Alfonso Sastre está pasando un momento profesional dulce. Estrenos de sus obras ‘¡Han matado a Prokopius!’, o ‘¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?’, la puesta en escena en el Centro Dramático Nacional de su versión del ‘Marat-Sade’ de Peter Weiss, así como otros eventos a modo de jornadas analizando su obra literaria total, la publicación de dos tomos con una selección de sus obras de teatro, más otro libro que recogerá sus artículos en esta revista hasta el día de la fecha son algunas de sus actividades durante estos días en los que cumple sus primeros ochenta y un años. Conversar con él es siempre un placer porque además de ser un excelente dramaturgo es un pensador que aporta conocimientos y valiosas reflexiones.
Entrevista publicada en la Revista ARTEZ nº 118 (febrero 2007)
Carlos Gil Zamora
Fotos: Borja Relaño
¿Cómo te encuentras en este tranco de tu vida?
En este tranco de mi vida me encuentro bien. Relativamente bien. Van a converger, bueno, de hecho están convergiendo ya, una serie de actividades relacionadas con mi obra y ello me remite a un especie de reflexión sobre lo que yo he intentado hacer a lo largo de mi vida. Lo que he conseguido y no he conseguido. Y lo que todavía podría conseguir a partir de esta nueva atención que hay sobre mi obra. No sé las razones, pero el hecho es que ocurre. Después de once años sin que una obra mía se estrene, coinciden dos estrenos con la diferencia de veinticuatro horas. Son cosas curiosas y además, que treinta días después se haga el ‘Marat-Sade’. Una de las razones puede ser que yo haya cumplido ochenta años; el autor ha llegado a tener una carrera dilatada, y le dedican una cierta atención que a veces es póstuma. Todo era para decir que me encuentro bien.
¿De dónde sale la energía creativa, la constancia, el espíritu de superación?
Eso también me pregunto yo a veces, porque no tiene una fácil explicación. Quizás la tenga en el hecho de que en mí se produce una vocación por la escritura literaria e inmediatamente por la teatral a una edad muy temprana y de forma muy intensa, una especie de enamoramiento de las letras y del teatro, de ambas cosas a la vez, y con una gran pasión. La persistencia en la escritura en situaciones a veces muy malas, muy negativas, se puede deber a una tozudez, con el propósito de hacer valer esa vocación públicamente. Yo he trabajado siempre, incluso cuando no tenía un horizonte claro para que mis obras se representaran. Yo no considero que haya sido una actividad muy intensa, no me he forzado nunca a escribir. Todos los días he escrito, solamente he dejado de hacerlo cuando he estado incapacitado físicamente, pero sí, ha sido muy continuo. Yo tengo poca capacidad de trabajo, me canso muy pronto, folio o folio y medio y lo dejo. Algunos colegas trabajan durante horas, yo poquito a poco, pero siempre. Y con una imaginación muy activa, nunca he estado en el vacío, yo he tenido siempre ideas e imaginación.
Tras el último accidente clínico, ¿ves diferente el mundo, sus pompas y sus obras?
No. Ha habido una crisis fuerte porque he estado realmente enfermo, y hubo un momento en el que se produjo un efecto de depresión inmediata al alta médica, que no vino acompañada de un alta espiritual, sino que quedé bastante dañado durante quince o veinte días, en los que no escribí nada y creí que no volvería a hacerlo nunca más. Una vez recuperado, no encuentro ninguna diferencia respecto al ánimo que tenía antes. Durante la crisis no tenía qué hacer. Me venía la idea de que había terminado. Pero duró muy poco, unas semanas, y recuperé un tema que había dejado empezado, bastante avanzado de la serie policiaca, ‘El extraño caso de los caballos blancos de Rosmersholm’, recogí este tema, me dispuse a continuarlo y lo hice con facilidad, y hasta con soltura.
Estás en una especie de tobogán, en donde se suceden los estrenos, publicas nuevas obras, tienes proyectos de gran envergadura, ¿sientes urgencia histórica?
