Adiós a dios
Desde siempre la fe en un ser superior dueño de todas las respuestas, ha sido necesaria como para tranquilizar al ser humano en cuanto a su conciencia de finitud. Donde terminan las respuestas, comienza la fe, y la gran pregunta eterna sin respuesta es ¿qué hay después de nuestra muerte? Al menos después de lo que conocemos como muerte física, que es la única de la cual tenemos una certeza irrefutable.
Lamentablemente hoy en día la mayor parte de las religiones como expresión máxima de fe al creer en un dogma, una verdad revelada incuestionable, están contaminadas por fanatismos estúpidos alimentados por dirigentes inhumanos. Esos personajes encargados de establecer los puentes entre nosotros los seres humanos mortales y la divinidad eterna, sea cual sea esta, en contadas, pero destacables ocasiones, ejercen su verdadero rol.
Desde la curia católica que hace alarde de ostentación mientras demasiados mueren de hambre, hasta los ayatolas musulmanes quienes promueven el exterminar toda opción diferente al islam y muchas religiones más, de las cuales desconozco su mecánica. En el fondo, son todas iguales; amor en la base y odio como resultado final
Mi reconocimiento positivo a toda creencia, siempre y cuando esté implícito en ella un absoluto respeto por el otro.
Dios es uno solo, y los masones encontraron la formula perfecta como para referirse a él; el gran arquitecto del universo. Este gran arquitecto podría ser Jesucristo, Alá, energía universal, vibraciones u otro.
Los mandatados por la suprema divinidad han olvidado su rol y son los mayores responsables de que le estemos diciendo adiós a dios.
En mi realidad judeocristiana occidental, los grandes conflictos personales, se le confesaban al cura, quien, a manera de médium divinizado, transmitía el mensaje para ofrecer tranquilidad espiritual a cambio de algunos padre nuestro, un par de ave maría, y por supuesto, una limosna depositada en las arcas de la iglesia.
Hoy, ese papel de escuchar está siendo reemplazado por los consabidos terapeutas de todo tipo, desde científicos hasta chamanes.
Varios de mis conocidos asisten a terapia al menos una vez a la semana, algunos incluso 2, pagando la tranquilidad espiritual por adelantado y la antigua confesión de pecados con posterior limosna, hoy no es más que una conversación cronometrada con boleta de servicios profesionales.
Adiós a dios y sus 10 mandamientos, bienvenido el mercantilismo con sus pagos en 10 cuotas a bajo interés.
La nueva religión es el culto al dinero con la tarjeta de crédito entregada a manera de ostia a sus fieles.
Desde siempre el perdón de los pecados se ha comprado con dinero al contado. La ventaja de nuestros días es que se puede pecar con facilidad de pago en cuotas, eso sí, que pagando intereses según las leyes del mercado. Nada es gratis, ni lo será, ni siquiera la fe, sin importar la religión de la cual se trate.
La única fe ciega que se debería tener, es la fe en uno mismo, el único ser capaz de entregarnos la vida que deseamos, y si no puede, al menos trata.
Adiós a dios, bienvenida mi fe en mí.