Silencio, aún hay que velar
Una ausencia, o silla vacía que dirige la mirada al punto de fuga. Una pérdida, una muerte del ser colectivo, o una composición rota de objetos parciales con una pantalla que se funde a negro. Se ha estrenado en el FIT de Cádiz Todas las santas, escrita y dirigida desde el ardor y el sismo por Luz Arcas. Tiene la silueta de un teatro posbrechtiano donde tres secuencias se exponen ante los ojos, sin distancia física, pero con un distanciamiento estético y reflexivo. Esta conmoción procede de la escenografía diseñada por Luz Arcas, siendo una brecha entre espacios diferenciales y testimoniales.
Dichos cuadros dispuestos en la continuidad de Todas las santas no pretenden la adhesión de los párpados, su entumecimiento, sino una mirada que atienda sobre lo visto. Cada cuadro se compone a su vez de imágenes transitorias o instantes preñados (término de G.E.Lessing), es decir, de encuadres-símbolo que con su escenografía, espacio sonoro y gestus, designan un tiempo abstracto y concreto: un signo visual de composición en el que se puede leer el sentido histórico del gesto representado. Del gestus social, dirá Roland Barthes a propósito de Brecht, es un gesto o un conjunto de ellos (que no una pura gesticulación) en el que puede leerse toda una situación social. Gestus e instante preñado se superponen en esta obra, se aparecen el uno en el otro para reafirmarse en una identidad arrebatada por la violencia. En Todas las santas, esta instante privilegiado representa las ausencias (recuerdos de aquellxs asesinadxs, recuerdos de revuelta encarnizada, promesas de un socialismo en un estado libre y seguro que no llega).
La conciencia ha estado demasiado tiempo demasiado atenta, y gracias a esta obra-testigo, el grafo histórico es dibujado desde otro trazo, inteligible y santificado. El gestus de Egly Larreynaga denota crueldad, rigidez, impotencia ante una infancia secuestrada y una adultez subyugada por todo destino obrero. La voz en off que la alterna y que transita el escenario en imagen audiovisual es también mirada que atestigua la forma de utopía que ha adquirido su realidad concreta de revolución. Ahora es palabra vacía, ausencia de promesas de una historicidad manchada con demasiada sangre. Esta poética mira hacia lo absoluto cuando está de pie escuchando a su madre; mira hacia lo concreto cuando la tenuidad se hace luz en cada rostro que la observa. Llora exhausto este signo, tras ver el mundo (a sus sujetos en crisis) y sentir el sufrimiento ajeno como propio. Y es que el mirar es acontecimiento de la mirada que siempre busca algo o a alguien para ser con él. Es signo inquieto, cuya fuerza lo desborda. Ahora se mueve hacia una serie de imágenes ópticas: se siente, escucha, nos toca y danza.
Alicia Chong aparece en el intersticio de este primer cuadro, se imprime de él para significarlo en uno nuevo, nacido y autonímico con el primero. Chong mueve la cabeza, los brazos, las piernas, los ojos. Pero no mira a lo concreto menos que a lo absoluto: dirige al horizonte un discurso de imágenes-tiempo, de su historia. La libertad se escribe con sangre y muerte a destiempo, entre un suspiro, un gemido y un deseo. Su cuerpo, que nimbaba sobre el fondo teñido de rojo diseñado por Jorge Colomer, ahora tensiona todos sus órganos, nuevo gestus, en nombre de una transcendencia sísmica, figura-fetiche, que se convierte en sustituto sublime del sentido hacia otra política, otra mirada que pende del patio de butacas. Esta figura no es individual, sino que permanece compuesta por dos cuerpos que, desde la superficie más profunda, se mecen, se abrazan, se tiemblan, y se expulsan sobre sí para volverse a ver más tarde, fuera del pasado y dentro de una memoria colectiva. Las imágenes se movilizan en un último instante preñado, sustrayendo a las muertes y la devastación de los terremotos una serie simbólica que reestructura la forma perdida y ausente. Flores, frutos y cajas retoman el gestus y le proveen de una plegaria llena de circularidad.
La impresión del gestus en todos los movimientos hápticos de Egly y Alicia ha coloreado todas las imágenes hasta articular un altar florido y en descomposición (pues no dejan de ser cadáveres de las flores vivas que un día fueron). Este gestus no es estable. No es un ser propio del escenario, sino que lo es del espacio de representación, hecho templo y altar: los cirios que restan encendidos nos apelan. El gestus migra y dura en la percepción que nosotrxs, ojos-espectadores y testigos, recordemos de él. Figurado y elevado del suelo, nos mira, coronado de flores, como se mira a lo imposible.
Andrea Simone
FICHA ARTÍSTICA:
•Obra: Tiodas las santas de Luz Arcas, Egly Larreynaga y Alicia Chong
•Dirección, dramaturgia, espacio y vestuario: Luz Arcas
•Interpretación: Egly Larreynaga y Alicia Chong
•Textos: Egly Larreynaga, Alicia Chong, Luz Arcas, Horacio Castellanos
•Audiovisuales: Jorge Colomer y Jorge Juárez
•Iluminación: Jorge Colomer
•Foto y vídeo: Virginia Rota
•Técnico de iluminación: José Espigares
•Coproducción: La Phármaco y el FIT de Cádiz, en colaboración con el Teatro de La Abadía de Madrid
Central Lechera, FIT de Cádiz, 21/10/2022
Fotografía de Lourdes de Vicente y Francis Jiménez.