No tengo ninguna emoción especial en cuanto a esto. He pasado, cuando mi adolescencia, de tener un pasado breve y un futuro, estadísticamente largo, y que ahora es todo lo contrario, que tengo un pasado extenso y un futuro breve, incluso estadísticamente estoy por encima de lo que llaman la esperanza de vida. Pero no lo tengo muy presente, sé que es así, pero no me afecta. Quizás porque la idea de la muerte ha sido uno de los ingredientes de mi pensamiento, la actividad humana como una agonía y una praxis, pero no olvidando nunca que es una agonía. En ese sentido siempre he estado un poco distante de las posiciones más optimistas, tipo práctico o práxico, como el socialismo con un horizonte histórico que nos evitaría la vivencia de la muerte. Por ejemplo Bertolt Brecht, su tema es la historia, los momentos en los que sus personajes son agónicos son breves, el autor no para mientes en esa agonía, sus personajes son seres prácticos, históricos, un punto de vista opuesto a Samuel Beckett, para el que la existencia es una agonía y desde esa agonía no se ve que sea una práctica. Yo he estado siempre en esa agonía, desde la cual he atisbado el horizonte de la praxis y de la Historia. Quizás no en los primeros momentos, Escuadra hacia la muerte era agónica, yo fui dando pasos desde esa fase existencialista, hasta que me incorporé a la práxis histórica, y a la militancia en el Partido Comunista de España, y eso no lo hace una persona que pensase que la existencia es solamente agónica. Hay Historia, la Historia existe, ocurren cosas y las cosas van hacia un lado, a veces hacia lugares inquietantes; la realidad humana se mueve en un sentido o en otro, y yo deseo contribuir para que vaya en el sentido del progreso social, histórico.
Tú que has escrito y filosofado tanto sobre la imaginación, ¿dónde reside el impulso que le lleva a alguien a escribir, a imaginar situaciones, a crear personajes, confeccionar diálogos, crear una trama?
No sé , eso forma parte de mi experiencia que siempre he mirado a la vida como una realidad en la que yo podía imaginar que ocurrían cosas que no estaban ocurriendo, pero podían ocurrir. La idea de la existencia humana como una posibilidad. La literatura consistiría en una dilatación imaginaria de la realidad. Hay gente con poca imaginación, con más, con menos imaginación. Yo he tenido imaginación. Se me han ocurrido historias, ante hechos, ante lecturas, ante acontecimientos a los que yo he asistido o asuntos que me han contado, siempre he incorporado a esa información la posibilidad de que ocurriesen de otra manera y eso era como una especie de tentación de contar lo que no ha ocurrido, pero que podría ocurrir, la realidad como una posibilidad. Eso me llevó a pensar sobre ese mecanismo que se ponía en marcha. ¿Qué es la imaginación? Yo tenía imaginación pero no sabía lo que era, y por eso me puse a pensar sobre esto. Todo surge en el momento en que uno tiene una ocurrencia. Recuerdo que hicimos en Madrid la Revista Española con Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa y yo. Quisimos para el primer número una colaboración de Pío Baraja, fuimos a pedirle un artículo, y como era un hombre muy simpático pese a lo que han querido decir después, nos dijo, precisamente, ‘’miren ustedes, yo querría ayudarles, pero en este momento de mi vida ya no tengo memoria y no se me ocurre nada. Las cosas que recordaba ya las he contado y no tengo imaginación. No tengo memoria y no puedo contarles nada de lo que me ha sucedido y no tengo imaginación y no se me ocurre nada que contarles’. No lo dijo con estas palabras, pero quería decir esto. ¿En qué consiste nuestra actividad? Es una memoria imaginante. Memoria e imaginación. Los escritores si no tenemos memoria muy mal va y si no tenemos imaginación, muy mal va. Memoria como depósito de información. Imaginación como un disparar esa información hacia el mundo de lo posible. Pueden ocurrir unas cosas u otras cosas. Se me ocurre algo o no se me ocurre nada. Ese es el momento que no es previsible, y que no creo se pueda enseñar en las escuelas de escritura. Si no se le ocurre nada a alguien cómo se puede hacer para encontrara la ocurrencia. ¿Una técnica de la imaginación? Sí, hay escritores que han desarrollado una especie de tecnología de la ocurrencia. Pero no creo que sea una buena solución. Porque todo esto tiene un ingrediente irracional, mejor dicho, no racionalizable. Se le ocurre a uno o no se le ocurre. La imaginación tiene un componente racional, esa dicotomía razón -imaginación no es muy clara. Yo he tratado de desarrollar esa noción hablando de la imaginación dialéctica, un encuentro con la realidad a través de las experiencias que uno ha tenido se convierte en algo que no es pensar, sino imaginar. Tiene que ver con la realidad, que se puede explorar con la razón o con la imaginación y la razón exploradora de la realidad tiene componentes imaginarios y la imaginación exploradora tiene componentes racionales, por lo que esa dicotomía yo la resuelvo así.
¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? ©Chicho |
¿Por qué dices que imaginar no es pensar?
Técnicamente no es pensar. Pensar, técnicamente es lo que hacen los filósofos, pero los escritores o los artistas lo que hacemos es imaginar. Lo específico nuestro no es el pensamiento, es la imaginación. Eso no quiere decir que seamos seres irracionales. Todo el mundo tiene una imaginación que tendrá unos perfiles más o menos modestos, pero no se puede vivir sin imaginación. Al menos con el grado más bajo de imaginación. Yo hablo de tres niveles. Una imaginación reproductora, que está muy emparentada con la memoria, sería la imaginación común, todo el mundo anda por la vida con esa imaginación de primer grado. Después estaría el alto grado que es la que se convierte en fantasía, lo más distante de lo real. Entre uno y otro estaría la imaginación dialéctica, la imaginación va ocupando espacios hasta llegar a ser la fantasía, se pondrían distinguir esos tres niveles de imaginación, todos son dialécticos, relaciones con lo real. No imaginación fotográfica simplemente. La de la fantasía es una imaginación de gran actividad en la que se pierde de vista el mundo de lo real.
Tu fidelidad a la literatura dramática, o “parlatura” es proverbial, solamente la poesía y el ensayo te ha apartado en ocasiones de esta vocación, ¿qué te induce a habitar ese territorio creativo casi en exclusividad?
No es así exactamente. Yo he escrito mucha narrativa, incluso cine, lo que ha pasado es que mi producción para el teatro ha ocultado todo lo demás. Tengo muchas obras narrativas, he trabajado en todos los niveles de lo narrativo. Tengo una obra narrativa, incluso copiosa, casi siempre en el terreno de la literatura fantástica, pero sí yo he escrito mucha narración y ensayos o cosas similares, pero todo el mundo se fija más en mi obra dramática.
¿Qué se siente al ser rehabilitado para la escena española de una manera tan espectacular?
Repasemos, edición de la Asociación de Autores de Teatro de dos tomos con obras elegidas a cargo de Javier Villán, estreno absoluto de ‘¡Han matado a Prokopius!’, reestreno de ‘¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?’, nuevo montaje con categoría de gran acontecimiento en el Centro Dramático Nacional del ‘Marat-Sade’ de Weiss en tu versión, y si no me equivoco el estreno la temporada próxima, también en el CDN, de ‘El camarada oscuro’…
Y más, hay un número monográfico de la revista La República de las Letras y los días 22 y 23 de enero en el Círculo de Bellas Artes se van a celebrar unas mesas redondas sobre mi obra, en todos sus aspectos, poesía, narrativa y, claro está, teatro.
¿Qué sientes?
