Utilizamos con excesiva superficialidad la palabra amigo. O en su defecto un diminutivo que enmarca un poco más el asunto: amiguete. Decía el clásico que existen amigos, conocidos y saludados. Y en este orden la estadística va dando categoría, y, por lógica, tenemos más saludados que conocidos, y más de estos que de amigos. Pero en estos ambientes de las Artes Escénicas, y en todos los rangos, se crean amistades con mucha facilidad. Amistades coyunturales, estratégicas, que en ocasiones pueden derivar en amistades peligrosas.
Nadie tiene derecho para meterse en la vida de nadie y si dos personas se consideran y reconocen como amigos, los demás simplemente debemos aceptar esa condición sin más explicación. Otra cosa es que la experiencia nos haga poner casi todo en estado de perspicacia activada. Hemos visto muchas amistades que no eran otra cosa que peloteos, tácticas, movimientos de acercamiento para lograr una mejor posición en el mercado. Por decirlo de manera más clara: los programadores en activo, con buen presupuesto, tienen bastantes más posibilidades de que le crezcan amistades en distribuidoras, compañías y empresas de producción que quien es un profesional de la información o un gran técnico de iluminación de un buen teatro o de una compañía que gire bastante. Esto se ha visto, se ve y se verá. Las adulaciones, los sobornos emocionales, los chantajes sentimentales están al orden del día, y lo podemos disfrazar de muchas maneras, y lo decimos colocando por delante la presunción de inocencia, e incluso de la inocencia presunta de quien opina y sabe que una cosa es alguien con el que es agradable comerse un cochinillo al horno o tomarse unas copas por las noches feriales, y otra cosa es que esa buena disposición al compadreo y a la juerga se deba considerar automáticamente como una amistad y que esa amistad se traduzca irremediablemente en transacciones comerciales.
Es más, certifico que las corruptelas de las que todos sabemos y callamos, las situaciones que rozan o se inscriben directamente en asuntos parecidos al cohecho o la prevaricación, aunque en un grado ínfimo, no tiene muchas veces absolutamente nada que ver con estas amistades feriales, de estas situaciones de convivencia y desarrollo de relaciones personales más allá de cualquier contacto estrictamente profesional.
Los amigos y conocidos se hacen, se mantienen y se deshacen por circunstancias del quehacer, tanto de lo ordinario como lo extraordinario. Pero si algo une, hace amigos, es formar parte de los afectados por decisiones justas o injustas de las administraciones. Contratados laborales que han perdido su plaza, funcionarios que han pasado por un calvario debido a animadversiones, cambios políticos o llegada de enchufados. Algunos casos son claros, evidentes y provocan la adhesión inmediata. En otros casos, siendo personas con las que se mantiene una buena relación, sea de amistad relativa, de conocido especial o de simple saludado reiteradamente, además del abrazo, de la solidaridad, la comprensión con el afectado o afectada, deberíamos pensar en si estamos ante una acción de los responsables políticos y administrativos adecuada, democrática, que busca esclarecer algún punto oscuro o es simplemente un abuso de poder.
Este recalcitrante abajofirmante debe a veces poner su nombre en manifiestos sobre los que tiene dudas razonables. No todas las decisiones que nos han afectado en los últimos meses son injustas. Ni siquiera están desencaminadas desde una acción de gobierno regeneracionista. Vivimos en un mundo cambiante, en un gremio que no ha tenido una reglamentación clara. Estamos en los momentos bajos presupuestariamente, donde se van a ir produciendo ajustes y hasta es posible que llegue la tan temida amortización de plazas. Miremos todos los movimientos con la máxima objetividad posible, arropemos a los amigos, aunque tengan razón sus oponentes, y pensemos en serio sobre la jerarquía de nuestras relaciones. La vida no es facebook. Un amigo es algo más que un sí, acepto.
