Equipo investigador: Cristian Flores, Katha Eitner, Valentina Chávez
Edición: Maria Fernanda Altamirano
Gráfica: Camila Bardehle
Proyecto financiado por Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, Convocatoria 2020.
Conversamos con Aliocha de la Sotta, actriz, docente y directora teatral chilena. Dirige la compañía La Mala Clase y ha desarrollado montajes como ‘Hilda Peña’, ‘El Dylan’, ‘Leftraru’, ‘La Mala Clase’, ‘La apariencia de la burguesía‘, entre otras. Esta conversación fue grabada en un café en la ciudad de Berlín, mientras la entrevistada se encontraba de gira con una obra en la que participaba como actriz.
Alejandra de la Sotta (Concepción, 1972), más conocida como Aliocha de la Sotta, es una de las mujeres más destacadas de la escena teatral chilena. Entre las últimas obras que ha dirigido se encuentran ‘Mistral, Gabriela (1945)’, una producción de GAM con dramaturgia de Andrés Kalawski, que imagina a Gabriela Mistral capturada por un grupo de mujeres, y ‘El nudo‘, de Isidora Stevenson y Bosco Cayo., Además, combina sus labores teatrales con la docencia, pues es profesora en dos escuelas de teatro, en la Universidad Mayor y en la Universidad Finis Terrae y fue directora artística de la XVII Muestra Nacional de Dramaturgia (2015 y 2016).
Su verdadero nombre es Lucia Alejandra, pero desde pequeña le llaman Aliocha, en alusión al personaje de Dostoievski Aliosha Karamazov. Originaria de Concepción, marchó a Santiago en la década de los 90 para estudiar teatro en la escuela de Fernando Gonzalez, y más tarde se trasladó a Bélgica, donde estuvo cuatro años en el Conservatorio de Arte Dramatico de Liège. Tras licenciarse en Artes en la Universidad ARCIS, adaptó y dirigió su primera obra, ‘La lluvia de verano‘, una novela de Marguerite Duras. Desde entonces, ha dirigido obras sobre conflictos sociales y políticos. El foco de su trabajo han sido los adolescentes, desde una perspectiva política y analítica, en la que la dramaturga busca proyectar nuevas representaciones y lenguajes.
Trabajó como asistente del director Rodrigo Pérez en ‘El malentendido’ de Albert Camus y ‘Ofelia’, o ‘La madre muerta‘ de Marco Antonio de la Parra. Se desempeñó como actriz en diversos proyectos, tales como ‘La cocinita‘, dirigida por Fernando Villalobos. En el Teatro Nacional Chileno inició una serie de trabajos que abordarían a los adolescentes: ‘Presente!’, versión de la obra ‘Despertar’ de primavera de F. Wedekind; ‘La historia de un niño que enloqueció de amor‘ y, en 2009, ‘La Mala Clase’, obra escrita por Luis Barrales, ganadora del premio Altazor 2010 en la categoría de Mejor Dramaturgia. Obra que a través del diálogo y el cruce de ideas de una profesora con sus alumnos, expone la injusticia social en el sistema educacional chileno. Desde entonces dirige el colectivo teatral La Mala Clase.
En esta entrevista habla sobre el concepto de «teatro político», con el que no se siente del todo identificada, aunque su compañía, dice, trata de «poner una mirada crítica sobre algunos temas para poder discutirlos en comunidad, en ese rito comunitario que sería el teatro». Su relación con las artes escénicas, además, viene marcada por la dictadura en la que le tocó crecer. «En Concepción había una cultura off de resistencia a la dictadura; mi familia era de izquierdas y desde que yo tenía 6-7 años iba al teatro y tomaba talleres de teatro. Y salí del colegio, y dije: yo voy a estudiar teatro, y me fui a Santiago, después me vine a estudiar acá a Bélgica, nunca pensé hacer otra cosa», señala.
Habla también del Estallido Social de 2019, de los debates que suscitó en torno al cierre o no de los teatros, y de la posterior pandemia que lo paralizó todo.
De la Sotta explica que decidieron montar ‘La mala clase’, obra con la que estuvieron en cartelera seis años, en respuesta al ‘adultocentrismo’ y que ‘El nudo’ surgió de las reflexiones del grupo en torno al patriarcado y el capitalismo, muy marcado por la pandemia y por el Estallido Social.
Aliocha e la Sotta habla largo y tendido en este podcast de aspectos como la educación, el género, la evolución del teatro, la descentralización, el proceso de creación de un montaje y el cambio habido en la figura del dramaturgo.
«El teatro, y esto es una idea súper personal, nos transforma más a los que lo hacemos, como que siento que yo soy mejor persona después que hago teatro, pero no sé si eso sirve para cambiar el mundo, ojalá, ojalá», concluye.
