Estrenos

Estreno de ‘Vulva’ de Irene Herrero Miguel en la Sala Mirador

Irene Herrero Miguel se estrena como dramaturga y directora con un texto que se articula sobre los múltiples casos de mujeres que han sufrido acoso y han visto su vida arruinada cuando se ha hecho público un vídeo suyo de carácter íntimo.

¿Qué sucede cuando el acto de amor propio por excelencia, el acto probablemente más íntimo de una persona, se ve expuesto y arrojado al espacio público? ‘Vulva‘ aborda esta y otras preguntas para tratar de dar visibilidad a muchos de los problemas asociados a la sexualidad femenina.

Carmen Mayordomo, Silvia Vacas, Noemi Climent, Joaquín López-Bailo, Jesús Granda y Mercedes Salvadores son los intérpretes de esta propuesta sobre la hipocresía de una sociedad que culpabiliza y estigmatiza a las mujeres siempre que se tratan cuestiones sexuales.

El estreno de la obra, producida por la compañía Las horas del humo, tendrá lugar en la Sala Mirador el 3 de diciembre. Podrá verse de viernes a domingos hasta el 12 de diciembre.

Punto de partida

Vulva‘ parte de uno de estos casos reales para contar la historia de Lucía, una joven maestra que ve su vida destrozada al publicarse un antiguo vídeo privado que envió hace años a un antiguo amante. El vídeo se hace viral en el colegio y todo el mundo se siente interpelado para posicionarse y opinar.

La obra habla sobre lo no dicho, sobre los tabúes que rodean, todavía hoy, la sexualidad y el placer femeninos. En la pieza se habla de ‘pornrevenge’, de cómo se construye la presión del grupo en tiempos de redes sociales y cómo esto afecta especialmente a las mujeres. A través de la historia de Lucía se intentan analizar los mecanismos con los que cuenta la sociedad para construir la culpa en las mujeres. Hasta qué punto pueden los prejuicios y los roles de género ejercer presión sobre los individuos y acorralarlos en un único espacio de identidad posible. Cómo, en las mujeres en particular, esa culpa es capaz de ahogar hasta dejarlas sin respiración.

Teaser de ‘Vulva’

Proyecto

En mayo de 2019 Verónica, de 32 años, se quitó la vida. Unos días antes se había filtrado un vídeo de contenido sexual de ella en su oficina, en la planta de Iveco en San Fernando de Henares, Madrid. Tras unos días el vídeo se viralizó y le llegó a su marido. Tras pasar por una crisis de ansiedad Verónica se suicidó. 

Resulta imposible conocer los verdaderos motivos por los que Verónica se quitó la vida, sin embargo, no es el primer caso de una mujer que se quita la vida después de sufrir acoso a raíz de un vídeo sexual. Son bien conocidas las historias de la joven canadiense Amanda Todd, que antes de suicidarse llegó a publicar en Youtube un vídeo en el que relataba sus experiencias de chantaje, acoso escolar y agresión física; el caso de Tiziana Cantone, una joven italiana de 31 años, que se suicidó en 2016 después de más de un año de insultos y humillaciones por la difusión por parte de su expareja de un vídeo de contenido sexual donde ella aparecía; o el de Olimpia Coral Melo, la joven que ha dado nombre a la ley contra el acoso digital en México, tras ver cómo un vídeo de ella desnuda se visionaba una y otra vez sin su consentimiento.

No son los únicos casos, solo los más mediáticos, pero pasan los años y se repiten situaciones de acoso a mujeres a raíz de vídeos e imágenes de naturaleza íntima. Son constantes los juicios a aquellas mujeres que deciden vivir su sexualidad rompiendo las reglas culturales, que les vienen impuestas por su familia, su religión o la sociedad en la que viven.

Retomando el caso de Verónica, este proyecto surge a raíz de la formulación de varias preguntas: ¿Qué sucede cuando el acto de amor propio por excelencia, el acto probablemente más íntimo de un ser humano, se ve expuesto y arrojado al espacio público? ¿Por qué un acto inocuo y, en todo caso, saludable, pasa a ser un acto perverso? ¿Hasta qué punto la presencia de niños hace que la situación sea mucho más explosiva? ¿Qué nos indica eso sobre nuestra relación con la sexualidad y la educación sexual que damos a los más pequeños? ¿Cómo un acto que, a priori, se hizo como parte de un juego ajeno a la moralidad, de repente, tiempo después se convierte en un acto depravado? ¿Dónde queda el derecho al placer y al autocuidado de las mujeres cuando ni siquiera es políticamente correcto hablar de ello? ¿Cómo espera la sociedad que las mujeres se relacionen con su cuerpo de forma sana, si ni siquiera se verbalizan ciertas partes de su cuerpo? ¿No existe lo que no nombramos?


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