Aclárate la voz

Alfred Wolfsohn 2ª parte

(Ver artículo anterior)… Wolfsohn comprueba que no se puede lograr ningún progreso en la funcionalidad y la expresión de la voz de los alumnos si no se da espacio a la herida emocional. Y, que estos tampoco recobran la fuerza ni la confianza en sí mismos.

Comienza a adentrarse en el estudio de las teorías de Carl Jung. Conceptos como el de arquetipo, sombra, ánimus, ánima defendían que no solo eran visibles sino que incluso, según Jung, podrían ser expresados vocalmente. Wolfsohn construye la idea de que la integración de la personalidad podía ser manifestada en la voz humana.

Apenas empieza a articular sus teorías en base a la práctica diaria cuando en 1938 tiene que escapar de la Alemania nazi. Ayudado por una alumna se traslada a Londres. Tras la II guerra mundial reúne a un grupo de alumnos para trabajar con ellos en su estudio de Londres. Wolfsohn les ofrece por medio de sonidos no articulados verbalmente una vía de expresión para toda la gama de imágenes, estados de ánimo, ideas, instintos y personajes que aparecían visualmente en sus sueños. El camino que toma corre paralelo al iniciado por Carl Jung interesado en un primer momento en la relación entre la voz humana y la psique pero que al final lo abandona a favor de la expresión visual y lingüística.

El concepto de sombra es del máximo interés para Wolfsohn, «Aspectos ocultos e inconscientes, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido» Observa como la mayoría de imágenes que dominan las mentes de sus alumnos parecen ser de una naturaleza animal u oscura. Su método de entrenamiento incluye la emisión de voces que podían resultar grotescas y desagradables. Matices de voz que un profesor de canto clásico rechazaría. Surgen las diferencias entre la filosofía vocal de Wolfsohn y el entrenamiento vocal imperante en la cultura occidental de aquella época liderada por el estilo y la estética del canto clásico. Diferencias y choques que incluso hoy en día persisten. Lo importante no era la «belleza» de la voz sino la humanidad de la voz; de aquello que está siendo expresado en la voz.

Al grupo de alumnos llega un joven actor que, a pesar de que comenzaba a despuntar en el ambiente teatral londinense no se sentía satisfecho con el camino que tomaba su carrera, Roy Hart. Tras la muerte de Wolfsohn en 1962 será Hart quien tome el testigo y continúe el trabajo pero con algunas diferencias sustanciales, como ya veremos. Ambos no abordan la voz desde la posición de realizar un ejercicio físico artístico sino desde la conciencia de que tenían la posibilidad de reconocerse a sí mismos al integrar los aspectos ocultos de la psique en el consciente. Una integración que transforma nuestra persona. Hart redefine el verbo cantar como «la voluntad de la persona de dar, ofrecer, regalar todas las voces que sea capaz de producir; agudas, graves, fuertes, suaves, quejidos, risas, chirridos». Wolfsohn descubre que gran cantidad de sonidos son producidos, no solo por la laringe, sino por diferentes partes del cuerpo- centros de energía distribuidos en la cabeza, el pecho y el estómago, que a su vez resuenan en la totalidad del cuerpo. Wolfsohn mantiene y demuestra que la voz humana puede ser entendida más allá de las siete octavas y que restringirla a un área especializada como tenor o soprano es artificial. Una forma de estar en la voz y en la persona que corresponde más a unas exigencias y unos cánones estéticos culturales que a una manifestación libre de la persona en toda su totalidad. «El hombre ha elevado esta agresión contra la naturaleza libre del hombre a dogma. Un dogma que confina con estricto esmero al ser humano en categorías; una voz masculina o femenina, voz aguda o grave, voz de niño o de adulto. En realidad la voz humana natural comprende todas estas categorías y registros.»


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