Alberto Cortés se lleva de acampada a los espectadores y reestrena ‘El ardor’
Ofrece un encuentro en torno al fuego en el monte y dos actuaciones en Réplika Teatro
Réplika Teatro, centro internacional de creación ubicado en Madrid (C. de la Explanada, 14), dedica un fin de semana entero al director, dramaturgo y performer Alberto Cortés, con un doble programa.
Partiendo de los dos textos publicados bajo el título ‘Los montes son tuyos‘ con la editorial Continta me tienes, el creador Alberto Cortés estrena formato acampada la noche del 10 de febrero. Un encuentro en torno al fuego al que hay que acudir con una esterilla, saco de dormir, linterna y bocata para recuperar el espíritu de los contadores de historias.
«Imaginar una noche de fogatas donde la idea de la historia narrada vuelva a su contrato original. Nos reunimos en torno a la luz para oírnos, apenas vernos. Imaginar un bosque de noche que es una sala, un hall, un pasillo, donde no hay un frente porque lo que tiene que haber es un hacia dentro. Porque el espectador peligra en este encuentro. Imaginar una noche de cuentos, hacer del romanticismo un terror, de un libro un peligro, de la palabra algo que lleva algo más que la palabra, que puede pensarse como conjuro pero que tampoco, porque solo puede soportarse cuando se carga conjuntamente, uno solo no puede. Este encuentro parece una lectura pero lo que busca en su esencia es acabar con la idea de la lectura dramatizada, porque ni aquí hay leer ni aquí hay dramatizar. Lo que hay es un espacio donde escuchar y habitar lo imaginado», señala Cortés.
Tras la noche de acampada, Cortés regresa a la sala Réplika Teatro, donde el 11 y 12 de febrero representará ‘El ardor‘, estrenada la pasada temporada. Según sus palabras, esta su penúltima creación escénica parece un discurso donde «una sombra habla sobre la necesidad de convertir en inmortales a las comunidades outsiders, adolescentes, viejas, queers y cuerpos al margen, hacer de ellos bandas callejeras que vivan el deseo como un estado romántico inmortal, contra el consumo rápido, como herramienta de destrucción de la sociedad afectivo-capitalista». «Sueño con un ardor que es el deseo puesto en crisis, no limitado a la pornografía sino a la posibilidad de engendrar un estado casi santo, de entusiasmo eterno. Sueño con ocupar las calles con pasión. (…) Al final del todo lo que parecía un discurso era un poema dedicado a la calle y a mis padres. Y lo que parecía un monstruo era un marica», indica.