El cofre de la memoria

Osvaldo Dragún y su Mexican Dream 

Desde hace aproximadamente un año Osvaldo Dragún participa de la actividad teatral mexicana con los talleres de la Escuela Internacional de Teatro De La América Latina y El Caribe (EITALC). Pese a que el año pasado consideraba que no quería presentar una obra más por mucho tiempo, ayer se estrenó «Mexican Dream». «El teatro –dijo en aquella oportunidad– ha perdido mucho. Creo que todos los que formamos parte del quehacer teatral hemos sufrido un desgaste en nuestra sensibilidad y, yo quiero recuperar la mía. Por eso para salvarme me refugio en el único espacio posible, dentro de esta sociedad, el interno». Ese retiro le permitió escribir obras como «Bogata”, «La soledad del astronauta» y «Mexican Dream» . Esta última se estrenó dentro del ciclo de Teatro Clandestino que inició la Casa del Teatro, dirigida por Luis de Tavira.

«Mexican Dream» es una obra que tiene que ver con el tema de una memoria común a toda Latinoamérica. Con una memoria que trata de sepultar un pasado que el hombre olvida y además borra sus huellas: los recuerdos. Según Dragún “son círculos que lo traen y lo llevan al hombre contemporáneo, son  anillos que van y vienen, golpeándolo en forma constante.”

La historia se desarrolla alrededor de mitos que se superponen en el pueblo mexicano, el de los antiguos aztecas significado a través de la Pirámide, y el de la conquista mediante la Virgen de Guadalupe. La trama la articula un fantasma, un indígena llamado Menos. Éste, no obstante los quinientos años transcurridos desde la entrada de Cortés en México, mantiene su puesto de guardián de la Pirámide, alrededor de la cual giran sistemáticamente los acontecimientos históricos y su relación con ellos. Allí se concentrar en el poder (un policía, estereotipo del mariachi, que en actitud amenazante, enfunda y desenfunda su revolver a cada instante), la política (un licenciado que habla, gesticula y escribe en el aire), la religión (sobreimpresa en el «Jaguar» y la «Lupita» como familiarmente se llama a la patrona de México), la tierra (una licenciada vestida con los colores de la bandera mexicana, vendida al mejor postor); el espalda mojada (aquellos que van y vienen atravesando una frontera con Estados Unidos, atravesando el río Grande más allá  de los límites de la clandestinidad) y el yanqui o «gringo», cazador de «algo más» que ilusiones o mariposas.

Si bien Osvaldo Dragún escribió para un ciclo mexicano y sobre una temática del país, «Mexican Dream» no deja de ser una obra escrita por un argentino. Sus contenidos reflejan no sólo una Argentina que pasó, sino una actual que curiosamente, parece acercarse paulatinamente a la realidad latinoamericana en las crisis económicas y demagogias del poder.

La puesta de José Caballero, estructurada a la manera de comics (saturación de elementos, sobre todo en el «pastiche» que refleja el vestuario, los gestos y la acción escénica), muestra un mundo posmoderno donde existen múltiples conflictos sin resolución, donde la articulación de la realidad es una superposición de estructuras que no conducen a ninguna parte. En ese sentido, trasladó con precisión las líneas temáticas de Dragún. Una sugiere que la historia de los pueblos y su universo cotidiano, son un círculo vicioso que lleva a cometer una y otra vez los mismos errores, donde a pesar que se le corten las manos al pueblo, éste las suplanta con los pies para escapar. La otra, señala un mundo donde vivir no es algo común en medio de tanta alienación y desintegración de valores.

 Vivir, en «Mexican Dream», es una metáfora, un milagro que hay  que explicarlo como mágico.

México 21-6-95


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