A través de los ojos del otro, como en el amor, en el teatro
El poder da las imágenes dinámicas en las escenas invisibles que surgen en el teatro de nuestra mente es el centro neurálgico de ANTÓNIO E CLEÓPATRA de TIAGO RODRIGUES, que pudimos ver en la clausura de los Festivais Gil Vicente de Teatro Contemporáneo de Guimarães, en el CCVF (Centro Cultural Vila Flor) el 13 de junio de 2015 y desde donde subirá hasta el 69 Festival d’Avignon, programado por Olivier Py.
ANTÓNIO E CLEÓPATRA es una producción de Mundo Perfeito, que estuvo en residencia artística en Teatro do Campo Alegre, Teatro Nacional São João y alkantara, en coproducción con el Centro Cultural de Belém de Lisboa, Centro Cultural Vila Flor de Guimarães y el festival Temps d’Images.
El espectáculo se abre con la descripción de una escena entre António y Cleópatra por parte de los coreógrafos, bailarines y actores, SOFIA DIAS y VÍTOR RORIZ.
El régimen textual descriptivo se instalará en todo el espectáculo para dar a luz imágenes, al propiciar una visualización de personajes y escenas virtuales, que mantiene incólume la distancia mítica de la epopeya amorosa y política entre el triunviro romano y la reina de Egipto.
Los rápidos cambios panorámicos en las localizaciones que se dan en la tragedia de Shakespeare, fluctuando entre los pasajes sensuales a la vera del Nilo y la austeridad de Roma, encuentran en esta versión libre de Tiago Rodrigues el modo más sugerente de realización. La presencia y el movimiento exquisitos de la bailarina Sofia Dias y el bailarín Vítor Roriz, proyectan en el teatro de nuestra mente, con su actuación verbal, gestual y proxémica, los diferentes planos de esta legendaria historia. Y así, ante nuestra mirada, se yerguen planos panorámicos, planos secuencia, primerísimos planos en los que nos conmovemos, por ejemplo, ante la gota de vino que resbala por la comisura de los labios de Antonio, que Cleopatra enjuga con sus dedos.
La deixis verbal y gestual sitúa en el espacio escénico una acción virtual. Aquí el espacio escénico es igual al espacio imaginario.
Por veces, parece que la actriz y el actor muevan a unos personajes virtuales, como si estuviésemos ante un espectáculo de bunraku, en el que las marionetas, gigantes y, a la vez, delicadas, estuviesen construidas con la deixis verbal y gestual.
Y es la finura del trazo de esa deixis verbal y gestual, junto a la escucha profunda y a la conexión entre Sofia Dias y Vítor Roriz, lo que nos aproxima con sencillez la complejidad de esta historia mítica.
Toda la acción verbal es como una didascalia.
«António dice…
Cleópatra dice…
António ve…
Cleópatra ve…
António se aleja…
Cleópatra sonríe…»
La ritmicidad del texto se basa en la recurrencia musical de los nombres y de la estructura y extensión de las frases, rozando maneras versales.
Hay momentos de estribillo en la descripción de las acciones virtuales de los personajes referidos.
«Cleópatra abre los ojos.
Cleópatra siente el olor de António.
Cleópatra piensa… António.»
Un disco de vinilo, con la carátula de la funda, apoyada al pie del tocadiscos, nos muestra las imágenes de Richard Burton y Elizabeth Taylor en el film de Mankiewicz titulado «Cleopatra». Sofia y Vítor ponen fragmentos de la banda sonora de la película para hacer las transiciones entre las estrofas del espectáculo.
Vítor describe los movimientos, los sentimientos y lo que dice Cleópatra. Sofia mueve a António.
La actriz y el actor se mueven encima de un enorme tapiz gris, cuyo color hace aguas en diferentes tonalidades. Este tapiz va desde el proscenio elevándose hacia lo alto del foro del escenario y constituyendo un lugar fuera del tiempo y del espacio, un lugar abstracto en el que se pueden proyectar imágenes, sueños, e incluso, pesadillas. La presencia de un enorme móvil de tres ramas de las que penden cuatro círculos transparentes, dos ámbares solares y dos azules lunares, le dan un aspecto cósmico al espacio.
En un momento del espectáculo, Sofia mezcla sus gestos gráciles son las esferas solares y lunares que penden del móvil. La sombra de la actriz acaricia y atraviesa los reflejos circulares dorados y azules que proyectan las esferas planas en el tapiz. En otras ocasiones es el reflejo de los actores el que se espeja en los círculos que giran en el aire.
Las relaciones de amor entre António y Cleópatra se mantienen en el mito gracias a esa proyección fantasmal de las escenas descritas y movidas por Sofia y Vítor.
La vinculación entre el amor y la soledad de los amantes se trufa con los condicionantes políticos de una Roma y un Egipto imperiales e inflexibles al sentimiento.
«Y tú dices: ¿Y cómo es su caminar?
Y tú dices: ¿La amas?»
El texto hibrida discurso indirecto y discurso directo, y vuelve a la textura didascálica que mantiene la dimensión épica y mítica de estos personajes que no consiguieron casar sentimientos y conveniencias.
El espectáculo hace danzar la epopeya en las voces y en los gestos indiciares.
El régimen textual muda hacia la asunción de la voz objetiva del drama por parte de los actores, convirtiéndoles en intérpretes de los personajes. Sin embargo, siguen manteniendo esa distancia épica en las entonaciones de la elocución, que conserva las mismas maneras del discurso didascálico e indirecto, en tercera persona.
La segunda persona de la voz objetiva del drama mantiene, en la dicción, la hendidura de la epopeya de la tercera persona de las voces narrativas y descriptivas que mueven los hilos invisibles de estos dos invisibles personajes, tan presentes y tangibles.
En otro pasaje del espectáculo, el texto muda hacia una performance vocal, muy en el estilo de la pareja artística Sofia Dias & Vítor Roriz, que juega a repetir y variar, progresivamente, palabras por conexión homofónica. La formación y deformación verbal, llevando de una palabra a otra próxima, contagia la expresión facial y corporal de la emoción y la actitud que implica la nueva palabra que emerge del juego rítmico de repetición-variación.
La escucha y la ritmicidad en la disposición de los tiempos y duraciones hace surgir una dramaturgia musical que va acompañada por las inflexiones de la luz.
En conjunto, ANTÓNIO E CLEÓPATRA de Tiago Rodrigues se nos presenta como un poema escénico en el que las palabras y los gestos danzan alrededor de una historia mítica de amor imposible.
La invocación dancística suscita apariciones que se conjugan desde la mirada a través de los ojos del otro, de la otra, como en el amor, en el teatro.
Afonso Becerra de Becerreá.