Abrir la puerta
Las personas dedicadas al teatro han cruzado un umbral que los transporta a otro mundo; desde que atraviesan la puerta quedan vinculadas al misterioso universo del arte y la cultura. Hay en ellas una perspectiva, una posición consolidada. Muchos otros ni siquiera saben que esa puerta existe. Por eso cuando se despierta la curiosidad en las personas que no hacen parte de esa red llamada teatro, y cuando en otros aparece la necesidad de asomarse por esa puerta, celebro. Celebro que se enciendan nuevas llamas y que aparezcan aventureros dando sus primeros pasos hacia el otro mundo.
En las últimas semanas he observado y acompañado a un grupo de veinteañeros que eligió abrirse hacia el mundo que, arbitrariamente, llamo teatro. No solo han traspasado el umbral sino que se han abalanzado sobre la malla. Están seducidos y conmovidos ante la experiencia teatral. En otras palabras, entraron por esa puerta y conectaron, y ahora percibo que están aferrándose.
En grupo fuimos a ver una obra de teatro que no era una comedia, tampoco era chistosa, más bien un drama que raya en la tragedia. No se durmieron, no se aburrieron… Y lo digo sin sarcasmo porque lo cierto es que muchas veces el público se duerme y se aburre. Pero en este caso, los espectadores a los que me refiero se dejaron permear, abrazar y envolver por la ilusión teatral.
No sé si existen palabras para expresar el placer, la satisfacción, el júbilo que me provocó ver el rostro de mis estudiantes afectados, consternados, tocados e interesados por el teatro. Algo en ellos cambió, pude percibirlo.
Y no me refiero a los estudiantes de artes escénicas porque ellos ya quieren al teatro, ya lo eligieron como forma de vida y están preparándose para asumir las consecuencias de su decisión. Me refiero a los estudiantes de periodismo, de comunicación, de cine, de televisión, de diseño gráfico, de psicología, de administración, entre otros. Estoy hablando de personas que nunca habían ido a ver una obra de teatro. NUNCA. Hasta que con un poco de «perspicacia» logré sembrar en ellos la semilla…
Así que celebro mi logro con está reflexión de escritorio que confirma y reafirma una premisa que de vez en cuando es bueno revisar, el poder del escenario, la fuerza del teatro para la transformación.