Alfred Wolfshon (1ª parte)
La semana pasada nombré a Alfred Wolfshon. Su recorrido vital da origen a lo que luego sería el rasgo distintivo del Roy Hart Theater (ver artículo). Su legado y la fertilidad creativa del mismo en el área de la expresión vocal, el teatro y las humanidades bien merece un recorrido por su historia.Venid conmigo.
Alfred Wolfshon, nace en el seno de una familia judía en Berlín. Corría el año 1896. Crece con un carácter tímido, fantasioso y solitario. Estalla la primera guerra mundial y con dieciocho años de edad es llamado a filas. Entra en el equipo médico en primera línea de trincheras. Se siente horrorizado al oír las voces de los soldados heridos. Voces que llegaban a extremos escalofriantes. 1917, bajo un fuerte bombardeo, Wolfshon es alcanzado por una granada. Tras una agonía de casi veinte horas en las que se arrastra e intenta no ahogarse en el barro, escucha la voz de otro soldado suplicando ayuda incansablemente. Lucha consigo mismo y toma la decisión: no socorrerlo.
Roto en cuerpo y alma, regresa a la vida civil padeciendo neurosis de guerra. Al año siguiente su enfermedad ha empeorado y comienza a tener alucinaciones auditivas; una y otra vez vuelven los impresionantes sonidos de las voces desgarradas que oyó durante los años de trincheras.
En su interior no tiene duda alguna. Su enfermedad nacía de un sentimiento de culpabilidad. Racionalmente sabe que, de haber socorrido a aquel soldado él habría muerto. Emocionalmente carece de la convicción para asumir que no hubiera podido salvarle. Una disonancia entre la razón y la emoción que le priva de paz. Posteriormente esta disonancia será clave en el desarrollo de su técnica vocal.
No encuentra alivio mediante el tratamiento psiquiátrico y Wolfshon comienza su propio camino en la búsqueda de una salida a su enfermedad. Su proceso de curación se iniciaría con las clases de canto. Básico en su proceso de curación e investigación fue el encontrarse con la noción de abreacción acuñada por Sigmund Freud. «Abreacción, método para tomar conciencia de reacciones emocionales reprimidas al volver a contar y revivir una experiencia traumática». Freud pensaba que si la reacción del paciente no era lo suficientemente activa y emocional los contenidos emocionales asociados al suceso permanecerían «estrangulados» o «bloqueados» manifestándose somáticamente en el paciente: la recuperación del recuerdo traumático sin la participación de la emoción original apenas aportaba un resultado y hacía falta que el paciente reviviera el episodio tan intensamente como fue en su origen. Esto significaba que la cura no se alcanzaba exclusivamente a través de las palabras sino también por la voz que debía expresar el nivel emocional de la experiencia traumática.
A partir de esta teoría, Wolfshon formula la idea de que si su propia voz mediante el canto pudiera reproducir las voces que había escuchado, él hallaría una vía de desahogo para las emociones que permanecían estancadas en su interior. Encuentra un profesor que le permite «cantar» su agonía, y otros que no van más allá del ejercicio aséptico con las escalas. Sin embargo, continúa sin ser capaz de expresarse vocalmente como él siente que podría ser posible y sin dar alivio completo a su sufrimiento. Lejos de responsabilizar a sus profesores, Wolfshon siente que debe existir una manera más dinámica de usar la voz y de explorar sus posibilidades. Así comienza a buscar en su propia voz. Se entrena cada día para llegar un poco más alto y un poco más bajo en la tesitura. Inmerso en su búsqueda, no solo encuentra alivio a su padecimiento sino que su voz excede ya en extensión los extremos del piano. Comienza a recibir alumnos de canto clasificados como «casos sin esperanza». Personas cuyas voces habían sufrido un grave deterioro junto con un daño psicológico tras un suceso traumático. ………..continuará la próxima semana.