Almada: circunstancias y motivos
Como van comprobando, entre Afonso Becerra y un servidor, le vamos haciendo una crónica somera del 41 Festival de Almada. Como se trasluce de todo cuanto a lo largo de estos últimos años les hemos ido transmitiendo, queda claro que se trata de un modelo de festival convivencial, donde se da la circunstancia de que nos podemos concentrar un buen número de periodistas, críticos e informadores de las artes escénicas de diversos medios de comunicación tanto generalistas como especializados. La mayoría somos peninsulares, pero nos encontramos siempre con compañeros y compañeras de diversos lugares de Europa. Con algunos de ellos coincido a lo largo del año en estreno, ferias y otros efemérides, pero con catalanes, gallegos, italianos o eslovenos nos vemos anualmente en estos días.
Con ello quiero remarcar que hay muchos detalles que hacen que los festivales sean un mero acto de programación y venta de entradas o respondan a una política de largo alcance, que se incardina con lo que, en este caso, hace la Compañía Estable, con sus producciones y todas sus acciones, lo que significa que hay alrededor de lo que se ofrece en los escenarios muchos más motivos para participar de este encuentro cultural con el teatro como vehículo que además se complementa con actuaciones musicales, debates, charlas, exposiciones y talleres de formación. Algo muy completo.
Y dentro de la programación, aunque, por razones del propio sistema al que pertenecemos, nos fijamos de manera prioritaria con los espectáculos internacionales, con los grandes nombres, históricos como reflejé en la entrega anterior, pero ahora quisiera recordar algunas de las propuestas que también convocaron a los públicos y que en su inmensa mayoría pertenecen a grupos y compañías portuguesas, una coproducción entre el CDG gallego y varias instituciones portuguesas y un espectáculo inglés.
La coproducción entre instituciones de ambos lados de la raya es “Manuela Rey” Is In Da House”, con dramaturgia y dirección de Fran Núñez, un homenaje a Manuela Lopes Rey, una actriz nacida en un pueblo gallego que llegó a ser una actriz importante en el Teatro Nacional Dona Maria, y que falleció con 23 años en Lisboa en 1866. Una propuesta cargada de emocionalidad, que parte de unos datos biográficos tangibles, comprobables a los que se les une en una dramaturgia algo ligera, ideas y proyecciones sobre lo que pudo haber sido que nos sitúan en un espacio narrativo lleno de agujeros históricos, con mucho metateatro sin que logre convertirse en un punto de apoyo, y con un esfuerzo notable en dibujar a Manuela con diversos cuerpos, diversas voces, como en un retrato coral, que no alcanza un valor definitivo. Y si estos flaquezas dramatúrgicas tiene el beneficio de la duda, al tener que tejer esa biografía con muy pocos mimbres reales, lo que queda claro es que la puesta en escena, los elementos escenográficos, el vestuario y otros rasgos hacen que se resquebraje el proyecto y que el equipo actoral deba luchar con un texto muy poco elaborado, unos movimientos escénicos lastrantes y muy poca ayuda de la dirección que busca lo exterior y nunca profundizar en lo interior.
Estrenada en 2022 por la Companhia de Teatro de Almada, “Alem da dor”, la primera obra de Alexander Zeldin, un autor británico que irrumpió de manera espectacular en el panorama teatral y que, con dirección eficiente de Rodrigo Francisco, se sitúa en un realismo social que refleja la vida de trabajadores temporales, en un turno de noche, sus condiciones laborales estresantes, la alienación de sus trabajos y esos momentos de las pausas como posibilidad de humanizar las relaciones entre ellos. Destaca la forma de mostrar estas situaciones, un buen y sugerente espacio escénico, una suerte de economía textual, debido a las características de cada personaje y sus condicionantes sociales, el tiempo escénico, muy bien medido desde la dirección que ayuda a la creación de un ambiente denso y que se sustenta en la buena interpretación de todo el equipo actoral para poder transmitir el tedio, los abusos, la sinrazón de un sistema laboral deshumanizado, que se aprovecha especialmente de los más desfavorecidos, especialmente inmigrantes. Una propuesta de un teatro político actual.
Vimos “Entrelinheas” un texto de Thiago Rodrigues que junto al actor Tónan Quito elaboran un juguete escénico que, con apariencia de sencillez e inmediatez, se va convirtiendo en una filigrana dramatúrgica que se va endiablando. Metateatro directo, pero con una carga de profundidad ya que dicen se trata de un ejemplar de un Edipo encontrado en una celda, donde el preso había escrito una carta a su madre a mano, en el entrelineado del texto, pero que, para mayor abundamiento existe otra tercera lectura. Otro tercer texto. Este juego escénico tiene momentos brillantes, pero en la representación presenciada no se logró una comunión total con el público, como si esas vueltas de tuerca alejaran y el actor no lograra con su actuación elevar la capacidad comunicativa. Es, no obstante, un ejercicio magnífico de lo imposible de lo posible e imaginado.
Una obra, “Remédio”, la octava del escritor irlandés Ensa Walsh, que monta la compañía lisboeta “Artistas Unidos”, que es una desquiciada, alucinada, divertida, espitosa, absurda, en ocasiones muy oscura, que se acerca de una manera directa a la salud mental O a personajes con algún signo de tener alguna de esas dolencias, lo que nos coloca ante una situación cuyo desarrollo se va calmando, como si los primeros treinta minutos de un ritmo delirante fuera imposible sostener y que acaba conduciendo a una reflexión sobre la incidencia social en los dolores mentales de una creciente parte de la población. Esa denuncia queda implícita y se vindica lo normal de esas vidas estigmatizadas.
Uno de los platos fuertes de este 41 Festival fue “Mãe Coragem” el texto de Bertold Brecht que ha dirigido António Pires, para Teatro do Barrio. Es un ambicioso montaje. Un coro de decenas de personas presente en escena durante las dos horas del espectáculo cantando poemas de José Saramago que es un apunte peculiar, que le dota de un aire trascendental, pero que debido a muchos otros motivos, no le da fluidez, sino que se nos antoja que establece un bloque que ancla las acciones, que fija la estética, y pese al trabajo de los actores y especialmente la actriz que da vida a la Madre, Maria João Luis, que defiende con solidez toda la historia, esa masa de cuerpos presentes, la propia estética de módulos fijos que forman la escenografía, impiden que fluya con la debida soltura la propia obra, ya que los lugares referenciales siempre parecen el mismo y eso que la famosa carreta tiene un valor en sí misma. Es un gran espectáculo, se escucha el texto de Brecht, se acompaña de esos poemas cantados de Saramago, pero en su conjunto tanto esfuerzo no logra el nivel que parece anunciar.
El último espectáculo que pude presenciar en esta edición fue “LIFE Event No.3” de la compañía inglesa Gandini Juggling, malabares, mazas, aros, balones, una creación de circo historiado, creado por Sean Gandini y Kati Ylá-Hokkala con la participación estelar de Jennifer Goggnas y un equipo de excelentes ejecutores que logran uno de esos momentos escénicos en donde solamente cabe la alegría y el sentirse partícipe de un acto de mucha imaginación, muchas horas de trabajo, unas coreografías entremezcladas, además siempre bailando los ritmos propuestos, es decir, un regalo para todos los públicos.
Todo esto es lo que pude ver, así lo he contado, y por si no lo había dicho este año, por muchas razones explícitas e implícitas, me parece el de Almada uno de los festivales más importantes de la Península Ibérica, por su contenido y por cómo se organiza y se mantiene durante tantos años.