La interpretación teatral y la mecánica cuántica (y II)
Terminaba la anterior columna con el principio de Incertidumbre de Heisenberg que afirma que no podemos conocer con precisión arbitraria determinadas cantidades observables de las partículas, esto es, no es posible conocer el valor de las magnitudes físicas que describen a la partícula antes de ser medidas, por lo que sería falso asignarle una trayectoria. Todo lo más que podemos decir es que hay una determinada probabilidad de que una partícula se encuentre en una posición. En relación con este principio ya hablamos de la implicación de la luz sobre la percepción, pero ahora llamo la atención sobre otro efecto también relacionado con este principio. Vemos en escena a un intérprete. Si supiésemos con exactitud su posición y trayectoria el escenario, el espectador anticiparía lo que va a pasar y la propuesta no sería transformadora, y esto es algo deseable. Hablo de muchas propuestas teatrales actuales donde sabemos desde el patio de butacas qué está pasando y cómo está pasando, hay poco por descubrir y mucho por anticipar. Sugiero, entonces, que nos asociémonos a la física cuántica y hagamos difícil que el espectador conozca la trayectoria del intérprete. De esta manera, ¡nos acercamos a la realidad física!, en la que el manejo de las probabilidades es el que rige la recepción. En definitiva, consigamos una recepción no pasiva (anticipativa) y sí activa.
La dualidad Onda-Corpúsculo es otro de los principios de la mecánica cuántica que merece la pena comentar. Dice que las partículas poseen la curiosa propiedad de comportarse a la vez como ondas (tipo ondas del agua) y como corpúsculos (tipo objetos sólidos). Una partícula se comporta como dos realidades. ¿No me diga que esa partícula no le recuerda a la esencia del intérprete sobre un escenario que es a la vez personaje y persona? Dos realidades que, al igual que la dualidad onda–corpúsculo no pueden separarse porque definen la esencia de la partícula o, en nuestro caso, el actor: uno sin el otro no existe.
La mecánica probabilística es otro punto de contacto entre las artes escénicas y la física cuántica. Según afirma esta mecánica, el mundo microscópico no es determinista, esto es, dadas unas condiciones iniciales, coexisten muchos estados posibles con una cierta probabilidad. En el proceso de la medida, esa probabilidad desaparece y solo “ocurre” una de esas posibilidades. Vayamos a la escena en donde el mundo tampoco es determinista. Dada una propuesta escénica, en la mente del espectador coexisten muchos posibles desarrollos de la obra, cada uno con una cierta probabilidad. En el proceso de la ejecución de la escena, esa probabilidad desaparece y solo “ocurre” una de esas posibilidades, la que la propuesta haya decidido. Y nosotros podemos ir un poco más allá porque podemos afirmar que habiendo una única propuesta escénica, habrá tantas recepciones a la misma como espectadores la estén viendo. Combinamos física, biología y teatro, y no es extraño, en el origen, todo era lo mismo.
Quizá estas dos últimas columnas hayan podido parecer extrañas o enrevesadas, pero tenga en cuenta el lector que el objetivo era sencillamente atraer su curiosidad y buscar paralelismo. El trabajo en el teatro permite intuir los principios de la mecánica cuántica, ¿a que nunca lo hubiera pensado?