Ambición creativa de Simón Ferrero
Prime. El cristal y la hiena, espectáculo de la compañía pacense El Avispero Producciones, escrito con marcado carácter creacional por Simón Ferrero y con dirección escénica compartida a satisfacción con Isabel Martín, ha logrado ser la mejor función extremeña de la VI Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE), celebrada en Cáceres.
Ferrero, es un artista teatral todoterreno que conozco, desde hace un par de décadas, por la destacada labor que ha realizado -como autor, actor, director, productor, profesor, presentador de galas teatrales…- en su apasionante periplo progresivo y talentoso de la creación teatral. Mayormente, sus trabajos teatrales los desempeñó como actor en varias compañías, máxime en Suripanta Teatro (la compañía extremeña más veterana) y en algunas conocidas del Festival del Teatro Romano de Mérida donde logró éxitos. Pero Ferrero como autor teatral también ha destacado en los últimos años (su pieza «@Lone«, sobre los peligros de las redes sociales en boga, muy bien escrita y actuada por él, fue aplaudida en el 41 Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos de Badajoz).
Prime. El cristal y la hiena es un thriller teatral de tema actual cuyo asunto trata las incidencias de cinco jóvenes veinteañeros especialmente seleccionados en una oferta de empleo de una fábrica de paquetería online. Un trabajo intensivo de sólo una semana de duración (en el que sólo hay que colocar en los paquetes las pegatinas y los destinatarios) donde los jóvenes han de permanecer encerrados con el jefe -de una empresa llamada CRISTAL PRIME- hasta concluir la tarea. Los jóvenes aceptan el trabajo interesados por su considerable remuneración, animados por el jefe –personaje falsario y manipulador- que les hace creer que la empresa monta cadenas de producción por toda Europa. Pero será la convivencia de cada día, semejada a la del espíritu del Gran Hermano televisivo (con el ojo ominoso del jefe/hiena que todo lo ve, según el concepto «orwelliano») la que descubre de todos ellos ciertas desconfianzas, miedos y flaquezas, que hacen transitar la obra por la vía del suspense.
El logrado texto, con buena dosis de enjundia, además de plantear un debate moral y social de las expectativas laborales, aborda diversos temas severos de las vidas personales de sus protagonistas. Utilizando el recurso del flash-back, estos personajes interpretan hechos sobre homofobia, suicidio por acoso en redes, abuso sexual o de salud mental, sometidos a un delirante juego de intrigas desde el comienzo, con rupturas en la acción que van de sorpresa en sorpresa conformando un gran enredo (sobre todo porque se invierten los roles de manipulado-manipulador y al final de la trama se llega a cometer un crimen y un pacto de silencio como prueba de honor), en el que se revelan y ocultan deseos, mezquindades, engaños, venganzas y verdades respectivas de cada caso. Y que convierten a esos personajes –tanto a los jóvenes como al jefe- en víctimas y depredadores por igual, sin encontrar una salida, como bestias del sistema enjauladas en un mundo de cristal.
La puesta en escena, del tándem Ferrero/Martín, aprovecha al máximo las posibilidades expresivas del texto, consiguiendo una arquitectura de montaje muy coherente y afortunado en escenas de desbordante vitalidad. Logra una función intensamente teatral -efectiva en su conjunto, en su valoración global- donde destaca la dirección de unos actores que conforman un incitante juego teatral de situaciones exasperantes y agresivas y de rompimientos estéticos, con una exhibición de dinamismo ingenioso a ritmo de drama duro, que impregna la atmósfera claustrofóbica del austero lugar enrejado (diseño escenográfico de El Molino, con luminotecnia de Javi Mata y música y sonorización de Alicia Sánchez/Kai Salander/Esteban Gómez, apoyando perfectamente la estética y resonancia del drama).
En la interpretación, saltó a la vista la total entrega y calidad de un trabajo de equipo compuesto por cinco actores jóvenes –Alba Cayuela, Miguel Pérez Polo, Esther Lapié, Daniel Lázaro y María Raserón-, egresados de la ESAD extremeña (según me confirmó con delectación su director Alonso de la Torre) y un actor veterano –José A. Lucía-, de los que sería injusto hacer distinciones, ya que cada uno contribuyó con solemne frescura dando dimensión a sus posibilidades dentro de las caracterizaciones y desdoblamientos que realizaron. El vital elenco joven alcanzó un sobresaliente nivel, todos compusieron bien sus tipos y llenaron de organicidad sus roles. Lucía (el jefe/hiena), por su parte, volvió a mostrar su talento artístico metido en los entresijos de un personaje patológico que se reviste de la fatalidad que brota de una frustración pasada, de un trastorno mental lentamente crecido dentro, que borda –habilidoso, siniestro y doliente- integrado en los variados y sorprendentes registros del ritmo interno de las escenas.
José Manuel Villafaina