ABANEA. La danza que refresca
Hay pocas oportunidades durante el año para poder disfrutar de piezas cortas de artes escénicas, en este caso danza. Es una pena porque la pieza breve, en su concisión, concentra las energías del mundo, como lo hace el poema. Y cada creadora nos ofrece un mundo por vía del cuerpo, en su manera de intervenir en el espacio-tiempo compartido, a través del movimiento y las tensiones rítmicas que despliega y nos alcanza. Qué suerte tiene Gondomar (Pontevedra) de contar con ABANEA, al igual que Foz (Lugo), Outes (A Coruña) y Allariz (Ourense). Pueblos privilegiados frente a las ciudades atolondradas por el todo que al final no es nada.
La Asociación IS.MO Cultura, con el apoyo de la Xunta de Galicia, la Red Estatal AcieloAbierto y el INAEM, y los Ayuntamientos implicados de Gondomar (Pontevedra), Foz (Lugo), Outes (A Coruña) y Allariz (Ourense), además de A Casa Vella y SóLODOS, con la dirección de Marta Alonso Tejada, Manu Lago, Lilian Portela y Paula Quintas, van por la segunda edición de ABANEA, un espacio para lo excepcional, que está abierto a la gente de estos pueblos y a los que queramos acercarnos, porque la visita vale la pena y no tiene nada que ver con el turismo de consumo plano, la comilona y la verbena.
El viernes 28 y sábado 29 de julio de 2023, en Gondomar (Pontevedra), Paula Quintas y Marta Alonso Tejada, las maestras de ceremonias de ABANEA, nos invitaron a hacer con el programa a mano del festival, de papel couché, en un ejercicio de origami, un abanico con el que no sólo espantar el calor del verano, sino también aprender el lenguaje secreto que se remonta a la época de Luis XIV, el rey que fomentó la danza cortesana y el ballet. Así, con el espíritu lúdico activado y la predisposición flexible, abanico en mano, ABANEA nos llevó a un viaje sensorial y emocional diverso a través de tres piezas cortas muy diferentes en cada uno de los días.
El viernes 28 vimos dos solos: ‘A RAÍZ DE’ de Daniel Rodríguez (Galicia) y ‘PROSERPINA’ de La Mínima (Madrid), con un dúo en medio: ‘MINGUANTES’ de Cía. Entremáns/La Guajira (Galicia), que llega como espectáculo seleccionado por la Red Estatal Acieloabierto, de la que Paula Quintas es actualmente subdirectora.
‘A RAÍZ DE’ de Daniel Rodríguez fue un hermoso descubrimiento para mí. Creo que es una de las piezas en las que el contexto de las raíces tradicionales se presenta de forma más orgánica y vibrante dentro del contemporáneo. Daniel Rodríguez nos ofrece toda la sensualidad, el desafío, la hermandad y la fiesta que fusionan las raíces en el baile tradicional gallego, en los sonidos y en las formas que han florecido en nuestro paisaje. ‘LA RAÍZ DE’ convierte al bailarín en un mago, un seductor y también un liberador. Tres figuras alegóricas construidas en el fluir del movimiento que, además, actúan en paralelo a algo muy íntimo y personal que se puede sentir y percibir, aunque, como debe ser, se mantiene en el ámbito del secreto. Porque esta pieza es también, o sobre todo, una expresión inédita del mundo de Daniel, una puerta abierta de par en par a una sensibilidad y a un ser de su mundo en el mundo, que fluye sobre las alas que le dan la tierra y el mar, el ecosistema cultural de la matria gallega.
Los saltos y giros, trabajo de piernas y brazos, en algunos momentos, recogen ecos populares del tradicional, sin ilustrarlos, sin pegarlos ahí como en un collage. Esos palos son subterráneos, si la coreografía fuera el texto, serían el subtexto, pero sin actuar como fuerzas intencionales, sino más bien como ese empuje circular celta que, sin desprenderse de la tierra, toca el cielo.
Una pieza emocionante que se mueve, como pez en el agua, tanto en el silencio lleno de expectativas, como en conjunto con las voces y la música de Aida Tarrío, Manuele Pardo y Baiuca.
El yo y el nosotros, lo contemporáneo, en su singularidad, y lo tradicional, en su extensión popular. Y, sobre todo, el placer de ver a alguien que lo da todo, que está con nosotros, y que al liberarse también nos libera a nosotros sin perder el norte, sin desconocer el ecosistema cultural que nos sostiene.
‘MINGUANTES’ de Entremáns/La Guajira (Ana Beatriz Pérez y Armando Martén) es más que un dúo, es la expresión de la simbiosis del dos, de la necesidad inextricable del dos, la explicación inexplicable de la pareja, de por qué necesitamos, buscamos u organizamos la vida en pareja. Esa simbiosis, esa expresión del dos es, maravillosamente, atravesada por el tiempo en más de dos dimensiones. El tiempo de la respiración en el acoplamiento de los cuerpos, es decir, los torsos, la parte en la que residen las vísceras y los órganos vitales, especialmente los que marcan la organización rítmica y temporal más básica: el corazón con la sístole y la diástole y los pulmones, que también son dos, en inspiración y espiración. La ondulación de los cuerpos de Ana Beatriz y Armando, fundiéndose en el tiempo y el espacio, convirtiéndose en el horizonte vibrante que miramos y sentimos. Y hay tiempo, como archivo histórico, que traen las presencias.
En el bello y poético texto, que escuchamos en la voz en off de Rocío González, entre la música y los silencios, se nos habla de contrastes en sus carácteres y aparece la complementariedad.