Yo lo asocio al cumpleaños, al hecho de que ochenta años llaman la atención sobre una persona. En algún caso es estrictamente eso. Yo sé que a un colega en Cuba que cumplió ochenta años le hicieron un homenaje y todo tipo de agasajos, unas actividades a su alrededor por sus ochenta años, podría ser que no se le hubiera ocurrido a nadie. Nadie me lo ha dicho, pero solamente los chicos de Berriz lo han asociado al cumpleaños. Cuando me llamó Gerardo Vera no me dijo nada de esto. Javier Villán lleva toda a su vida intentando propiciar cosas de esta índole sobre mi obra. Puede ocurrir que al haber varios acontecimientos, que alguno tenga éxito, que se convierta en un acontecimiento y tenga mucha proyección como ocurrió hace años con ‘La taberna fantástica’, eso no implicaría un cambio de ritmo, en cuanto a la apreciación de mi obra, volvería otra vez a la misma situación anterior del éxito, como me ha ocurrido otras veces. No es algo que solamente me ocurre a mí, sino al cambio de las relaciones en este mundo. Un éxito hace años, se convertía en una consagración. Al menos era una garantía para seguir estrenando. Hoy no sucede así. Y después de ‘La taberna’, nadie me pidió otra obra.
De todo lo anteriormente citado, ¿qué te produce más ilusión?
Tengo interés en ‘Prokopius’ porque es el lanzamiento de unos personajes, y yo tengo ya otras obras con ellos y desearía que el éxito de ‘Prokopiuis’ abriera las puertas para el desarrollo de esa pareja de un policía y una joven ayudante.
¿Y El camarada oscuro no sería algo importante?
Sí, pondría mucha ilusión si se llega a poner en pie esta obra.
Como tienes una obra tan amplia, variada y con tantos matices, ¿te atreverías a destacar tus tres obras preferidas?
No sé, piensa que he escrito setenta y tantas obras, pero bueno, sí, ‘El camarada oscuro’ sería una de ellas. Se corresponde mucho a ese período de la dictadura franquista, con mi compromiso frente a la dictadura, con mi compromiso en el interior del Partido Comunista de España, al hecho de que conocí a una persona en la que me basé para construir ese personaje, que no es un invento, aunque tiene mucho de invento hay un fondo de verdad. Fui un poco cruel con los últimos días de su vida. Cuando yo lo conocí tenía problemas especialmente porque era verdad, se había disparado en el pecho para no disparar a unos soldados de reemplazo. Salió de la cárcel muy enfermo con un pulmón menos, separado del partido. Este hombre, oía Radio España Independiente, y como me citaban, se citó conmigo y me contó su vida. Es un ingrediente. La obra explica bastante el horizonte patético, de la historia de España a través de una recuperación de esa historia, desde principios del siglo XX hasta los años sesenta. Es una muestra de lo que yo he llamado tragedia compleja, con un personaje irrisorio, que tantas veces he definido. Sí me gustaría mucho ver qué efecto produce una buena representación. ‘M. S. V. (La Sangre y la ceniza)’ es otra de las obras en las que yo puse mucho interés, y me gustaría ver una versión, si no completa de todo el texto, sí al menos con mayores posibilidades , de gran formato, porque la que hicieron Margallo y Vera hace años, tenía mucho talento, pero muy pocos medios. Y Ulalume me gusta a mí mucho.
Todo el mundo coincide en que es una de tus mejores obras.
Yo también. En Londres se hizo una lectura dramatizada que me gustó mucho y el montaje de Eolo también era una versión escénica muy buena. Y ahora estoy esperando a ver qué se hace. Yo he hecho una especie de manifiesto para el programa de mano para que quede claro la importancia que le doy al reestreno de esta obra.
En estos momentos que parece que el sistema productivo teatral español te recupera, ¿cómo ves la situación general del teatro?
