El Poder de la Compañía: La Zaranda
No hablamos de la CIA, sino de un grupo teatral unido para hacer teatro contra viento y marea: pasión, fortaleza y aliento. La reunión permanente de actores y creativos significa afrontar egos y vanidades en pos de una obra común. Es el secreto de La Comedia Francesa, del Theatre du Soleil de Arianne Mnouchkine, entre otras. Una compañía debe ser un conjunto creativo que avanza a pesar de las dificultades externas e internas.
Esta reflexión nace después de asistir a la representación de ‘La Batalla de los Ausentes’ de Eusebio Calonge, por la compañía La Zaranda (Teatro Inestable de Ninguna Parte), punto culminante del Festival Don Quijote de París que ahora cierra su trigésima edición. Desde hace 40 años esta compañía del sur de España nos ofrece su creatividad teatral combativa y esperpéntica.
La Zaranda trabaja al ritmo de un fruto en el árbol, sin precipitarse, sin fechas de entrega, con la savia fluyendo en sus diálogos, imágenes decantadas del trabajo de años, labor de mutuas influencias y diferencias concertadas. Así sus obras tienen un estilo característico, un sabor agridulce decantado por la madera del tiempo, una gestualidad arcaica y eficaz.
‘La Batalla de los Ausentes‘ es una obra de dimensiones absolutamente teatrales escrita por Eusebio Calonge en sintonía con las ideas escénicas que fluían durante las improvisaciones con los actores. Una obra con un valor en sí misma, pero perfectamente adaptada a las necesidades de la Zaranda. Calonge representa la vindicación del dramaturgo en el eje mismo del grupo teatral. Es un teatrero del siglo XXI decidido a «batallar por los ausentes», aquellos que se fueron derrotados, vencidos por la inercia de una época, los olvidados. En el programa de mano se explica: «Es una metáfora de la vida como combate… Combate inútil, que parece ser nuestra esencia cultural, lo quijotesco».
Esta obra de la Zaranda parece inspirada en los Hermanos Marx, o en los Tres Chiflados, o en los desterrados personajes de Samuel Beckett, entes teatrales cuya patria es la escena o la pantalla. Los tres actores se desdoblan en tres fantoches, guiñoles de tamaño humano que inmortalizan la indiferencia y la inercia de los representantes del orden establecido. En su polvoso empeño las tres fuerzas en escena son olvidos vivientes que participan en una conmemoración sin fecha. Celebración hueca, bandera rota, máscara grotesca, tres personalidades que desafían al cosmos con su soledad a cuestas. Hasta el final, hasta la oscuridad total ilustrada por un foco macilento que amplía las tinieblas.
Teatro vivo de La Zaranda que dejó su huella en esta edición de Festival Don Quijote que estuvo acotada por los temores de la pandemia. Esperamos que en la próxima edición haya una verdadera fiesta en la que espectadores y creadores podamos compartir nuestro amor por el teatro.
París, diciembre de 2021
Ya deseo ver algo de este grupo…lo encuentro interesantísimo lo que se comenta.