La verdad y el teatro, asuntos con el otro
La verdad emerge de una pugna dialógica entre dos personas que imaginan, piensan y saben cuestiones diferentes. Bauman dice que la verdad proviene de un agón, y que solo aparece cuando se finaliza la conversación. Así bien, la verdad es el resultado del diálogo. Y para que la verdad sea posible, se debe superar la primera estrategia para demeritar al contrincante, que alguno de los hablantes deslegitime a su adversario con el vil truco de la humillación, para así evitar comenzar el proceso. Un proceso arriesgado, ya que pone en evidencia la inseguridad sobre lo que se sabe, o sobre lo que se cree saber.
Desde otro punto de vista, para encontrar la verdad se necesita al otro, pero, además, a otro que se asuma como digno para el debate. ¿Por qué cualquiera no está a la altura? En todo caso, lo que quiero subrayar es que la verdad resulta de una construcción colectiva. Quien camine por el mundo convencido de tener la razón, no la tiene hasta que alguien se la otorga. ¿Cuál será la utilidad de tener la razón, por qué solemos quererla, qué se puede hacer con ella?
Aquí no pretendo escribir verdades. No sé si aquellos que me leen lo habrán notado. Lo que propongo en mis escritos es la provocación de la conversación. Aunque pocas veces recibo réplica… Y bueno, voy a admitirlo, soy conversadora. Y ahora que lo pienso, converso en una inagotable búsqueda de la verdad. Y ojo, tampoco pretendo que lo que escribo, al ser fijado en el papel, sea asumido como inmodificable. Mis pensamientos escritos, pero también los hablados, son producciones de un ser que se transforma, que crece, que cambia.
El concepto de la verdad y el teatro se parecen. Sin el otro, ninguno existe. El teatro y la verdad emergen cuando hay un mínimo de dos personas. Si en el teatro el actuante debe atraer la atención del que mira, seducirlo, y el que mira debe participar del proceso de la seducción, y entre ambos construir una relación, una complicidad que los convierte en protagonistas, en el diálogo que busca la construcción de la verdad, los interlocutores también son protagonistas. Y, en tanto se concluya una verdad, creo, los dos hablantes triunfan. ¿No? Aunque eso suponga la ruina de las verdades que cada uno creía poseer.
Creemos que el actuante es el centro del universo teatral, pero esta perspectiva nos ha sido heredada. ¿Por quién? Una vez un estudiante me preguntó si lo que yo digo, lo digo yo, o es la cultura, la sociedad la que habla a través de mí. Desde entonces no dejo de revisar qué de todo lo que pienso y digo es mío realmente. Y esta es la receta perfecta para dedicarse a la permanente y angustiante búsqueda de la independencia, una independencia que no sé hasta qué punto es posible.
El actuante sin público no es nada, creo que de esto estaban más conscientes las vedettes del siglo XIX y los actores de los siglos XV y XVI.
Domingo 8 de agosto de 2021