El teatro es una paradoja muy fuerte porque se están haciendo actividades continuamente en el teatro y no ocurre nada en los escenarios. Antes había menos movimiento, pero ocurrían más cosas, es decir siempre ha habido en el teatro cosas que no se ha sabido bien cómo ha ocurrido, de una cierta manera crepuscular, pero contemplando con distancia se comprobaba que se formaban ondas, los espectáculos de vanguardia iban acompañados de manifiestos, y así sabíamos que Bertolt Brecht quería ir hacia un teatro épico, y sabíamos que estaba pasando una experiencia importante para la historia del drama, así fue con el naturalismo, con el Teatro Libre en París, los propios expresionistas, todavía en los años 50-60, había una línea neo-dramática, lo último de los que fue Ibsen, Sartre, Arthur Miller, que tenían mucho que ver con los ibsenianos, herederos de Ibsen que así se reconocían. El teatro del absurdo que estaba siendo teorizado también, y había distintas formas de teatro político, el de Brecht, el Teatro-documento, estaban ocurriendo cosas, incluso cuando se negaban por otras cosas. Artaud, era otra cosa que empezó a pasar, se podía entender de la existencia de una línea, por dónde quería ir, adónde iba, aunque no nos pareciera interesante. Hoy es muy difícil ver a dónde va. Están pasando cosas, pero no sé que esté ocurriendo nada. Cuando leo las notas de los directores de escena, no veo ningún pensamiento.
¿Por qué se genera tan poco pensamiento en la creación teatral estatal?
Hubo una malformación del teatro como receptor de pensamiento en torno a Ibsen, aunque Ibsen no tuvo la culpa, y se llamó teatro de tesis. Poner el pensamiento en la génesis del drama que sería generado por un pensamiento, y se decía explícitamente teatro de tesis. Eso era una malformación para mí, pero no implicaba que se eliminara de los escenarios el pensamiento, porque el pensamiento tiene una forma propiamente dramática de expresarse que es a través de la situación dramática, que esto está en la poética de Aristóteles, donde las ideas eran uno de los seis componentes del mito, lo que se llamó en Grecia, sentencias, el pensamiento, que es generado por la situación, los caracteres, las ideas, el lenguaje, la música y la perspectiva, eso son los seis elementos, y uno de ellos es el pensamiento que es la situación donde se genera un pensamiento contradictorio, dialéctico, en ocasiones no se sabe bien lo que el autor pensaba. No era un panfleto y a veces era demasiado ambiguo. A mí me ha ocurrido caer en una ambigüedad que me ha dejado preocupado. Por ejemplo cuando hice en Barcelona ‘El pan de todos’, dirigido por Adolfo Marsillach, que tuvo graves problemas para pasar la censura, después de mucho pelear se estrenó y al poco tiempo después me vino a visitar una persona que quería hacer en Madrid una antología de teatro anti-comunista y me pidió esta obra, me dio un disgusto tremendo. El teatro debe tener algo más que su componente de entretenimiento. En Alemania quisieron reflexionar sobre su actitud en la guerra, y lo hicieron a base de programar el repertorio alemán. No pido tanta coherencia en nuestras teatros, pero hay que recordar que programar es pensar.
En tus artículos mensuales siempre has pedido que se te oriente sobre eso que llamamos nuevas tendencias, porque al parecer tú no las ves por ningún lado.
Yo digo que no lo haya, que no hay nuevas tendencias, Ojalá hubieran nuevas tendencias.
Todo este teatro de la experiencia que están haciendo…
¿En qué consiste? Me gustaría poder visualizar esas cosas.
Creo que tú lo intuyes en el decálogo y hablas de las pequeñas salas.
Eso es lo que yo ignoro y a veces simplifico las cosas, y me aventuro sin tener información adecuada de ese mundo de las pequeñas salas porque me queda alejado, no lo conozco pero cuando me llegan reflejos, de ellas no acaban de darme buenas ideas al respecto. Incluso me dicen que se hacen experiencias para acceder a otras instancias, que se utilizan como plataforma para un teatro más comercial.
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