23:59-00:01
De manera racional, no existe ninguna diferencia real entre las 23:59 del día 31 de diciembre de un año y las 00:01 del 1 de enero del año siguiente, sin embargo, para nuestras mentes, pero por sobre todo para nuestros espíritus, la llegada del nuevo año es un cambio radical donde se da una instancia para recuperar energías, renovar esperanzas, planear ideas y concretar, soñar probables en el horizonte cercano…
Es que, como seres humanos racionales que teóricamente somos, de vez en cuando necesitamos de estos momentos de inflexión para calmarnos, respirar hondo, mirar hacia atrás aquello que hemos hecho y hacia adelante con lo que podríamos hacer. Si bien es cierto el tiempo es un continuo indivisible, al menos hasta ahora, necesitamos segmentarlo en un intento de domar lo indomable. De los hoyos negros y su influencia quizás escriba en otro momento, pero por el momento me concentraré en ese tiempo que muchos llevamos en la muñeca.
Hagamos lo que hagamos, como la caída inexorable de los granos en un reloj de arena, el tiempo pasará hasta agotarse, al menos para nuestra existencia material. De la trascendencia espiritual no existen pruebas concretas, aunque estemos inundados de falsos profetas prometiéndola, solo podemos asirnos a la fe que podamos tener en ello, pero de la existencia material existe certeza; se acaba.
Podría elucubrar eso de que somos en parte energía y en parte materia, que, según lo ya comprobado, la materia puede transformarse en energía y viceversa, por lo que seguiríamos existiendo hasta el infinito en alguna de estas formas, pero eso está mas allá de mi capacidad argumentativa.
Somos lo que somos, por un periodo finito y todos tenemos aproximadamente la misma cantidad de tiempo a nuestra disposición, pudiendo utilizarlo según nuestro libre albedrío y capacidades. En definitiva, mal gastarlo o aprovecharlo, solo existir o vivir a plenitud.
Estas pausas o quiebres en el tiempo psicológico como son los fines de año, los aniversarios y otros, bien podríamos utilizarlos como para reflexionar al respecto y maximizar el uso de nuestro tiempo finito.
No me refiero a estar siempre ejerciendo una actividad determinada, produciendo ideas o bienes materiales, haciendo deporte de alto rendimiento o no, porque el ocio también debería ser reconocido como un momento fundamental para nuestro desarrollo espiritual. Me refiero a lograr esa sensación de plenitud al llegar la noche y cerrar los ojos antes de dormirnos, sintiendo que hemos hecho lo correcto, no exclusivamente para otros, sino que para nosotros mismos.
Festejar la llegada del nuevo año rodeado de nuestros afectos, es sin duda darle un buen uso a la existencia, porque en estos quiebres o pausas hechas al tiempo, por alguna razón inexplicable, nos volvemos mas sensibles y transparentes dejando ver nuestros sentimientos mas puros y teniendo la oportunidad de ver los sentimientos de otros.
Se que con este escrito me estoy adelantando más de un mes al cambio de año, pero se me ocurrió esta reflexión y de no escribirla, seguramente la iba a olvidar, así es que, aunque no corresponda aun ¡Feliz año nuevo a todos!
P.D. dar el abrazo por adelantado trae mala suerte, más con Covid-19 rondando.