A la mierda con todo
¿Cuántas veces no lo hemos dicho y cuantas más no lo hemos pensado?
Mandar todo a la mierda sin medir las consecuencias de un acto tan irracional y fuera de norma, censurado por el que dirán.
Para llegar a ese nivel de descontrol la racionalidad también se ha ido ella misma a la mierda.
Tratar, tratar y seguir tratando hasta llegar al punto donde la idiotez humana nos hace caer para tener que levantarnos y seguir tratando.
Nadie nos prometió jamás que la vida iba a ser fácil, pero tampoco nos maldijeron con eternas penas y frustraciones.
¿O sí?
Los éxitos por mínimos que sean, se deben vivir a plenitud y aun así, de vez en cuando, mandar todo a la mierda es inevitable.
Chocar constantemente contra un muro de imposibles y cortapisas va minando gradualmente nuestra capacidad racional y sobre todo emocional de sobreponernos a las dificultades hasta que ese grito destemplado surge desde lo más profundo de nuestras frustraciones por no poder cambiar el curso de las cosas. En ese momento, mandarlo todo a la mierda incluso tiene cualidades curativas. Ese descontrol momentáneo incluso nos puede traer relajo.
Por algo el impopular martillazo en el dedo pulgar siempre se remata con el mayor improperio que conozcamos. Es como esas borracheras de medianoche donde en el límite de la inconciencia, casi noqueados por la intoxicación alcohólica, nos sentimos morir. Aguantamos confiando en nuestras fortalezas de buen bebedor hasta que no podemos más y el vómito explosivo no nos mejora del todo pero al menos nos alivia.
Esos descontroles los creo absolutamente necesarios porque de lo contrario la negatividad se acumula como residuos de una central nuclear, haciéndolos cada vez más peligrosos y difíciles de desechar.
¿Pero cómo tan negativo?
No hablo de un estado perpetuo de descontrol sino abrir la válvula de escape de vez en cuando para evitar una explosión mayor.
¿Y no sería mejor evitar llegar a ese punto?
Por supuesto pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, el que crea conocer la fórmula del control eterno, que me la envié rápido antes de estallar de nuevo.
Algunos parecieran «estar operados de los nervios» porque resisten estoicamente cualquier embate de negatividad con una pasividad monacal.
Cuidado. Son los más peligrosos porque el día que estallan, las victimas de su ira no pueden contarse tan fácilmente.
El ritmo de vida contemporáneo impuesto por esa mano negra anónima capaz de cambiar el curso de la historia en beneficio propio, nos obliga a acumular deudas, cansancio, stress, negatividad…
Las actividades fuera del horario de trabajo, si es que algo de tiempo queda, compartir con una familia ancianos tozudos como nosotros mismos lo seremos algún día, de adultos tan cansados como nosotros mismos y de niños pegados a sus dispositivos multimedia comprados por sus padres como chupetes electrónicos para dejarlos tranquilos, no basta.
Hacer deporte, yoga, baile, box, full contact,…tomar cursos del más variado tipo… hacer cualquier cosa que distraiga nuestras mentes, parecen ya no ser suficientes como para diluir la energía negativa.
A la mierda con todo sin dañar a nadie, respirar profundo y seguir tratando.