Alarm/Alain Vigneau
La vida sigue
Obra: Alarm
Idea, concepción e interpretación: Alain Vigneau, Armando Bonet
Escenografía: Esther García
Vestuario: Rosa Solé
Iluminación: Pelegrí Duart
Espacio sonoro: Juan de Ribera Belloch
Dirección: Alain Vigneau
Producción: La Stravagante
Lonbo Aretoa – Arrigorriaga – 19-05-07
Suenas las sirenas, explotan bombas, repican las ametralladoras, y en medio de este caos bélico, dos seres, alguien muy dispuesto a convertir todo aquello que sucede en una música, y otro que añora a su rebaño, ambos atrapados en ese lugar inconcreto, pero tan reconocible de cualquier guerra, donde el absurdo se tiñe de muerte y la esperanza es solamente una vaga sensación que no interfiere en la desolación.
Una cerca de espinas separa al público de un espacio escénico realmente convertido en una suerte de páramo con acumulación de objetos, tienda de campaña, elementos que aparecen y desaparecen, un espacio sonoro realmente importante, impactante, pero creemos que en ocasiones demasiado demoledor por su volumen, junto a un iluminación muy activa en su empeño por señalar los estados de alucinación sirven para que estos dos seres emprendan sus acciones llenas de lógica, mostrando con su trabajo de clowns, el disparate que es cualquier frente de batalla, cualquier guerra.
Incursos en la guerra intentan interpretarla o sobrevivirla a base de aplicar su lógica frente a esa locura destructiva. La música a base de percusión con tiestos, es un momento cumbre, pero el resto es un trabajo muy elaborado de relaciones actorales, de payasos, de concienciación y de expresión de un punto de vista. Al final todo el escenario se transforma en un gran cementerio repleto de cruces blancas, pero entre ellas aparecen ellos dos con un carrito de niño, y se escucha un llanto, y unas risas. La vida sigue. Un mensaje realista para culminar un espléndido trabajo que posiblemente necesite todavía unos ajustes de ritmo y de control de duración de algunas escenas, pero que ofrecen una obra en donde la risa no oculta el compromiso.
Carlos GIL