El poema coreográfico destila amor sazonado por el tiempo y, si bien la aceleración a la que nos somete la inmediatez tecnológica y digital del presente puede llevarnos a ser seres menguantes, frente al tiempo de quienes nacimos en otro siglo, ese amor, en la suprema delicadeza y calidad de esta pieza, nos redime y hace triunfantes.
‘PROSERPINA’ de La Mínima es un solo en el que Perséfone y la primavera ruedan por el suelo, entre flores multicolores. El mito de esta diosa que ilustra el ciclo de la vida, la muerte y la resurrección, se enciende y detona en una coreografía que parece construir el cuerpo. El bailarín juega con una chaqueta americana del lado derecho y del revés, en ella trae las flores que esparce por el suelo. El forro floreado de la chaqueta, vestida del revés, nos regala esa primavera que quiere saltar, levantarse, soñar. Pero eso, al final, dándole la vuelta, va a ser la chaqueta seria, la negra, la del sobrio, la de quien ya sabe. Un viaje especial el de Alberto Almazán Tavero, en el que las flores y el conocimiento mantienen una relación, en cierto sentido, paradójica o no, porque las flores o se marchitan, si son solo decorativas, o se transforman en fruto, en el ciclo de las estaciones. Y el conocimiento, ¿es el fruto, la cosecha, o es la flor? ¿Adónde se fue la primavera? Alberto la lleva en los bolsillos de su chaqueta.
El sábado 29 de julio fue una tarde de duetos: ‘ME FUI CON TU NOMBRE’ de No Man’s Land Cía. (Ecuador/Túnez), programado en colaboración con Plataforma SóLODOS Costa Rica (Maruxa Salas, Erick Jiménez y Víctor L. Carbajales); ‘VISTIRME DE TI’ de Nuria Sotelo y Clara Ferrão (Galicia); y ‘SAMSARA’ de Chey Jurado y Javito Mario (Extremadura), que proviene de la Red Acieloabierto.
En ‘ME FUI CON TU NOMBRE’ de No Man’s Land Cía. los rasgos étnicos de Marcelo Javier Guaigua (Ecuador) y Lémia Boudhiaf (Francia/Túnez) nos trasladan a un universo tan exótico como el de la voz en off de Julio Cortázar. La realidad de la danza adquiere los vuelos del realismo mágico. La creatividad y fuerza de los «portés» en el entrecruzamiento de los cuerpos me dejó boquiabierto. Eso combinado con la puntuación de pequeños gestos en contacto con los rostros, especialmente cuando se tapaban la boca, hace que la pieza genere la expectativa de una posible historia que se nos escapa, o por lo menos de algún tema que pueda andar aferrado a esos movimientos que son como un relámpago entre ellos y ese transporte de pesos. La percusión en la música y el texto del ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, quizás, también contribuyan a ese sentimiento.
‘VESTIRME DE TI’ de Nuria Sotelo y Clara Ferrão es una pieza muy visual, no solo por los coloridos pantalones y blusas, relevantes por la invitación que nos transmite el propio título, sino también por el enredo de los cuerpos, en un juego en el que uno intercepta al otro, con un brazo, una pierna o un pie, promoviendo, de forma fluida, el cambio en el cuerpo de la otra. De esta manera, como piezas que encajan, Nuria y Clara van generando formas y composiciones a dúo muy plásticas y visuales, desde una actitud lúdica llena de espontaneidad, que nos divierte y asombra. La filigrana, la exactitud en la coordinación de los movimientos y la exigente fisicalidad que implican hace que estemos muy pendientes de ellas. Tanto como una dependa de la otra, nos revelan algo que la ola de individualismo y atención a las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos nos está haciendo olvidar: la necesidad de relacionarnos con otras personas, el hecho de que dependemos de ellas para ser y estar saludables. Me encantó el arco emocional de la pieza, porque de esa alegría y diversión inicial, pasan a un trabajo en el que la ternura, el abrazo y la calma, también nos hace calmarnos en eso, en el entre, cuando se alcanza el equilibrio.
‘SAMSARA’ de Chey Jurado y Javito Mario es un prodigio en el unísono acrobático y en el manejo virtuoso de las dinámicas, en la forma en que manejan las velocidades de movimiento, casi en términos fantásticos, sobre todo cuando una caída o un movimiento inercial se frena o ralentiza, o cuando un movimiento de naturaleza fuerte, como un salto, una patada, se suaviza. Hay en esos giros y vueltas en el aire y en el trabajo en el suelo algo de «Hip hop», de «bboying», de «breakin». Chey Jurado parece tener un cuerpo habitado por distintos bailarines o, en otras palabras, que su cuerpo es un escenario en el que las distintas partes actúan de manera sorprendente, sobre todo cuando lo hacen en disyunción. Por su parte, Javito Mario también aporta una finura y una delicadeza que no hace predecir los impulsos y la potencia de sus reacciones. Hay en el conjunto, desde la escena inicial en la que participan en un juego de mesa en el suelo, una especie de relación de “dealers”. Quizás, ese es el mundo en el que nos movemos, marcado por las negociaciones y el calibrado de ganancias y pérdidas. Ilusiones externas, la de ganar o perder, que nos llevan por caminos que exigen muchas piruetas y acrobacias arriesgadas.
ABANEA no sólo nos hizo bailar en la silla, en ese viaje apasionante de las piezas programadas, sino también en la “Pista de Baile” que abrían al final de los espectáculos. Marta Alonso Tejada nos echó una mano para encontrar el paso, con propuestas coreográficas sencillas y divertidas. Abanicamos (abaneamos) nuestros cuerpos después de expandir nuestra sensibilidad en las alas de la danza. Y creo que nos sentó muy bien.