Alma candela/Alkimia 130
39 Festival de Teatro MOLINA DE SEGURA
3 de octubre de 2008
Compañía: Alkimia 130 (Palencia –España-)
Espectáculo: Alma candela
Crítica: Fulgencio M. Lax
La compañía palentina Alkimia 130 presentó en el segundo día del 39 Festival de Teatro Molina de Segura su último espectáculo de calle Alma candela. A las 21,00 horas. Después de una tarde llena de espectáculos en la calle para los más jóvenes, el Parque de la Compañía estaba lleno de un extraordinario bullicio de familias, parejas, gente joven y menos joven. Así comenzaba la representación, con abundante asistencia de un público que se agolpaba alrededor de un espacio acotado tan sólo por una cuerda.
El espectáculo se nos anuncia como un ritual del siglo XXI. Seis van a ser los personajes y la música se va a ejecutar en directo. La acción nos habla de la soledad del hombre de hoy, del hombre urbano que está cada vez más lejos del ese concepto de ser social que le hace crecer con/y en colectividad. Un hombre sumido en una velocidad y rapidez en el uso del tiempo y de las relaciones, que apenas le permiten reconocerse y que los personajes traducen a través de movimientos rápidos, quebrados, trepidantes, angustiosos y, a veces, enloquecedores. Los personajes se pierden, se buscan, se encuentran y se vuelven a perder para quedar encarcelados en esas escaleras de tijera que se nos aparecen a modo de cárcel y de la que sólo es posible salir si buscan y se encuentran con el otro, que unas veces es un personaje y otras, en esa interacción con el público, es un espectador. Este momento es especialmente interesante por su sensibilidad, ya que buscan acariciar y ser acariciados en un intento de no estar ni sentirse solos. Todo un extraordinario juego de movimiento donde el agua purificadora tiene un papel importante, pero también el uso fascinante del fuego, ya en la propia evolución de la acción, como elemento catártico y de poder.
El espacio circular y la acción rotatoria que mantiene en todo momento el espectáculo, las continuas imprecaciones de los personajes al público y con la aparición del fuego en la última parte del espectáculo, convierten la representación en un juego de espiral exocéntrica, cuyos anillos expanden el espacio y la acción hasta la última línea de público que, curiosamente, es por donde entran esos seis personajes a la escena cuando comienza el espectáculo.
En definitiva, 60 minutos en los que asistimos a un interesante espectáculo de calle, carente de exhibicionismo y lleno de una extraordinaria ternura que el público agradeció con un largo aplauso.