Berraquera colombiana
A finales del año pasado se celebró de manera presencial la edición número 53 del Festival de Teatro de Manizales. Entre confinamientos, mascarillas, antígenos, PCRs, vacunas… y a pesar de este virus sospechoso con nombre de cómic consiguieron retomar de manera presencial el histórico festival de teatro presentando 33 espectáculos locales e internacionales, y contando con la participación de más de 125 artistas. Al mando su director Octavio Arbelaez, apoyado por Beatriz Quintero, inseparable colaboradora, y todo un equipo detrás dedicado a la labor.
Este año el festival ha reflexionado sobre la memoria, a reportar la memoria del conflicto, a visibilizar la realidad colombiana, a visibilizar la violación de los derechos humanos y sobre todo al esclarecimiento de la verdad, y a la no repetición. Ha contado con la colaboración, entre otros, de la Comisión de la Verdad.
Milagrosamente ha sido una magnífica edición. Y digo milagrosamente porque las dificultades económicas son importantes. Las instituciones están contenidas y no dan un paso decidido al frente en apoyo del festival y de la cultura y del teatro colombiano. Están pensando en otras cosas. Están pensando…
Por eso valoramos una edición en la que se han presentado muy buenos espectáculos, muy buenas propuestas, comprometidas y de calidad. Inauguró el festival «Historia de una oveja» de Teatro Petra bajo la dirección de Fabio Rubiano. Un espectáculo en el que no me voy a detener en este artículo porque sobre Teatro Petra he escrito en multitud de ocasiones. Esta vez, me centraré en «Rojo» de La Congregación Teatro, escrita y dirigida por Johan Velandia. Espectáculo acerca de la normalización de la muerte en Latinoamérica, y cómo en nombre del progreso se ha derramado tanta sangre, destruyendo la naturaleza y masacrando a los pueblos con prácticas atroces.
ROJO visibiliza la guerra entre bandas de asesinos, la destrucción del hábitat, la sumisión del ser humano, el chantaje, el abuso y el crimen. ROJO habla sobre la manipulación a través de las creencias populares, sobre la instrumentalización de la religión, de lo espiritual con fines perversos.
Muy buena puesta de escena, alto nivel en el elenco que defiende la propuesta, alguno de ellos llegando a un nivel de virtuosismo interpretativo inusual. Johan Velandia no pierde el tiempo en superficialidades, encara la realidad con la crudeza que está misma realidad exige.
La utilización de los recursos escénicos, las transiciones, los tiempos, la dramaturgia, los recursos de la dirección son todos una lección de esto qué llamamos teatro. Pero me quedo con la semiótica y la simbología del espectáculo. Todo tiene un porqué, todo tiene una justificación, no hay nada gratuito: unos zapatos, un helicóptero, una pantera, una frontera invisible, un arma, el rojo, el color rojo.
El teatro de La Congregación es contundente, es efectivo, es eficaz, es valiente. No duda, no deja lugar a la duda. El teatro de La Congregación es verdad, tiene verdad, es sencillamente ARTE.
Después de «Camargo» es difícil, es muy difícil mantener ese nivel. Por eso, Johan, te hago la ola del Mundial de México, te pongo la alfombra roja de las estrellas, o simplemente, te doy un abrazo de cariño, de respeto y de admiración artística.
Manizales, magnífica ciudad, es conocida por su aguardientico de Caldas o por su ron. Sobre todo, por su café, motor económico, santo y seña del eje cafetero. Pero si por algo es conocido y reconocido Manizales en el mundo es por su festival. Festival de Teatro, símbolo de la perseverancia, de la rebelión, de la reflexión. Símbolo de la cultura, de la utopía, del SÍ SE PUEDE construir un mundo mejor. Cada vez que nombras a Manizales sale la palabra teatro y lógicamente, su festival. Si Manizales está en el mundo, en todo el mundo, es por su festival de teatro. Patrimonio de Colombia y, patrimonio del teatro con mayúsculas. Instituciones colombianas apoyad al Festival de Teatro de Manizales. Sobre todo, a esos políticos de la Intendencia…defended vuestra ciudad, defended vuestro festival. No penséis tanto, hablad menos…»obras son amores, que no buenas razones». Encontrad los recursos necesarios, buscad más dinero. El festival es un derecho de la ciudadanía. El festival es vuestro deber, debería ser vuestra prioridad. Preservarlo y mimarlo.
Poder levantar el telón de esta edición demuestra que todavía la berraquera colombiana existe en Manizales.