hacia la privatización de la inmensa mayoría de las producciones institucionales, un efecto devastador, porque si después debe entrar en el mercado para que sea rentable, eso es un condicionante previo para la elección de obras, directoras y repartos. Hay demasiados indicios de una fuerte tendencia al amiguismo generacional o de coincidencia en los estudios, al cambio de cromos, al yo te programo aquí, tú me programas allí, a la búsqueda de éxitos inmediatos, en algunas instituciones llegando a puntos de que empieza a ser un escándalo lo que se está haciendo en la CNTC, por poner un ejemplo flagrante.
Convengamos que es fruto de la inercia y tenga mucha lógica que entren a los puestos determinantes una nueva generación de autoras, directores, intérpretes, pero en lugares como es el Centro Dramático Nacional, ¿no debería exigirle el INAEM a su titular que revise, ponga en pie, proporcione un nexo con el pasado inmediato? Lorca no es todo el teatro español del siglo XX, aunque sea un caramelo para todos debido a su mágica capacidad para despertar interés en los públicos, pero revisen, de manera rigurosa un poco nuestra Historia. Y no es cuestión de darles mucha pistas. Y me refiero al teatro español, no a Shakespeare, que el pobre ya ha sufrido bastante con los jóvenes talentos españoles que parece que no se lo han leído.
Escuché una entrevista en la SER a Cesc Casadesús, el director del Grec de Barcelona, y en primer lugar señalar que, al hablar del espectáculo inaugural, demostró cómo existe en ese festival un pensamiento, algo más allá de la programación para cumplir con fechas y espacios. Y habló de la cantidad de obras y textos diversos que se leyeron para decidir partir de una novela de un autor tangerino que vive en Barcelona. Sea cual sea el resultado, me parece que estos asuntos son muy necesarios, que un Festival o una Programación no es un acomodo de ofertas y presupuestos, que no debe ser un mercado, que debe generar pensamiento, contextualizar, buscar una idea común en sus contenidos. Además de este espectáculo, dijo muchas cosas y anunció varios montajes, siempre añadía que eran muy grandes) que son del mercado actual, que son los grandes nombres de hace diez o veinte años en Europa, que están vendiendo sus creaciones que se las compran sin cuestionarse nada los gestores actuales, que no se sabe de parte de quién están colocados para cumplir con sus funciones. Digo yo que Castellucci, Lidell, son apuestas seguras de mercado. Y tienen unos cachets realmente altos y estarán por todos los Festivales de franquicia, pero que se llaman así mismo como referentes. Noto que, a falta de ideas y pensamiento, los gestores tienen verborrea, lenguaje inclusivo de todos los lugares comunes.
El propio Casadesús habló de la pérdida del teatro contemporáneo español, algo que, según él, ha desaparecido de las programaciones, los circuitos y que es uno de los fallos mayores. Yo no sé si estoy de acuerdo con él. Como en la misma frase habló de “artes vivas”, entro en confusión para entender con exactitud lo que es teatro contemporáneo. Sé que se ha perdido un espíritu de riesgo, de romper límites, de indagar, de situarse siempre en el abismo. Que si existen artistas que lo hacen, están muy solos y desprotegidos, pero en los escenarios que yo visito, hay una superproducción de simulacros, de formatos que parecen lo último de la modernidad y que los que contamos muchos quinquenios identificamos como aquello que hicimos de manera casi intuitiva, que verdaderamente rompía con lo que era lo habitual en el teatro comercial y en el institucional residual existente, y que ahora revive sin aquella fuerza política, aquella necesidad de cambio, de romper estructuras, de soñar con revoluciones estéticas que ayudaran a cambiar la sociedad. Ahora llega como remedo, como una copia descafeinada. Y eso sí que debería analizarse.
Tengo una pequeña teoría muy simple. Creo que el deterioro que algunos encontramos en nuestros escenarios, esa sensación de desvalimiento de rigor, de fundamentos sólidos, se debe o se emparenta con la situación política, donde los supuestos líderes de los partidos son cada vez más mediáticos, pero sin ilusionar con proyectos aglutinantes y que, en el ramo cultural, van colocando a militantes dóciles, pero que no parecen tener muchas luces en su quehacer. El Ministerio de Cultura de España pasó de una persona reconocida por su gestión cultural, que tomó decisiones profesionales y políticas importantes, que no tuvo tiempo desarrollar más, por un funcionario, un hombre de partido que su anterior cargo fue Delegado del Gobierno en Madrid. Eso se nota. Esa falta de criterios, esa connivencia con todo lo chabacano, el no saber discernir desde su cargo lo que es Juan Diego Botto y Los Morancos es una manera de entender que, de ahí para abajo, todo vaya en ese bajo perfil cultural. No se acometen las necesarias transformaciones estructurales de algunos institutos obsoletos, no se avanza y se mantienen unas políticas de nombramientos en sus unidades de producción que alimentan todas las sospechas y no parece que se quiera cambiar ese rumbo peligroso hacia el oportunismo, lo circunstancial y lo comercial.
No debe ser fácil mover las estructuras anquilosadas, pero antes de que se derrumben sería bueno diagnosticar con severidad analítica si los materiales están en condiciones de aguantar o hay que derrumbarlos controladamente y volver a hacer un entramado que sirva para las próximas décadas. Estamos con uno de hace cuarenta años. Y eso se nota.
Por lo demás, bien, entregamos a imprenta el número 240 de nuestra revista ARTEZ, estamos trabajando para poder ofertar un mejor servicio en nuestro www.artezblai.com, seguimos editando libros, recién llegado está uno con 33 obras cortas de Tomás Afán, llamando a la puerta una magna edición de “Los Cinco Continentes del Teatro” de Eugenio Barba y Nicola Savarese y en dos días viajo a Almada, donde disfruto de una inmersión en el mejor teatro europeo. Mi verano es ese, volver, acudir a Miami, pasear unos días por otros escenarios peninsulares y viajar a Colombia -a Bogotá y Medellín- para acompañar a mi montaje “Quarteto d’Alba 2.0” de la compañía portuguesa Lendias d’Encantar. Hay otros mundos que están en este mundo.