Estrenos

Julio Béjar lleva a escena en ‘8,56’ los conflictos internos de los deportistas de élite

La obra está inspirada en la figura del atleta asturiano Yago Lamela

El Teatro Español de Madrid acoge, del 24 al 29 de mayo, el estreno de ‘8,56′, una obra en torno a la vida de los deportistas de élite, con dramaturgia y dirección de Julio Béjar y la interpretación de Jesús Rubio (Yago Lamela), Javier Lago (entrenador), Carlos Cepa (presidente), Silvia Morell (periodista) y Joseph Ewonde (Iván Pedroso).

‘8,56’ es una obra de ficción inspirada en un salto de Yago Lamela, realizado en el mundial de atletismo de Maebashi en 1999. En torno a ese salto hay varios elementos que resuenan a la tragedia griega antigua, como la hibris del héroe trágico y su deseo irrefrenable por ir más allá de sus límites, la idea de destino en la lesión del talón de Aquiles que sufrió Yago, la noción de dios en el cuerpo sobrenatural de Iván Pedroso (un rival insuperable) y la noción de polis, quedando la derrota individual de Yago enmarcada en una derrota colectiva, la de Madrid, que se presenta tres veces como candidata para albergar los juegos olímpicos y fracasa. Por tanto, si la tragedia nació para dar voz a los que no la tuvieron, ‘8,56’ pretende dar visibilidad a la problemática de los deportistas de élite cuando deben abandonar el mundo de la alta competición y rehacer sus vidas.

La historia de Yago Lamela es la de un muchacho que, para poder entrenar, hacía cada día dos horas de autobús y tres kilómetros a pie hasta llegar al estadio. Saltó de Avilés al podio mundial con una marca imposible para el hombre blanco, un salto histórico de 8,56 que le valió una plata mundialista y un récord de Europa que mantuvo durante diez años. Solo le hacía sombra el cubano Iván Pedroso, toda una leyenda. Apuntaba alto el asturiano, muy alto, y luego vinieron más medallas de plata. Hasta el inicio de un calvario de lesiones. Ese maldito tendón de Aquiles que le arrebató su sueño de un oro olímpico y le obligó en 2009 a su retirada definitiva. Atravesó varios periodos de depresión que marcaron sus últimos años junto a su ilusión de convertirse en piloto de helicópteros. Porque él quería seguir volando.


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