Animales en escena
En Francia se adoptó una ley que prohíbe la presencia de animales salvajes en escena a partir de 2024. La ley recibió una unánime aprobación de los legisladores y a partir de esa fecha el único animal peligroso que podrá exhibirse en los circos y otros escenarios será el hombre. Esta legislación concierne asimismo a los animales domésticos que ya no podrán exhibirse en vitrinas para su venta y cuyo abandono será castigado con multas y años de cárcel. Lo que no resuelve la ley es el futuro de esos animales salvajes que se prohíben en escena, en 7 años deben desaparecer del panorama, pero no se sabe qué va a pasar con ellos, ¿qué hacer con estas majestades de la naturaleza?
Poderío y fuerza, el caballo en un espacio teatral. Brutal potencia, la salida del toro de lidia de la puerta de toriles. Gracia y volumen, la evolución de elefante en un circo; y qué decir de un tigre, un león o un leopardo tras las rejas improvisadas en una pista manejados al son de la voz dominante del domador: extraordinario poder. Asombro sin fin ante esta potencia calibrada. El circo nació como la expresión de riesgo y gracia ante los ojos atónitos de los espectadores. Ahora las bien pensantes conciencias quieren acabar sin otro trámite con la exhibición de los animales salvajes en escena, sin medir las desastrosas consecuencias de su bondad para los animales y sus propietarios.
Por ejemplo, ¿qué se va a hacer con los 450 animales salvajes que trabajan en los diferentes circos de Francia? ¿Serán entregados a un hipotético zoológico para que sean tratados mejor? ¿Serán ultimados en masa? ¿Pueden regresar a su hábitat de origen, cuando su vida ha sido circense desde su nacimiento? ¿De qué vivirán los 120 circos itinerantes que poseen algún animal?
La sociedad y los gobiernos quieren proteger animales (muy bien), aunque sean incapaces de proteger a los inmigrantes que ya están en su territorio, sin contar a los que perecen en condiciones terribles en el intento por llegar a Europa. Además en Francia las cifras de las asociaciones hablan de 200 mil personas que viven en la calle, hombres, mujeres niños. ¿Qué hacemos para resolver ese problema entre otros? Nada, limosnas, ceguera, desdén. Ah, pero eso sí, nuestros legisladores se ocupan de la suerte y fortuna de las animales de circo, que ellos deben estar bien tratados para ser presentados en público. En lugar de tratar de resolver casos particulares de maltrato, se opta por la supresión tajante de los animales en el circo, y así todos quedamos ignorantes y contentos. La ceguera como fin social.
Sin esperar a que la ley se aplique, varias ciudades y pueblos de Francia ya prohibieron la presentación de circos con animales en sus localidades. Ver a un león en escena les parece que puede pervertir la conciencia de la niñez. Así se crean nuevos vagabundos por las rutas de Francia, con su fauna a cuestas y un poco más de olvido.
Cuando yo era un niño, un domador rústico presentaba a un oso encadenado por las calles de mi barrio en la ciudad de México. Realizaba su acto al son de un pandero para distracción de los vecinos. Seguramente no tenía mucho cuidado del animal, aunque domador y animal formaban una pareja en la que era difícil discernir quién era quién. No obstante la crueldad intrínseca al que se sometía a este plantígrado, su presencia callejera transformaba a la calle en una escena salvaje, ¿para proteger a ese oso de mi memoria había que matarlo, entregarlo a un zoo, regresarlo a una patria inexistente para que muriera de hambre lejos de nuestras miradas? No tengo respuesta.
En particular soy un fanático del nuevo circo. Por ejemplo asisto a los espectáculos de fin de carrera del Centro Nacional del Arte del Circo en Francia, que cada año invitan a un director para presentar un espectáculo global. Las posibilidades del circo con su escena circular, su carpa transportable, su ritual de riesgo, disciplina y perfección me fascinan, creo que son una alternativa importante para el arte dramático. Y quiero recordar a un personaje de Bergman que decía: El cirquero arriesga la vida, el actor su vanidad… y es que el circo es extremo, y en ese límite la teatralidad permanece en la memoria.
¡Viva el nuevo circo! pero no a costa de la muerte inmediata del circo con animales. A esas compañías hay que darles tiempo de evolución, dejemos que las costumbres evolucionen al ritmo de lo que imponga el mercado y la sociedad. La bondad mediática es un riesgo: con el pretexto de proteger, los legisladores franceses envían a los animales de circo a su suplicio y desaparición.
París, 2022