Espacio sabático
Dada mi situación económica, siempre al límite, nunca me he podido dar un año sabático, pero afortunadamente, auspiciado por mi señora quien extrañamente no puso ningún reparo, me di una semana de paréntesis solo para mí, sin familia, sin trabajo, sin obligaciones para con terceros. En realidad, no estuve tan solo, porque logramos formar un grupo de 26 personas para viajar a un pequeño paraíso en el norte de Chile, donde practicar lo que más nos apasiona; volar en parapente.
Fueron 7 días en que disfrutamos a más no poder con solo una hora y media de vuelo por día como máximo, pero con 24 horas de estar en el aire, ya fuese efectivamente volando, hablando de ello, contándonos anécdotas, soñando… compartimos con otros nuestra gran pasión, sin importar otra cosa que no fuese el volar solo por volar. No hubo otra competencia más que con uno mismo. El único desafío fue estrictamente personal, fue el de aterrizar en las 3 playas de la ciudad de Iquique, después de haber despegado de ahí donde empieza el desierto más árido del mundo, el desierto de Atacama y haber atravesado la ciudad, volando sostenido únicamente por el viento y las ganas de ser parte de él.
¿Deporte de alto riesgo?
Nacimos sin plumas y es innegable el hecho de que somos intrusos en un espacio del cual por naturaleza no somos parte, pero sin duda alguna, dado nuestro tiempo de individualismo exacerbado, lo que algunos podrían considerar el mayor riesgo de todos, es el de llegar a conocer más que a personas, a seres humanos.
Si, el riesgo existe y no es menor porque la desconfianza se ha apoderado de esta sociedad.
Existe un dicho de aquellos que volamos; «no existen ni buenos ni malos pilotos, sino pilotos viejos».
Cuando recién daba mis primeros aleteos de polluelo, no lo entendía a cabalidad, sobre todo porque para mí, los buenos pilotos eran aquellos capaces de superar adversidades como condiciones climáticas adversas, velas difíciles de pilotar o explorar lugares imposibles.
Después de haber pasado por el dolor de perder algunos amigos con quienes compartíamos esta pasión, entendí que los buenos pilotos no son aquellos que aprietan los dientes y despegan a como dé lugar, sino aquellos capaces de evaluar correctamente las variables del momento, y después de meditarlo a conciencia, no despegar. Un buen piloto no necesita demostrarlo en el aire, se puede ser un buen piloto sin necesidad de abandonar el suelo.
El dicho popular “soldado que arranca sirve para otra guerra”, como siempre, con palabras sencillas expresa una sabiduría irrefutable.
Aquellos que van a la guerra hasta dar la vida si fuese necesario, no entienden que su deber es que el enemigo de la vida y no el.
Muchas veces nuestras decisiones están influenciadas por la opinión ajena, sin ser nosotros capaces de quitarnos la carga del que dirán. Hacemos lo que, según la opinión popular debemos hacer y no lo que realmente queremos hacer.
Me tomé un espacio sabático de toda una semana en contra de todo filtro de responsabilidad para con los demás.
¿Y qué?
“Una vez al año no hace daño”.