Críticas de espectáculos

Un melodrama cómico ligero

Continúa la 68 edición del Festival que estrenó su tercer espectáculo en el Teatro Romano: «El Misántropo», melodrama cómico del ateniense Menandro (342-292 a.C.) en versión de Carol López y Xus de la Cruz, representada por la compañía madrileña LAZONA/Teatro. La obra de este autor –representante de un género conocido como la Comedia Nueva griega- es la primera vez que se representa en el Festival.
Las obras de Menandro, que como prueba de un nuevo clima del teatro griego pierden la dimensión política de la anterior época de Aristófanes, están caracterizadas por argumentos sin rimbombancias (dejando atrás los temas míticos y los personajes heroicos) ni grandes problemas. Son tramas que presentan aspectos y preocupaciones cotidianas, con una moralización y un final feliz que, al menos por el tiempo de la representación, le alejaran de otros problemas y situaciones más graves de una ciudad, de un Estado, como el ateniense de esos días, que había perdido definitivamente sus grandes aspiraciones.
La obra «El Misántropo» dada en un ambiente rural, en donde destaca la figura de Cnemón, un viejo cascarrabias que sólo entiende la soledad como forma de vida, desarrolla una trama costumbrista amorosa cuyo objetivo no es otro que hacer ver al personaje el error que conlleva la soledad y el desdeñar groseramente las relaciones afectivas. Finalmente Cnemón comprende lo absurdo de su situación -se había caído en un pozo e inevitablemente tuvo que pedir la ayuda para salir- y los enredos de la obra terminan con una fiesta de bodas a la que ha de acudir. En su moralización, Menandro ataca el vicio de la insociabilidad, pero sin exagerar al viejo en su defecto ya que incluso despierta simpatía, pues su razonamiento convincente es que está harto de ese mundo materialista de la ciudad. La comedia del griego, con cierta viveza en los diálogos y buenas caracterizaciones de los –arquetípicos- personajes, resulta alegre y divertida con esos matices rurales, bastante interesantes.
La versión (que no adaptación), de Carol López y Xus de la Cruz apenas respeta el contenido y la forma del original, aunque sea también ecologista y defensora de la vida en contacto con la naturaleza. «El Misántropo», sufre en ella las mismas tropelías que escribió Menandro pero con muchas variaciones en el argumento y personajes (tal vez algunas por las exigencias comerciales de un elenco preconcebido y la inclusión del tema feminista «requerido» por el Festival). En lo primero, con la introducción frívola de un hotel rural para retiros espirituales que supuestamente invade el espacio del lugar donde habita el protagonista. En lo segundo, los cambios y la eliminación de muchos personajes.
La versión ha creado diálogos, donde –por ejemplo- tienen mucho protagonismo La Muchacha, hija del misántropo, con sus arengas feministas «actuales» (metidas con calzador) que contradicen la función de la mujer en la sociedad ateniense, o de Mirrina, la madre del personaje enamorado de La Muchacha, que en la obra original no habla, pues quien lo hace es su marido Calípides, que aquí desaparece. Igualmente, desaparecen criados, parásitos, esclavos y mayormente Sicón (un cocinero que aquí aparece en otra onda) y Getas (esclavo de Calípides), personajes que son prototipos del juego cómico de la obra de Menandro (y de la Comedia Nueva griega). La versión, pretenciosa de modernidad, está cargada de expresiones actuales (muchas en boca de labriegos van de humoradas «cultas») y recargada de anacronismos (mayoritariamente insulsos) y de «apartes» (explicaciones de los personajes) que en su mezcla confunden más que aclaran. De todo ello, lo más singular es el juego «pirandeliano» de teatro en el teatro que se sugiere en su estructura dramática. Pero, en términos intelectuales, incluso ideológicos, la lectura es de una simpleza que roza el folletín. No me parece que esta versión sea mejor que el texto original.
La puesta en escena, de Carol López es la de una comedia convencional actual y austera, que incluye canciones adaptadas al tema de la obra y a una música pegadiza conocida (que hacen de sustitutas del coro que en la Comedia Nueva griega desaparece como personaje), tratando de dar un atrayente carácter festivo y popular (que funcionó bien para un determinado público). Llamó la atención la escenografía, totalmente confusa y muy fea con unas ridículas sillas a un lado y otro del monumento (destinadas a los actores en sus descansos). No aclaran nada sobre los cuatro espacios de la obra de donde deberían salir los personajes. Las acciones, que se despliegan en el centro del teatro romano, cubierto de unos jaramagos y amapolas, en muchos momentos resultan desajustadas de ritmo y son planas en varias situaciones de actuación. El planteamiento escénico, salvo las interpretaciones, cojea lo suyo en forma y fondo, en definitiva. El espectáculo no va más allá de su condición de melodrama cómico ligero.
En la interpretación, todos cumplen más o menos bien (algunos están algo desaprovechados). Los más veteranos –Jesús Castejón (el Misántropo), Beatriz Carvajal (Mirrina) y Ángel Ruiz (el dios Pan)- marcan el compás con su probada profesionalidad y algunos gags que parecen de su cosecha. Los debutantes Alejandro Pau y Carlos Troya, cuando están entonados, también les sacan partido a sus roles de personajes jóvenes. Todos destacan cantando en sus números musicales. Pero yo me quedo con el impacto sobre la escena de María Ordoñez (La muchacha), un terremoto con mucho humor en sus discursos feministas reivindicativos (deberían ficharla los movimientos feministas o Irene Montero para su Ministerio). Esta actriz ya demostró su calidad en el Teatro Romano hace años en la obra «El eunuco».
Alrededor de 2.000 espectadores asistieron al estreno. La mayoría rendidos sin pudor al famoseo patrio y a la risa floja (nada más aparecer en escena la Carvajal y decir su nombre recibió un sonoro aplauso).
José Manuel Villafaina


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Un comentario

  1. El domingo 17 de Julio asistí en el Festival Internacional de Teatro de Mérida, a la representación del “Misántropo” una comedia firmada por Menandro.
    No sé por dónde empezar. La puesta en escena la había porque los actores y actrices estaban allí. Era de una simplicidad total, sin ritmo, ni arco dramático. Todo fuera de sitio.
    Vengan morcillas, una tras otra para hacer reír al público. A lo que hay que añadir el utilizar músicas de temas conocidos, para intentar animar, simulando que el ritmo cambiaba para que no cambiara nada.
    La acción dramática reinaba por su ausencia. Todo mi respeto al actor y actriz principal con larga trayectoria teatral. Creo que su actuación estuvo muy por debajo, al menos de lo que yo esperaba de ellos.
    Llevo observando que el Festival de Mérida se ha convertido en un reclamo de público a base de actrices y actores televisivos y dónde cada vez más la calidad va disminuyendo a pasos agigantados.
    Muchos son los años que he visitado este Festival, si bien los últimos lo he dejado de hacer por lo expuesto anteriormente.
    He visto espectáculos tan grandiosos en ese “templo” del teatro, que me entristece y me pone de mal humor lo que está sucediendo.
    Tal vez la Junta de Extremadura, debería considerar que lo importante no es solo la cantidad de público que entra en el recinto, debe primar la calidad de los espectáculos.

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